Noches de Luna Llena. Pt.2

****f79 Hombre
371 Publicación
Autor de un tema 
Noches de Luna Llena. Pt.2
Ella sonrió y le siguió hasta el coche. Se sentó en el asiento del copiloto y se quedó dormida por el efecto de la dopamina liberada tras aquella experiencia. Cuando llegaron estaba profundamente relajada y le siguió silenciosamente con las manos unidas y la cabeza baja a la espera de su recompensa. Él acarició su cara y ató sus manos convenientemente. Tiró de la cuerda y ella avanzó haciendo sonar sus finos tacones por el suelo.

Entraron en la casa y subieron al cuarto de baño principal. El higiénico ambiente blanco tan bien iluminado contrastaba con la oscuridad de la sala de la cama redonda. Tal cual estaba, Él la colgó de la ducha con los brazos en alto y extendió una toalla con herramientas. Estirada sobre sus tacones tenía un precioso cuerpo remarcado por su vestido ajustado. Él disfrutó mucho viendo cómo asomaban las puntillas superiores de las medias descubiertas por el escueto vestido. Luego pasó una barra entre sus piernas y enganchó sus tobillos obligándola a mantener las piernas separadas. Después enganchó perpendicularmente otra barra a un metro de altura en la pared y fue subiendo el otro extremo agarrado por la mano. Los dos se miraron fijamente a los ojos cuando la barra comenzó a subir el bajo del vestido y ella abrió sus ojos y su boca de par en par cuando la barra comenzó a separar sus labios vaginales dejándola casi en vilo. Con su otra mano, lanzó un golpe con una suave fusta de cuero. El pequeño salto hizo que explotara su sistema nervioso y su corazón se aceleró. Ella comenzó a jadear. El picor del fustazo sobre su muslo, la presión entre sus piernas, la tensión en sus brazos...

Él estaba disfrutando. Mucho. Ella lo percibió en sus ojos y se excitó muchísimo, tanto que al segundo golpe comenzó a frotarse con la barra buscando el orgasmo que se avecinaba pero Él se apartó para desnudarse. Ella gruñó jadeante y temblorosa por la frustración. Cuando apareció ante ella, desnudo, con la polla completamente hinchada y venosa, lo deseó. Quería sentirlo muy dentro, quería que se follase su boca y disfrutar de su sabor. Él volvió a colocar la barra entre sus piernas y la miró desafiante. Abrió el grifo y un chorro de agua helada cayó sobre ella. Gritó. Otra explosión en su sistema nervioso. Otra excitante imagen para Él.

Ella colgaba agotada, temblando de frío y placer, de puntillas sobre sus tacones, con el vestido mojado pegado a su piel remarcando su cuerpo. Precioso. Los pezones puntiagudos le desafiaron. Él abrió el grifo de nuevo y agua templada recorrió su cuerpo. Ella lo agradeció y una sensación de placer invadió su vagina. El agua cesó y el subió la barra apretando su sexo. Placer. El agua fría volvió a sacudirla. Temblando de frío, con los zapatos encharcados y el coño apretado con la barra frotando su clítoris. Cuando pensaba que no podía más, Él agarró sus tetas. Las disfrutó como nunca antes. Ella lo sintió y se puso muy cachonda, más que nunca. Su deseo creció. La besó, mordió, chupó de mil maneras pero el orgasmo no llegaba, Él no lo consentía. Estaba decidido a llevarla hasta la locura.

Con una mano tiró de su escote y sus tetas quedaron al aire. Los pezones, erectos por el agua fría estaban muy sensibles y cada caricia era otro latigazo en su coño. Cuando Él le puso las pinzas en los pezones creía que iba a morir de placer. Cada pinza tenía una cadena que Él enganchó con un pequeño mosquetón a la barra de modo que cada vez que la bajaba, liberaba su clítoris pero tiraba de sus pezones. Comprobó el funcionamiento del mecanismo unas cuantas veces y la dejó en esa postura unos minutos mientras recogía algunos utensilios de la toalla. Luego se acercó a ella y abrió el agua caliente mientras dejaba caer un aromático gel por su cuerpo. Con sumo cuidado fue enjabonando su cuerpo, frotando delicadamente cada centímetro, con devoción, con cariño y la limpió suavemente con una suave esponja. Eliminó los cuajerones de esperma y maquillaje de su cara, retiró los restos de lápiz de labios de su boca y dejó limpios su culo y entrepierna, pringosos de fluidos y lubricante.

