Un cuckold obtiene placer cuando su pareja (yegua) practica sexo con un tercero (toro). Christine Janson, editora y escritora de literatura erótica, ha llevado a cabo un encuentro con un «toro» y una «yegua» para descubrir más sobre este tipo de juego.
¿Qué es un cuckold?
«¿Te interesaría escribir algo sobre el cuckolding?», me preguntó un atractivo hombre en Facebook. Me parece emocionante encontrarme con personas inusuales y escribir sobre ello, ya que el amor sexual tiene muchas caras. Me interesan las situaciones en las que alguien puede reconocer de manera auténtica su propia forma de erotismo, siempre y cuando todas las personas implicadas hayan decidido participar voluntariamente.
Desciendo lentamente por las escaleras para llegar al bar Venusberg, bastante emocionada antes de mi encuentro con un «toro» y su «yegua», que quieren hablarme acerca de una particular variante de la sexualidad. No sé mucho sobre cuckolding, solo que se trata de una mezcla particular de swinging y SM. Soy la primera en llegar al bar y me siento en un taburete alto en la mesa de los clientes habituales; antes de que pueda pedir algo para beber, recibo un SMS. Un saludo del «toro» que, con una foto de su enorme pene erecto, ya me prepara con antelación para su llegada.
Antes de que pueda plantearme si eso me parece bien o no, un hombre extremadamente atractivo de pelo oscuro y unos 40 años entra en la sala; su presencia masculina me impresiona. Casualmente, mi mirada se pierde entre sus piernas y me imagino cómo será su pene. Con gran habilidad, ha desviado mi atención directamente hacia su mejor parte. Me saluda con un firme apretón de manos y, al mismo tiempo, me mira fijamente a los ojos. «Hola, me llamo Ray», dice para presentarse, y yo tengo mucha curiosidad por descubrir más sobre él.
Voy al grano bastante rápido: «¿Qué es un cuckold?». «Es una palabra inglesa que hace referencia a una característica especial del cuco, que pone sus huevos en nidos de otras aves. En sentido figurado, un cuckold es una persona que incluso acepta a los hijos que su mujer ha concebido con otros hombres. En castellano se hablaría de un "marido cornudo".
Hay hombres que me envían a sus mujeres para que les proporcione aquello que ellos no pueden darles. Soy el "toro", que disfruta de su creatividad sexual y su potencia con las mujeres y domina a la pareja. Esto ya queda claro cuando establezco el entorno externo completo: cuándo, cómo y dónde tiene lugar el encuentro, qué debe llevar puesto la mujer, y si el hombre puede estar o no presente».
¿Qué atractivo tiene esto para el marido?
A decir verdad, aún no me lo puedo imaginar. «Es decir, ¿le echas un polvo? ¿Qué atractivo tiene esto para el marido?». «Naturalmente, el hombre también está involucrado de forma indirecta, ya que la mujer le cuenta todo con detalle. En ocasiones, ella incluso debe llamarle cuando estoy dentro de ella y describirle con exactitud lo que está sintiendo o lo que tiene que hacerme en ese momento».
Pienso para mí misma: «Bueno, yo me pondría bastante celosa si mi pareja me contase lo estupendo que ha sido el sexo con otra mujer». Debe de haber algo que no he entendido bien. Ray me observa con atención y se da cuenta de que aún me debe otras explicaciones. «Los hombres que se deciden por esta variante sexual son muy particulares. En la mayoría de los casos, no son muy activos sexualmente y, a menudo, su talla no es suficientemente grande para sus mujeres, por lo que quieren vivir su propia falta de potencia a través del “toro”.
Además, también deben tener una tendencia a la sumisión, ya que obtienen una gran parte de su placer de la humillación. Les explico cómo su “yegua” puede llegar al éxtasis con un “toro” y que, bajo el control de este, tal vez haga cosas que nunca habría hecho en casa. Después les envío como prueba un vídeo en el que su pareja, por ejemplo, le hace por primera vez una mamada completa a un hombre hasta dejarlo seco».
¿Hasta dejarlo seco? Se me pone la piel de gallina y, al imaginar la situación, viene a mi mente un vampiro sediento de sangre. «¿Quieres ver uno de esos vídeos?», añade el «toro» guiñándome el ojo; evidentemente, tiene una predisposición al exhibicionismo. Por supuesto, tengo curiosidad por ver su pene en acción y miro fascinada su iPhone, en el que una mujer menuda se arrodilla ante un hombre bien dotado y le hace una mamada con abnegación. ¡No os preocupéis, chicas, el «toro» fue discreto y no se podía reconocer ninguna cara! «Después tiene que tragárselo todo, ¡hasta la última gota!», añade Ray orgulloso. «Entonces no tiene nada que ver con vampiros», pienso ligeramente decepcionada; al fin y al cabo, tragar esperma no es algo tan fuera de lo normal.
