Venimos de una educación basada en la cultura de la violación, donde está bien forzar y dar por hecho. Donde muchas nos hemos sentido obligadas a complacer, donde el 44% de las mujeres han sufrido violencia sexual y más de la mitad han tenido encuentros sexuales sin desearlo. Para luchar contra ello, es necesario reivindicar la cultura del consentimiento. ¿Sabes cómo consentir?
Por Cecilia Bizzotto
¿Follamos sin consentir?
Un estudio de 2022 demostró que el 57,7% de las jovenes españolas de entre 18 y 25 años, afirma haber tenido sexo con otra persona sin apetito o deseo sexual. Otros estudios concuerdan con la misma idea: el 46,8% de las menores de 34 años y el 51% de las mujeres entre 35 y 65 años han atravesado por la misma situación.
¿Por qué tenemos sexo sin ganas? ¿Por qué lo hacemos en mayor proporción las mujeres que los hombres? Posiblemente, por varias razones: porque tenemos que estar siempre disponibles, ser complacientes, por satisfacer el deseo sexual masculino (supuestamente más alto que el nuestro)...
Pero, más allá de la educación patriarcal alrededor de nuestros roles, hay un aspecto muy importante que nos estamos dejando de lado al hablar de sexo: el consentimiento.
¿Qué no es consentir?
Gracias a las luchas que se han hecho desde el feminismo y los cambios culturales que se están produciendo a día de hoy, tenemos bastante claro qué un NO es un NO. Esta idea no parece ponerse demasiado en tela de juicio.
Si te digo que NO quiero que me metas un dedo y lo haces, es abuso sexual.
Si te digo que NO quiero coito y me penetras, es abuso sexual.
Si te pido que te pongas condón y NO lo haces, es abuso sexual.
Si me drogas o te aprovechas de que estoy borracha, es abuso sexual.
Todo esto está bastante claro… ¿Verdad? Sí, vamos a dar por hecho que sabemos lo que es una violación.
Si no comunicas, no consientes.
Ahora, seguro que has vivido alguna situación en la que, debido a una falta de comunicación por ambas partes (una parte no ha comunicado asertivamente lo que quería, la otra tampoco se ha preocupado por preguntar o analizar correctamente la respuesta) viviste una experiencia sexual desagradable. Quizá hiciste prácticas que no querías, quizá accediste a un encuentro que realmente no te apetecía. Quizá lo hiciste porque creías que debías hacerlo, pensabas que te apetecía, porque te sentiste presionada/o…
Si resuelvo que sí quiero realizar esa práctica sexual, entonces lo digo explícita y abiertamente: “me apetece que me beses”, “me gustaría que me metas un dedo”, “quiero hacerte sexo oral”.
Si tras este momento de reflexión me doy cuenta de que no quiero, lo digo abiertamente igual: “me apetece que nos besemos pero no quiero que haya penetración”, “no me gustaría que me tocaras los pechos”, “hoy no quiero hacerte sexo oral a ti”.
Si expresamos de forma sincera lo que deseamos, lo que queremos vivir, la otra parte tiene el derecho a tomar una decisión en base a ello (“Vale, si no te apetece que te penetre, ¿qué tal te parece que nos hagamos sexo oral en un 69?”) y la obligación de respetar tus límites, no contradecirlos, no ponerlos en duda, no exigirte nada y no manipularte.
Bonus track:
Entrevista a Anneke y Pauline sobre los abusos en el BDSM y Shibari
¡Mira el vídeo!
Comunicación = dirty talk
Es muy importante que en todos nuestros encuentros sexuales aprendamos a comunicarnos. Llevemos años en pareja o acabemos de conocernos, estemos en un encuentro a 2, 3, 4 o en una orgía multitudinaria, estemos practicando el sexo más vainilla o el BDSM más duro. Si la comunicación es constante y permanente, si fluye entre todas las partes, es mucho menos probable que hagamos cosas de las que nos arrepintamos.
¡Y, además, es sexy! ¡Es dirty talk! Consentir y comunicar puede ser muy erótico y muy muy guarro.
