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¿Cómo es la sexualidad de las madres?

La presión por el sexo después del parto

Tras acabar la cuarentena posterior al parto, llega la presión social por el sexo. Da igual si tu vagina está hecha trizas, si tus hormonas se han venido abajo y ya no sientes deseo. Los médicos y el mundo en general te dicen que debes volver a ser activa sexualmente sea como sea. ¿Cómo gestionar la falta de líbido tras la maternidad? ¿Cómo se vive esto en pareja? Esta es la experiencia de Aitana Atienza.

Por Aitana Atienza

¿Cómo es la sexualidad de las madres?
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Hola, soy Aitana Atienza. A pesar de haber estudiado derecho y seguido por el camino de la enseñanza, la maternidad me ha dado un vuelco completo a mi forma de ver el mundo y sobre todo a las mujeres. Después de darme cuenta de que las madres somos las grandes olvidadas y de haber sufrido violencia obstétrica, he decidido estudiar, informarme y divulgar sobre todo aquello que envuelve a la maternidad y que creo que las madres necesitan. Porque ya estamos hartas de que cuatro señores nos digan cómo hemos de gestar, parir y sentirnos, no hay nada mejor que tener información para ser nosotras mismas las que decidamos sobre nuestros cuerpos y los de nuestrxs hijxs.

La presión por la sexualidad tras el parto

Es bien conocido por todos que la maternidad supone un cambio en la vida de todas las mujeres, aunque –en la práctica– se espere de nosotras que continuemos trabajando y actuemos como si no se hubiera producido un cambio en nuestros cuerpos.

Uno de los aspectos que tiende a pasar desapercibido es la exigencia de mantenernos sexualmente activas, ignorando de nuevo la realidad material de nuestros cuerpos, como si estos no se hubieran visto afectados por el embarazo, el parto, la lactancia y la violencia que en muchos casos conllevan estos procesos. Se sientan una serie de expectativas que difícilmente podemos satisfacer las mujeres sin que nuestros cuerpos se vean afectados.

 

El día que me convertí en madre…

Mi mundo se transformó. De hecho, mi cuerpo ya había estado avisándome previamente de que todo estaba cambiando: me crecieron los pechos, se me ensancharon las caderas, se intensificó mi olor corporal, cambió mi flujo, etc. Sin embargo, me habían “prometido” que todo volvería a ser como antes y que, además, siendo tan joven, todo volvería a la normalidad previa rápidamente. Para mi sorpresa, no fue así.

En la primera consulta después de la famosa “cuarentena”, una ya se puede dar cuenta del poco enfoque femenino que se aplica en unas consultas que, recordemos, tienen lugar después de dar a luz. Entras con tu bebé recién nacido, ojeras, los pechos hinchados, cansada, aún sin saber muy bien qué ha pasado –porque los cambios se suceden uno tras otro–, dolorida del parto y te preguntan: “¿qué método anticonceptivo tienes pensado utilizar ahora?

En ese momento se te para un poco el mundo, porque piensas: ¿anticonceptivos? ¿Para qué coño los necesitas, si no sabes ni que le está pasando a tu cuerpo, aún no te has podido mirar la vagina y estás descubriendo cómo mantener con vida a tu hijx?

No obstante, la sociedad ha decidido que ya está, que ya debes volver a tu vida sexual, que ya no hay “excusa” para no mantener relaciones con tu pareja: has vuelto a la normalidad. Entonces, te empiezas a preguntar si no tendrán razón, si hay algo raro en ti, porque no tienes ganas ni interés en el sexo. Cuando lo intentas, te duele y supone una tarea en tu agenda, es decir, ya no estás disfrutando de aquello que tanto placer te proporcionaba.

 

De disfrutar del sexo, a sufrir por el sexo

A mí, como a la gran mayoría de mujeres, me ocurrió que, con veintisiete años, pasé de ser una mujer sexualmente activa a alguien que sufría con el sexo y con el mero hecho de pensar en ello. En primer lugar, la violencia obstétrica que sufrí en el parto fue una causa notable de no tener más relaciones sexuales durante un año, ya que mi vagina estaba totalmente contracturada y necesitaría un año de rehabilitación para recuperarse.

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Recuerdo que me costó nueve meses desde que parí ir a la fisio de suelo pélvico; sin duda, las grandes desconocidas y abandonadas por nuestra sanidad. Cuando llegué, me explicó que mi vagina había sufrido un trauma, por lo que se había contraído totalmente, hecho que también ocurre a mujeres violadas. Por ello, y para usar un término común, sufres una especie de vaginismo.

 

Mejorado el suelo pélvico, no llega el deseo

Así, tras muchas sesiones de masaje y terapia, conseguí solucionar el problema. Pese a ello, seguía sin volver a la normalidad sexual que recordaba. Ya no vivía noches fogosas con mi pareja, no tenía esas ganas locas por acostarme con él. En cambio, me sentía muy unida a él: nuestra intimidad había cambiado.

"Gracias Winona por cedernos la foto"

¿Cómo es la sexualidad de las madres?
 

Empecé a informarme, a hablar con otras madres, a leer y a escuchar mi cuerpo. Fue entonces cuando todo empezó a tener un poco más de sentido.

Mi cuerpo y mi vida estaban totalmente entregados a mi hijo: la leche de mis pechos lo mantenían nutrido, por lo que mi cuerpo producía una hormona llamada prolactina que inhibe nuestra libido.

Por otro lado, toda mi oxitocina iba dirigida a mi hijo, a cuidarlo, a alimentarlo, a aguantar despierta durante las largas noches. Se trataba de un proceso totalmente biológico y natural.

Estaba tan centrada en maternar que ni mi mente ni mi cuerpo conseguían excitarse de forma natural como antes.

El sexo dejó de ser una prioridad

Conforme he ido conociendo a más madres, todas coincidíamos en que el sexo no entraba en nuestras prioridades ahora mismo.
Algunas, después del parto, viven su sexualidad con mucho miedo; otras, como una obligación; otras, cuando sus parejas empiezan a besarlas, tienen miedo de que vaya a más y tener que poner el freno, por lo que empiezan a evitar los besos, las caricias y las muestras de afecto.

¿Falta de deseo en la pareja?

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Aunque cada una lo vive a su manera, todas lo hacemos desde una perspectiva común: en la intimidad y el silencio. Nos da vergüenza comentarlo con el resto de las madres y, aunque todas lo sepamos, ninguna lo menciona. Así, lo que realmente es una respuesta perfectamente natural a un fenómeno tan complejo como la maternidad, se convierte en un problema cada vez más grande.

 

¿Qué ocurre con la vida sexual de las madres?

Entonces, ¿qué ocurre con la vida sexual de las madres? ¿Existe? ¿La elegimos nosotras o la eligen por nosotras? ¿Por qué nadie nos pregunta a las protagonistas, en vez de dar por hecho qué es lo que necesitamos?

Yo creo, que, si nos preguntaran, si se nos tuviera en cuenta, seguramente muchas explicaríamos cómo cambian las muestras de cariño y nuestra intimidad; cómo, durante un tiempo, pasamos de ser amantes a una especie de compañeros y, también, cómo nos gustaría sentirnos: sin presiones por el fin de las “cuarentenas” y sin comentarios del entorno. En cualquier caso, esto no es más que mi opinión. Ojalá llegue un momento en el que todas puedan compartir la suya y sean tenidas en cuenta.


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