A pesar del morbo que le producía estar recubierta de tan exclusivas lociones, agradeció sentirse limpia y el trato que le estaba dando. Él siguió dejando caer algunos chorros de un aceite por su escote haciendo que escurrirse por sus pezones, masajeando sus tetas y lubricando nuevamente su entrepierna. Luego, bajó la barra provocando un tirón e. Sus pezones e introdujo un juguete en su vagina. Éste contaba con dos salientes, uno que apretaba vibrando y succionando contra su clítoris y otro vibrador de cuentas que iban aumentando de tamaño que introdujo por su ano. Aquel extraño tridente fue introduciéndose poco a poco dentro de ella al volver a subir la barra liberando la tensión en sus pezones. Aquello le provocó tal avalancha de sensaciones en su cuerpo que sus piernas comenzaron a temblar de placer. Cerró los ojos y recapituló haciendo una lista en su cabeza escaneando cada sensación de arriba a abajo: la tensión de las cuerdas en sus muñecas y en sus brazos atados a la ducha sobre su cabeza, el aroma de las lociones, el agua caliente cayendo sobre su cara y escurriendo por su pecho, la presión de las pinzas sobre sus pezones, la tela del vestido mojada pegada a su piel, la tensión del vibrador penetrando bien a fondo en su vagina, el succionador en su clítoris, el dilatador vibrando en su ano, las medias presionando mojadas en sus muslos y los pies encharcados bailoteando sobre sus finos tacones.

-Mírate -le ordenó Él con voz sensual apartándose para que ella se pudiera ver en el gran espejo que había frente a la ducha-.

El espectáculo era grandioso.

-Gracias, gracias, gracias -murmuró ella con un hilo de voz incapaz de aguantar más-.

Viendo su propia imagen el espejo, como si de otra mujer se tratase en una pornográfica escena o retratada por algún pintor barroco. Se sintió una diosa a la que le traían una ofrenda de placer y sexo que sólo ella podía cumplir. Se sintió deseada, se sintió sensual, atractiva, poderosa. Al mismo tiempo, sumisa, deseaba complacerle a Él, dios que le proporcionaba aquel deseo, aquellos momentos de placer desmedido. Alguna ninfa violada por Zeus es sus escarceos sexuales. Aquello era tan excesivo que sintió que iba a explotar pero Él, sólo Él podía hacerla llegar a liberarse, cumplir sus deseos, llenarla de gozo y terminar aquella fantasía. Entonces se dio cuenta de que a través de la puerta Él había dispuesto la habitación para ella. Otro latigazo de placer la recorrió.

El volvió a colocarse frente a ella y la besó tirando de la barra tan fuerte que la elevó de manera que aquel juguete la invadió sin medida. Él fijó la barra a una altura que la obligaba a estar casi de puntillas de modo cada movimiento de pies suponía un latigazo, un contacto que le provocaba más placer. Entonces, Él cogió unas tijeras de la tijera y acarició su escote con ellas y las pasó sobre sus pezones haciendo que éstos ardieran. Acto seguido, comenzó a cortar la tela del vestido dejándola sólo con las medias y los tacones. El tacto del frío acero sobre su piel y el sonido de la tela desgarrándose provocó una vez más una oleada de placer. Tiró de sus brazos hacia arriba, estiró sus piernas, comprimió su abdomen y se asustó al sentir que sus piernas empezaban a temblar muchísimo, sin control. Él soltó el enganche de las piernas y la ducha liberándola. La ayudó a recuperar la verticalidad y, una vez recompuesta, desencajó la barra que mantenía aprisionado su sexo liberándola por completo.