Con cualquier otro hombre, habría sentido repugnancia si me hubiese enseñado un vídeo de su pene, pero Ray resulta tan encantador que es imposible reprocharle nada. Y tal vez también sea este su secreto, la razón por la que es tan popular entre las mujeres y, al mismo tiempo, los hombres pueden aceptarlo. Detrás de su fuerte dominancia natural se esconde un hombre con una gran empatía por los demás. Sabe exactamente hasta dónde puede llegar.
Como en todas las prácticas sexuales y sobre todo en el BDSM, es importante comunicar tus deseos y necesidades y sentimientos y... bueno, todo lo que te puedas imaginar. ¡Y tan importante como hablar es escuchar!
Si tu pareja tenía en mente una práctica hace tres meses, semanas o días, no significa que tenga que parecerle bien ahora. Así que mantén siempre los ojos y los oídos abiertos.
Simplemente siento qué les produce placer a las mujeres
«¿Qué haces exactamente con las mujeres?», quiero saber. Ray levanta su vaso y, mientras bebe, sus ojos me atraviesan. «Simplemente siento qué les produce placer. Soy un hombre muy dominante y mi experiencia que demuestra que a muchas mujeres les encanta que las dirijan con respeto».
No me cabe duda de ello. Cuando me levanto para ir al baño, siento su mirada en mi trasero. «El vestido que llevas resalta el culo tan hermoso que tienes. Me gustaría darle a probar el beso del látigo», me dice flirteando cuando vuelvo. De no ser porque prefiero tener yo misma el látigo en la mano, podría haber caído rendida ante él en ese momento.
«¿Tienes algún límite?», pregunto con curiosidad. «¡Sí, claro! Siempre uso condones y dejar embarazada a la mujer de otro es algo que no aceptaría de ninguna manera». ¿Dejar embarazada a la mujer de otro? Nunca había pensado en eso.
«¿Cómo conociste a tu “yegua”, que pronto se unirá a nosotros?», pregunto con curiosidad. «Ah, bueno, eso fue fácil. Me encontró en JOYclub. Allí hay un foro sobre el tema cuckold y parece que le gustaron las referencias que había en mi libro de visitas», ríe el «toro» misteriosamente.
«Después quedamos en una cafetería y yo asumí que, en ese encuentro, primero hablaríamos y nos conoceríamos un poco, sin compromisos. Pero solo una hora después, ya le escribió un SMS a su novio para decirle que tenía ganas de mí y que se iba directamente a mi casa para echar un polvo. ¡Así de simple! Después nos fuimos a mi casa y lo pasamos estupendamente. Incluso durante unos cuantos años, ella me visitaba entre dos y tres veces por semana».
Esta forma de relación como nuestra forma especial de vida
¿Cómo debe ser esa mujer que toma la iniciativa directamente en la primera cita? Sin duda, una mujer bastante robusta y fuerte, pienso. Pero la persona joven y menuda de pelo castaño a lo paje que aparece pocos minutos después en el local tiene poco que ver con mi fantasía. A primera vista parece bastante tímida y reservada, pero sus ojos despiertos y hermosos me observan con atención. «Hola, soy Severin», dice para presentarse, con una voz suave pero decidida. Su apretón de manos es débil, pero aun así siento su fuerza interior.
La expresión facial de Ray parece transformarse cuando se inclina hacia Severin y la abraza. La dulzura de sus ojos me conmueve y me permite vislumbrar la otra cara de este hombre dominante. «A ti y a tu pareja, ¿cómo se os ocurrió invitar a otro hombre a vuestra relación?», le pregunto.
«Conocí a mi pareja cuando tenía unos veinte años y estábamos muy enamorados, pero desde el principio tuvimos claro que había algo que no funcionaba correctamente en nuestra sexualidad. Conrad, mi novio, siempre quería que yo lo dominase, pero yo no podía. Yo misma soy bastante sumisa. Así que ambos teníamos un gran problema: nos queríamos, pero nos faltaba el estímulo sexual porque ambos queríamos asumir el mismo papel.
Después empezamos a experimentar con otros hombres que nos proporcionan lo que nos falta: una dominancia fuerte, que nos excita a los dos. Desde entonces nos va realmente bien en lo que respecta a nuestra sexualidad y hemos descubierto esta forma de relación como nuestra forma especial de vida».
A él le excitan sus propios celos
«Entonces, ¿tu pareja nunca está celosa?», pregunto con precaución. «Sí, claro que es celoso», contesta Severin riendo como una jovencita inocente. «Le cuento exactamente todo lo que hago con los hombres. Pero eso es precisamente lo que le pone: ¡le excitan sus propios celos!».
