La historia de las no-monogamias consensuadas es parejocéntrica. Gran parte de la literatura sobre el tema ha respondido esta pregunta asumiendo que será una pareja previamente constituida la que realice acuerdos sobre cómo, cuándo y con quién se puede explorar la no-exclusividad sexoafectiva. A medida que nos movemos hacia modelos más horizontales o anarcorrelacionales, esta propuesta se queda corta. Aquí, te comparto una manera distinta de averiguar qué acuerdos necesitas para cuidar de ti y de tus vínculos.
Por Alba Centauri
Alba Centauri es psicóloga social, sexóloga y creadora de Poliactivismo, un espacio virtual que te brinda herramientas para construir relaciones más satisfactorias. Contacta con Alba si buscas compañamiento psico-sexológico, incluyente y feminista.
Las primeras reglas del poliamor
La palabra “poliamorosx” (poly-amorous) apareció por primera vez impresa en 1990, en un artículo de la activista neopagana Morning Glory Zell-Ravenheart titulado “A Bouquet of Lovers” (Un Ramo de Amantes). En él, Morning Glory detalla una serie de “estrategias para las relaciones abiertas responsables” entre las que encontramos reglas de marcado carácter jerárquico como: nunca poner energía en una relación secundaria cuando hay un conflicto activo en la relación primaria y el infame derecho de veto -que un miembro de la pareja le pida al otro terminar la relación secundaria si considera que está resultando destructiva para el vínculo principal.
Más acuerdos y menos reglas
Hoy, preferimos hablar de acuerdos en vez de reglas, pero la mayoría de recursos que nos guían para construirlos lo hacen desde la presunción de jerarquía. Como puede verse en “Opening Up”, un libro escrito por Tristan Taormino que incluye una checklist para diseñar tu relación abierta determinando en pareja dónde está la línea de la exclusividad. Eve Rickert y Franklin Veux definieron en “More Than Two” (Más Allá de la Pareja) la jerarquía en las relaciones no-monógamas como una dinámica de poder específica en la cual los acuerdos de la pareja primaria prescriben y limitan lo que cada uno de sus miembros puede hacer en relaciones secundarias. Algunos ejemplos de acuerdos jerárquicos son: no tener más de X número de citas con la misma persona, no acostarse con otras personas por separado o con más de X frecuencia, no enamorarse, no pasar la noche fuera o priorizar siempre la relación principal a la hora de repartir el tiempo libre y programar encuentros.
En el muy popular “Ethical Slut” (Ética Promiscua) encontramos la palabra acuerdos 104 veces en sus apenas trescientas páginas. En esta oda a los acuerdos claros y concretos, Dossie Easton y Janet Hardy insisten en la importancia de tenerlos por escrito -especialmente los concernientes a la protección frente a ITS/G (Infecciones de Transmisión Sexual/Genital) - y nos comparten una muestra de acuerdos habituales entre las personas que ellas conocen: no realizar ciertos actos sexuales con otras personas, mantener puestos los símbolos de la relación (como el anillo de matrimonio) o tener listas de personas con quienes no se puede follar. Casi todos, también jerárquicos. Aunque aquí, al menos, las autoras apuntan hacia la posible construcción de otro tipo de acuerdos menos centrados en lo que se hace por fuera y más en lo que sucede dentro de la relación; como pedir palabras de reafirmación o mimitos extra a tu vínculo cuando regresa de su cita con otra persona.
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¿Qué hay de malo en que los acuerdos sean jerárquicos?
Mi respuesta es: nada, siempre y cuando informemos de ello a nuestros nuevos vínculos. La gracia de las no-monogamias consensuadas es que cada quien pueda construir sus relaciones como le dé la gana. Los acuerdos jerárquicos pueden funcionar muy bien cuando preservar el vínculo primario es importante porque hay crías, hipotecas u otras cosas similares en juego.
Sin embargo, desde una posición política y ética defensora de la autonomía, vale la pena preguntarnos: si no tengo que consultar a mi pareja de qué color teñirme el pelo o cuándo salir con mis amigas -basta con avisar, ¿por qué debería acordar con ella con quién o cuándo compartir mi cuerpo, mi sexualidad, y de qué manera?