Tiró de la cuerda y la llevó caminando tras Él hasta el dormitorio. Frente al televisor había colocado una banqueta acolchada de dos alturas, como un reclinatorio, con una serie de herrajes en los laterales. Tiró de ella y la arrodilló atando sus brazos para mantenerla quieta a cuatro patas con el cuerpo inclinado dejando su culo accesible. Trenzó su pelo y lo recogió con una cincha especial. Volvió a atar sus tobillos con la barra separadora y los subió doblando sus rodillas de forma que los tacones quedaban apuntando hacia arriba.

Enganchó en una dirección la cincha que recogía su pelo y en otro la cadenita de los pezones que pasaba por una polea de modo que, si bajaba los pies, tirase de los pezones. De nuevo, cada movimiento, por suave que fuera, daba un tirón que la provocaba. En la televisión del cuarto comenzó la emisión de una grabación realizada aquella misma noche. Cuando se dio cuenta de que era ella misma mientras aquellos tres jóvenes se la follaban, su vagina se comprimió y sintió el vibrador muy dentro. Él ajustó la cincha de manera que el pelo tirante la obligaba a mantener elevada la mirada y se colocó frente a ella. De la apertura del pantalón surgía su polla. Erecta, dura y venosa. La deseaba dentro de su boca, mucho. Entonces llegó el primer azote y ella gritó de puro placer. Aquella exhalación liberó parte de la energía y se dio cuenta de lo que estaba por llegar provocándola aún más, aumentando su deseo, excitándose sin límite. Los golpes, rítmicos y secos, hacían rebotar el aparato dentro de ella y, por el movimiento provocado por la violencia de los golpes, pequeños tirones en sus pezones que aumentaban la sensación de placer. Luego pasó a la fusta, que usó dando pequeñas y suaves caricias en sus nalgas adornadas con pequeños golpecitos sobre el tridente vibrador.

Era increíble lo que aquel hombre era capaz de crear para ella. Lo que era capaz de excitarla. Lo que lograba hacerla sentir. Ella sabía que era suya y se entregaba sin límites porque en sus manos alcanzaba, realizando sus fantasías, un placer que nunca hubiera imaginado.

Escuchó su propia voz gimiendo en el televisor y se vio a sí misma taladrada por uno de los tres jóvenes y su cuerpo reaccionó automáticamente preparándose para el orgasmo cuando la polla de Él entró a fondo en su boca haciéndola estallar. Sintió cómo lo tenía todo planeado y, llegados a aquel momento, Él había encendido la mecha follándose su boca. Cada embestida, cada movimiento, cada simple roce estimulaba una zona: pezones, pies, boca, pelo, año, coño... Sus manos asieron su cabeza y fue a más. Uno, dos, tres... Perdió la noción del tiempo y el espacio cuando toda la tensión acumulada en su core volvió a desbordarse en una especie de orgasmo continuado durante minutos. Su abdomen se contrajo junto a su perineo, su ano y su vagina y fue liberándose a espasmos. Uno tras otro, con cada espasmo, sintió su propia humedad brotar y cómo Él se unía llenando su boca de caliente esperma que fue resbalando por su barbilla.

Gritaron al unísono. Sí, gritaron, gimieron, gruñeron como animales liberados incapaces de aguantar más aquella tensión, en aquella mezcla de estímulos y placer que los rodeaban. Segundos, minutos o siglos, el tiempo había perdido su valor y quedaron en suspenso hasta que, jadeantes y temblorosos fueron recobrando el sentido. Con mucho cuidado, Él fue retirando los diferentes artilugios que había ido usando con ella y la ayudó a incorporarse para ir a la cama. Allí tumbados, se abrazaron y ella fue recuperándose sintiéndose completamente unida a Él.

Completando su propia fantasía, se acopló a su pecho y se quedó dormida mientras pasaba lentamente su dedo acariciando la fina y gastada pulsera de cuero de su muñeca.
****f79 Hombre
371 Publicación
Autor de un tema 
Había que darle continuación a la historia ideada por @***82
******avi Pareja
77 Publicación
Cita de ****f79:
Noches de Luna Llena. Pt.2
Ella sonrió y le siguió hasta el coche. Se sentó en el asiento del copiloto y se quedó dormida por el efecto de la dopamina liberada tras aquella experiencia. Cuando llegaron estaba profundamente relajada y le siguió silenciosamente con las manos unidas y la cabeza baja a la espera de su recompensa. Él acarició su cara y ató sus manos convenientemente. Tiró de la cuerda y ella avanzó haciendo sonar sus finos tacones por el suelo.