Lo comprendo, y yo en ocasiones también me he dado cuenta de que me excita imaginarme cosas que, en verdad, me ponen celosa. No obstante, no me gustaría que ocurriesen en la realidad. Sin embargo, parece que un cuckold no tiene ningún problema al respecto; al contrario, parece ser una parte de su forma de satisfacer sus deseos.
Encuentro a Severin encantadora, parece muy fuerte y decidida a pesar de su delicadeza. Creo que es admirable que esté dispuesta a tomar un camino sexual tan inusual y a amar de forma tan auténtica, a pesar de que para la mayoría de las personas se trata de una forma de relación y de convivencia más bien extraña. «Amo a mi marido por encima de todo», añade. «Incluso hemos tenido un hijo juntos». «Ajá, parece que de vez en cuando sí que tienen sexo», se me pasa por la cabeza. ¿O tal vez sea otro hombre el que la dejó embarazada? Por lo menos no puede ser de Ray, ya que él no lo hace, tal y como me ha informado.
«¿Te has encontrado en alguna ocasión con la pareja de Severin?», pregunto a Ray. «¡Sí! Ordené que, antes de mi llegada, debía estar sentado sobre una silla en la cocina, atado, con las piernas abiertas y los ojos vendados. Una posición de total indefensión, en el que él debía escuchar impotente lo que yo, el “toro”, le hacía a su mujer. Después, lo humillé un poco físicamente con el látigo y le dije que iba a darle una buena satisfacción a su mujer en su propia casa. Era una noche cálida de verano, la puerta del balcón estaba abierta y sabía que los vecinos podían observarnos.
Veo la situación con claridad, como si hubiera ocurrido ayer. Le eché un polvo a Severin en todas las habitaciones de la casa, y en cada habitación le quitaba una prenda más de ropa que dejaba caer al suelo. Me excitó enormemente que ambos estuviesen tan desinhibidos y que tampoco intentasen ocultar a sus vecinos su peculiar afición. No sé si realmente nos vio alguien, pero solo la idea de que existiese esa posibilidad me puso muy caliente».
Solo mi marido me puede llevar al clímax
«¿Y con tu marido puedes llegar al orgasmo?», se me pasa repentinamente por la cabeza. En este momento cambia la expresión facial del «toro» y me doy cuenta de que he tratado un tema delicado. «Solo llego al orgasmo con mi marido», reconoce Severin con seriedad, como si fuese lo más natural del mundo. ¡Vaya! Esto es algo que tengo que procesar. «Es decir, con Ray, con quien tanto te diviertes, con quien a menudo te pasas todo un fin de semana follando, no llegas al orgasmo?»
Debo decir que ahora estoy bastante sorprendida. «¡Sí, es cierto!», añade el «toro» uniéndose de nuevo a la conversación. «No estaba seguro de si ella querría hablar del tema». «¿Solo puedes tener un orgasmo con tu marido, o solo quieres tenerlo con él?», le pregunto con interés. «Simplemente, solo mi marido me puede llevar al clímax.
Vuelvo a casa después de una tarde emocionante con mi “toro” y le cuento a mi marido todos los pormenores. Él se lo imagina con todo detalle y eso le excita. A mí me excita poder ser dominante ante él en ese momento. Al narrarle lo ocurrido, le proporciono placer, y eso aumenta mi propia excitación. Además, me gusta mucho poder compartir el momento de mayor intimidad solamente con mi pareja», añade Severin orgullosa.
Al «toro», todo este tema no le resulta demasiado cómodo, pero a pesar de ello se enfrenta a la situación con confianza. «¿No te molesta no poder poseer a tu “yegua” de forma exclusiva y no poder proporcionarle nunca un placer completo?», le pregunto con algo de provocación. «Bueno, ¿sabes? Un “toro” también tiene sus límites, y yo disfruto de la confianza especial que me ofrece cada mujer. Solo esto ya es una experiencia fantástica.
Además, naturalmente, al “toro” le excita tener que buscar ideas para que, en algún momento, su “yegua” finalmente acabe desbordada por su propio orgasmo». Él sonríe en silencio; probablemente, este maestro de la seducción ya esté planeando su próximo golpe. Creo que es muy romántico que Severin ame tanto a su marido que solo quiera compartir con él su momento más íntimo, y esto la hace muy simpática a mis ojos.
Me impresiona lo mucho que se respetan mutuamente estas tres personas y lo mucho que pueden disfrutar esta forma de sexualidad sin avergonzarse ni sentirse culpables por ello. ¿Podemos tener relaciones sexuales con muchas personas pero tal vez solo amar a una? Con esta idea romántica me despido de los dos. Cuando llego a casa, recibo otro SMS de Ray: «¿Tal vez te apetece ver alguna vez cómo monto a una yegua delante de su marido?». Este hombre sabe cómo hacer volar mi imaginación. La verdad es que sí que me excitaría …
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