Últimamente creo que hay un efecto óptico en el mundo que hace que cuando parece que las cosas van hacia delante, en el fondo van hacia atrás. Bajo esa ilusión creemos conquistar hitos evolutivos en materia de igualdad de género, apertura sexual/ relacional y gozar de mayor libertad artística, pero son el espejismo de un muro que avanza del revés.
Por Sandra Torralba
Y cuando creíamos que éramos iguales y mas libres, va y no.
O quizá la realidad es como la paradoja de Schrödinger. La del gato que está vivo y muerto a la vez. Que hay una realidad libre que avanza, en la que hemos conseguido colar nuestro brazo y teta izquierdos pero el resto del cuerpo se nos ha quedado atascado en esa otra zona de la realidad, regentada por una inquisición cultural que todo lo toca, mancha y detiene.
Que hace que lo natural parezca raro, lo bonito se vuelva feo, y se nos olvide el original y acabemos comprando copias.
Sirva como ejemplo lo que pasa con el pezón femenino, que se ha hipersexualizado tanto que ya nadie se acuerda que esa sexualización no es inherente a él sino que pertenece a la mirada. Y se lo banea socialmente, como si fuera gritando sexo por el simple hecho de ser.
Y esta lógica que obliga a esconder un pezón es la misma que la que del burka, una lógica que al final sirve para perpetuar el privilegio masculino y legitimar el control y explotación de los cuerpos. Porque para vender hipotecas si podemos destaparlos.
Y cuánto más pienso más cierto me parece que estamos con el gato entre dos mundos.
Como cuando por fin podemos localizar el clítoris en el mapa y exigir los orgasmos que siempre pudimos tener y que no nos habían contado y de repente en RRSS recrudecen sus normas para prohibir la menstruación bajo el epígrafe de fetiches sexuales - junto a canibalismo - True Story. Id a ver.
Pero he aquí lo bonito, siempre que hay una historia de opresión hay también una historia de resistencia, y ahí es dónde nos colocamos todos los que estamos aquí, ahora, resistiendo.
Hablo de vosotros los que me leéis en este momento, hablo de Joyclub, plataforma dedicada a crear espacios de libertad para todos y hablo de los artistas plásticos que exponemos en ella ahora. Hablo de mí.
Me presento: soy Sandra Torralba, y soy una de esos estos coleccionistas de cuentas eliminadas en redes sociales, infractora reincidente de la moral y también de la doble moral, artista erótico porque me gusta acalorar a traición, cuando me cuelo dentro de las cabezas con mi imaginario. Trabajo por legitimar el arte erótico como arte y por la inclusión de un arte en femenino y feminista en los circuitos artísticos.
Hablo de Pachu Torres, a quién reconoceréis por esa sinestesia entre erotismo y colores neón y porque nos incendia con solo un fragmento de una escena. En un mundo donde la gente confunde el BDSM con modos relacionales, él sigue explorando y retratando ampliamente escenas de mujeres que disfrutan con la sumisión y eso, es de osados, dentro de este contexto.
Y de Nudencre, que a raíz de una relación a distancia se dio (por necesidad) al arte erótico. Ahora que su pareja ya ha regresado, pues tampoco nos iba a dejar tirados.
Ella retrata el placer de forma minimalista, en trazos negros, sobre fondo blanco, y nos hace creer que nos retrata a ti y a mí, comiéndonos la boca.
Ojalá no hubiera dos mundos, ni dos gatos, ni estuviéramos constantemente en una batalla, pero hoy por hoy esta es nuestra historia compartida de resistencia.
El arte si no es libre, no es arte. Gracias por venir a defenderlo.
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