Cuando se ridiculiza la cultura del consentimiento, se suele decir: “Ay, es que, ¿Cómo vas a proponerme “hacerme sexo oral”? ¡suena súper poco erótico!”. ¿Pero no puedes decirlo bien guarro? “¿Te apetece que te coma toda? Me gustaría lamerte bien los labios… pero no los de la boca.” Échale creatividad, consume más literatura erótica y menos porno mainstream y silencioso. ¡En la cama sí se habla con la boca llena!
Aprender a pedir permiso
Muchas veces, después de esas experiencias de falta de comunicación y consentimiento, nos sentimos mal con nosotras mismas. Culpables, responsables por no haber hablado lo suficiente y no haber dejado claros nuestros límites. “Yo me considero feminista y he acabado follando con un tío cuando no me apetecía, porque me vi obligada a ello” he pensado en alguna ocasión.
El consentimiento deben buscarlo ambas partes. Si te quiero penetrar, no voy a esperar a que me digas que NO, no voy a dar por hecho que si no te niegas, es que sí quieres. Debo buscar el SÍ. Y así con cualquier práctica.
- ¡Pregunta! “¿Te puedo quitar la camiseta?”, “¿Te gusta que te laman los pezones?”, “¿Te apetece follar?”, “¿Te gustaría masturbarme?”, “Me voy a correr: ¿Puedo hacerlo en tu pecho?” Pregunta, pregunta, pregunta.
- No esperes a un NO, busca un Sí. La responsabilidad de buscar el consentimiento está en la persona que inicia la actividad o práctica sexual. Si preguntas y no obtienes respuesta clara (silencio, aparente indiferencia, un “quizá”…), ¡para! Lo más probable es que la persona NO quiera y no sea capaz de decírtelo.
- Que haya habido un SÍ, no significa que valga para siempre. Si nos hemos acostado esta noche, no des por hecho que cuando nos despertamos querré volver a hacerlo. Si he accedido a hacernos sexo oral, no implica que quiera penetración. Si estamos follando y lo estamos pasando bien, no des por hecho que me gustará todo aquello que viste que les gustaba a las actrices porno. Muchas veces normalizamos prácticas como escupir, apretar el cuello, dar cachetadas… ¡Ni aunque nos guste el BDSM significa que nos va a apetecer siempre!
- Aunque hayamos acordado algo, puedo cambiar de opinión. Puedo dejar desear el encuentro sexual en cualquier momento. Puedo haberte dicho que quería que me ataras y cuando veo las cuerdas, deja de apetecerme. Puedo haberme sentido cachonda y ya no estarlo. Que te hayan dicho que algo iba a pasar, no significa que sea obligatorio que pase.
- Lee el lenguaje corporal. Estate atento/a a los gemidos, los arqueos en la espalda, las expresiones faciales… Si tienes dudas sobre si tu compañerx está disfrutando, ¡pregúntale!
No hay culpables, hay cultura
Estoy segura de que, leyendo este artículo, alguna cosa se te ha removido. Quizá has recordado alguna ocasión en la que no pediste consentimiento, hiciste aunque no te dieron un "si" o no respetaste el "no" de alguien. Quizá has recordado situaciones en las que no te sentiste respetada/o, te viste forzada y quizá hasta te sientes culpable por no haber gritado "NO" bien alto y bien claro.
Pero el objetivo de este artículo no es que te sientas culpable, que te enfades contigo mismx o conmigo. Eso no nos llevará a ningún sitio. Reconocer que formamos parte de una sociedad patriarcal cuya cultura ha impregnado cada aspecto de nuestra vida (especialmente nuestra sexualidad) sí. Revisar comportamientos pasados con espíritu crítico, para no repetirlos en el presente y cambiar nuestro futuro, es lo que nos llevará al cambio. El cambio de la cultura de la violación a la cultura del consentimiento.
¿Como te has sentido leyendo este artículo? ¿Crees que alguna vez te has pasado por alto el consentimiento de la otra persona? ¿No se ha respetado el tuyo? ¡Te leemos!
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