A todos nos gusta probar cosas nuevas. Por eso, cuando NataliaShibari me propuso experimentar por primera vez esta técnica japonesa, no me lo pensé dos veces. Este es el relato de cómo una lega del Shibari descubre lo terapéutico, erótico y estético de esta práctica.
Por Cecilia Bizzotto
Cecilia Bizzotto es socióloga, portavoz y creadora de contenido para JOYclub. Divulga sobre sexo y placer desde un enfoque feminista, fomentando una visión desestigmatizada de las fantasías y las sexualidades alternativas.
De la tortura de los samuráis al arte erótico
El Shibari es una antiquísima técnica de tortura, retención e inmovilización inspirado en artes marciales de los samuráis japoneses del siglo XV. Se trataba de un atado muy ritualizado con el que no se pretendía generar daños permanentes en el prisionero, sino evitar una posible fuga. Basándose en esta filosofía y en el ritual del antiguo Shibari, nace hace unos 100 años una práctica cuyo objetivo último es erótico, artístico e incluso terapéutico.
¿Arte o terapia?
Esta práctica no es algo inerte, sino que adopta una forma u otra en función de quién ate (rigger) y quién sea atado (rope bunny o bottom). “Hay tantos tipos de Shibari como practicantes de esta disciplina”, cuenta NataliaShibari. Algunos lo utilizan en sus juegos sexuales o prácticas sexuales, imitando aquellas torturas medievales de los samuráis y otros lo hacen con un fin más terapéutico que erótico.
Para ella, “el Shibari es una comunicación silenciosa entre dos o más personas, que puede llegar a ser muy profunda e incluso dar lugar a un trance terapéutico”. De hecho, cuenta que después de las sesiones de Shibari, algunas bottoms se sienten relajadas e incluso hay quien se siente más empoderada, a gusto con su cuerpo y con mayor fortaleza para afrontar problemas de su vida cotidiana.
Como NataliaShibari aprovecha los efectos de esta técnica para trabajar con las emociones de la persona atada y de sí misma, el previo a la sesión adquiere mucha importancia. Antes de nada, decide junto con la parte bottom qué quiere trabajar: el abandono, la tristeza, bloqueos emocionales…
Durante la sesión implica atar y se puede experimentar dolor siempre y cuando sea un dolor placentero y, en ocasiones, es un recurso muy interesante para acercar más a la persona al trance. Sin embargo, destaca:
La importancia de la persona atada
Por todo lo anterior, defiende que hay que abandonar la tendencia reciente de usar al bottom como un mero objeto con el que el rigger muestra sus dotes con las cuerdas. Al final la sesión es fruto de la improvisación y acuerdo entre las dos partes. En su experiencia, el Shibari puede ayudar a generar un vínculo de confianza bastante más rápido y certero que cualquier otra forma de comunicación:
Cecilia Bizzotto contra las cuerdas
Yo nunca había sido atada ni había presenciado una sesión de Shibari. Así que cuando me propuso estar contra sus cuerdas, no me lo pensé. Sin embargo, días antes comencé a arrepentirme: “¿Y si salgo mal en el video? ¿Qué ropa debería ponerme? ¿Y si hago algo mal?” Por suerte, me dejé llevar.
Una soleada tarde de sábado llegó NataliaShibari con sus cuerdas de fibras naturales bajo el brazo. Habíamos hablado un par de veces por teléfono, por lo que me sentía segura con ella. Así que, antes de que se fuera la luz natural, preparamos todo para las cuerdas y la suspensión.
Todo empezó con un abrazo. Ella me abrazaba con una fuerza que no imaginaba que pudiera tener, mientras que yo me dejaba escurrir entre sus brazos. Primero tanteó la elasticidad y la relajación de mis músculos, marcando sus movimientos con firmeza para que me dejara llevar. No tengo ningún problema en ceder el control, así que hizo conmigo lo que quiso.
Pronto empecé a entender lo que ella quería decir cuando hablaba de esta disciplina: no se trata solo de un bonito macramé sobre cuerpos humanos, sentí algo más. ¿Qué? Difícil de describir. Sentí la vigorosidad de sus movimientos, pero también su ternura. Las cuerdas eran un abrazo constante, quizá una extensión de sus brazos y sus manos.
Al principio sentía mi cuerpo pesado como una losa, imposible de levantar. Pero en un segundo algo cambió y empecé a volar. Si bien había una entrega total por mi parte, hasta el punto de que mi integridad física dependía de ella cuando me suspendía, también me sentí empoderada. Colgando de las cuerdas había olvidado aquellos temores sobre cómo saldría en el vídeo o sobre mi aspecto físico. Simplemente, no pensaba en nada, un estado de relajación que pocas veces he alcanzado. A eso se refería NataliaShibari cuando me dijo que: “Las cuerdas te aterrizan al presente. Es un instante en el que el mundo desaparece y solo existe esa persona a la que estoy atando.”
¿Y después? Placer sexual. Como cuando te duchas después de hacer deporte o los minutos que siguen al orgasmo. Las tensiones de las cuerdas sobre mi cuerpo y sus abrazos exprimidores, liberaron mis endorfinas y solo sentía una extraña sensación de placer, que apaciguaba el ardor que las cuerdas habían generado en mi piel.
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