Entraron en la casa y subieron al cuarto de baño principal. El higiénico ambiente blanco tan bien iluminado contrastaba con la oscuridad de la sala de la cama redonda. Tal cual estaba, Él la colgó de la ducha con los brazos en alto y extendió una toalla con herramientas. Estirada sobre sus tacones tenía un precioso cuerpo remarcado por su vestido ajustado. Él disfrutó mucho viendo cómo asomaban las puntillas superiores de las medias descubiertas por el escueto vestido. Luego pasó una barra entre sus piernas y enganchó sus tobillos obligándola a mantener las piernas separadas. Después enganchó perpendicularmente otra barra a un metro de altura en la pared y fue subiendo el otro extremo agarrado por la mano. Los dos se miraron fijamente a los ojos cuando la barra comenzó a subir el bajo del vestido y ella abrió sus ojos y su boca de par en par cuando la barra comenzó a separar sus labios vaginales dejándola casi en vilo. Con su otra mano, lanzó un golpe con una suave fusta de cuero. El pequeño salto hizo que explotara su sistema nervioso y su corazón se aceleró. Ella comenzó a jadear. El picor del fustazo sobre su muslo, la presión entre sus piernas, la tensión en sus brazos...

Él estaba disfrutando. Mucho. Ella lo percibió en sus ojos y se excitó muchísimo, tanto que al segundo golpe comenzó a frotarse con la barra buscando el orgasmo que se avecinaba pero Él se apartó para desnudarse. Ella gruñó jadeante y temblorosa por la frustración. Cuando apareció ante ella, desnudo, con la polla completamente hinchada y venosa, lo deseó. Quería sentirlo muy dentro, quería que se follase su boca y disfrutar de su sabor. Él volvió a colocar la barra entre sus piernas y la miró desafiante. Abrió el grifo y un chorro de agua helada cayó sobre ella. Gritó. Otra explosión en su sistema nervioso. Otra excitante imagen para Él.

Ella colgaba agotada, temblando de frío y placer, de puntillas sobre sus tacones, con el vestido mojado pegado a su piel remarcando su cuerpo. Precioso. Los pezones puntiagudos le desafiaron. Él abrió el grifo de nuevo y agua templada recorrió su cuerpo. Ella lo agradeció y una sensación de placer invadió su vagina. El agua cesó y el subió la barra apretando su sexo. Placer. El agua fría volvió a sacudirla. Temblando de frío, con los zapatos encharcados y el coño apretado con la barra frotando su clítoris. Cuando pensaba que no podía más, Él agarró sus tetas. Las disfrutó como nunca antes. Ella lo sintió y se puso muy cachonda, más que nunca. Su deseo creció. La besó, mordió, chupó de mil maneras pero el orgasmo no llegaba, Él no lo consentía. Estaba decidido a llevarla hasta la locura.

Con una mano tiró de su escote y sus tetas quedaron al aire. Los pezones, erectos por el agua fría estaban muy sensibles y cada caricia era otro latigazo en su coño. Cuando Él le puso las pinzas en los pezones creía que iba a morir de placer. Cada pinza tenía una cadena que Él enganchó con un pequeño mosquetón a la barra de modo que cada vez que la bajaba, liberaba su clítoris pero tiraba de sus pezones. Comprobó el funcionamiento del mecanismo unas cuantas veces y la dejó en esa postura unos minutos mientras recogía algunos utensilios de la toalla. Luego se acercó a ella y abrió el agua caliente mientras dejaba caer un aromático gel por su cuerpo. Con sumo cuidado fue enjabonando su cuerpo, frotando delicadamente cada centímetro, con devoción, con cariño y la limpió suavemente con una suave esponja. Eliminó los cuajerones de esperma y maquillaje de su cara, retiró los restos de lápiz de labios de su boca y dejó limpios su culo y entrepierna, pringosos de fluidos y lubricante.