Además, los acuerdos jerárquicos con frecuencia imponen simetría en los límites y necesidades (si yo no puedo hacer X, tú tampoco) y pretenden ser de aplicación universal (todas las veces hacemos X), quizá invisibilizando nuestra diversidad.
¿Los acuerdos restrictivos evitan que nos hagamos daño?
Si bien este tipo de acuerdos jerárquicos sobre lo que podemos o no hacer por fuera de la relación han sido la norma y el patrón en las no-monogamias, sobra decir que no garantizan que nos estemos cuidando ni previenen que nos hagamos daño. ¿Acaso cuánta agencia tenemos sobre si vamos o no a enamorarnos? También es importante recordar que ningún acuerdo está blindado contra ser olvidado o roto. Y -aunque solemos creer que quienes rompen los acuerdos lo hacen por desinterés o descuido- yo opino que la mayoría de veces esto sucede porque no está del todo claro cómo implementar el acuerdo en algunas situaciones (es imposible prever todos los escenarios futuros) o porque no había un acuerdo real; pues pensamos que enunciar nuestros deseos obliga al otro a satisfacerlos “sI nOs AmA dE vErdaD”, incluso cuando no se ha comprometido explícitamente.
Los acuerdos “hacia adentro”
Por todo lo anterior, quiero compartirte algo que he descubierto en mis 7 años trabajando con personas no-monógamas… Son los acuerdos hacia adentro, aquellos que tratan sobre los cuidados que vamos a recibir al interior de la relación, los que realmente velan por nuestro bienestar y brindan seguridad a nuestros vínculos; generando certezas de que las necesidades como el tiempo de calidad o el reparto equitativo de las tareas del hogar serán atendidas.
Las necesidades insatisfechas
En las consultas sobre celos, por ejemplo, es común encontrar personas que sienten un malestar intenso pese a que se está cumpliendo a rajatabla lo pactado; simplemente porque tienen necesidades insatisfechas (a veces desde antes de practicar la no-exclusividad).
Lee el artículo de la psicóloga Magy García Senlle. Conocerás más de cerca a nuestros queridos celos y aprenderás a gestionarlos de forma sana.
Percibimos como un descuido doloroso que quien amamos tenga tiempo, iniciativa o energía para planear citas, arreglarse al salir u organizar viajes con otra persona si conmigo hace tiempo no realiza estos gestos (especialmente cuando llevo tiempo pidiéndolos).
Generar acuerdos más restrictivos sobre lo que hace o deja de hacer con otra gente no solucionará mi rabia o tristeza, obtener los cuidados que deseo quizá sí. En otra consulta habitual, un integrante de la pareja quiere explorar la apertura romántica/sentimental/afectiva pero el otro quiere limitar la intimidad emocional con terceros. Los acuerdos hacia adentro nos posibilitan resolver este dilema de una forma distinta a terminar el vínculo o coartar la libertad, buscando maneras alternativas a la jerarquía de darle a la persona más cerrada confianza en la relación.
¿Sobre qué temas debemos pactar acuerdos?
Por último, es fundamental entender que no hay una lista de temas sobre los cuales tengamos que acordar todas las personas en relaciones no-monógamas. Los acuerdos son una herramienta para resolver el conflicto que nace de tener límites, necesidades, deseos o expectativas diferentes a las de nuestros vínculos. Es inevitable tener desacuerdos, porque somos diversxs. Pero sabemos cuidarnos tácitamente (¡por algo nos gustamos!) y valorar lo que hace al otro distinto. Yo recomiendo reservar la negociación de acuerdos explícitos para aquellos asuntos en los cuales nuestras diferencias crean malestar reiteradamente. Tampoco será posible llegar a acuerdos siempre -y esto no significa que la relación deba terminar. Aunque si necesito legislar cada detalle para estar bien, quizá no somos suficientemente compatibles.
¿Te ha ayudado este artículo? ¿Qué acuerdos has pactado con tus vínculos? ¿Cómo han evolucionado tus límites y necesidades en el tiempo? ¡Comparte tu visión y conoce otras distintas en el foro!
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