A pesar del morbo que le producía estar recubierta de tan exclusivas lociones, agradeció sentirse limpia y el trato que le estaba dando. Él siguió dejando caer algunos chorros de un aceite por su escote haciendo que escurrirse por sus pezones, masajeando sus tetas y lubricando nuevamente su entrepierna. Luego, bajó la barra provocando un tirón e. Sus pezones e introdujo un juguete en su vagina. Éste contaba con dos salientes, uno que apretaba vibrando y succionando contra su clítoris y otro vibrador de cuentas que iban aumentando de tamaño que introdujo por su ano. Aquel extraño tridente fue introduciéndose poco a poco dentro de ella al volver a subir la barra liberando la tensión en sus pezones. Aquello le provocó tal avalancha de sensaciones en su cuerpo que sus piernas comenzaron a temblar de placer. Cerró los ojos y recapituló haciendo una lista en su cabeza escaneando cada sensación de arriba a abajo: la tensión de las cuerdas en sus muñecas y en sus brazos atados a la ducha sobre su cabeza, el aroma de las lociones, el agua caliente cayendo sobre su cara y escurriendo por su pecho, la presión de las pinzas sobre sus pezones, la tela del vestido mojada pegada a su piel, la tensión del vibrador penetrando bien a fondo en su vagina, el succionador en su clítoris, el dilatador vibrando en su ano, las medias presionando mojadas en sus muslos y los pies encharcados bailoteando sobre sus finos tacones.

-Mírate -le ordenó Él con voz sensual apartándose para que ella se pudiera ver en el gran espejo que había frente a la ducha-.

El espectáculo era grandioso.

-Gracias, gracias, gracias -murmuró ella con un hilo de voz incapaz de aguantar más-.

Viendo su propia imagen el espejo, como si de otra mujer se tratase en una pornográfica escena o retratada por algún pintor barroco. Se sintió una diosa a la que le traían una ofrenda de placer y sexo que sólo ella podía cumplir. Se sintió deseada, se sintió sensual, atractiva, poderosa. Al mismo tiempo, sumisa, deseaba complacerle a Él, dios que le proporcionaba aquel deseo, aquellos momentos de placer desmedido. Alguna ninfa violada por Zeus es sus escarceos sexuales. Aquello era tan excesivo que sintió que iba a explotar pero Él, sólo Él podía hacerla llegar a liberarse, cumplir sus deseos, llenarla de gozo y terminar aquella fantasía. Entonces se dio cuenta de que a través de la puerta Él había dispuesto la habitación para ella. Otro latigazo de placer la recorrió.

El volvió a colocarse frente a ella y la besó tirando de la barra tan fuerte que la elevó de manera que aquel juguete la invadió sin medida. Él fijó la barra a una altura que la obligaba a estar casi de puntillas de modo cada movimiento de pies suponía un latigazo, un contacto que le provocaba más placer. Entonces, Él cogió unas tijeras de la tijera y acarició su escote con ellas y las pasó sobre sus pezones haciendo que éstos ardieran. Acto seguido, comenzó a cortar la tela del vestido dejándola sólo con las medias y los tacones. El tacto del frío acero sobre su piel y el sonido de la tela desgarrándose provocó una vez más una oleada de placer. Tiró de sus brazos hacia arriba, estiró sus piernas, comprimió su abdomen y se asustó al sentir que sus piernas empezaban a temblar muchísimo, sin control. Él soltó el enganche de las piernas y la ducha liberándola. La ayudó a recuperar la verticalidad y, una vez recompuesta, desencajó la barra que mantenía aprisionado su sexo liberándola por completo.

Tiró de la cuerda y la llevó caminando tras Él hasta el dormitorio. Frente al televisor había colocado una banqueta acolchada de dos alturas, como un reclinatorio, con una serie de herrajes en los laterales. Tiró de ella y la arrodilló atando sus brazos para mantenerla quieta a cuatro patas con el cuerpo inclinado dejando su culo accesible. Trenzó su pelo y lo recogió con una cincha especial. Volvió a atar sus tobillos con la barra separadora y los subió doblando sus rodillas de forma que los tacones quedaban apuntando hacia arriba.

Enganchó en una dirección la cincha que recogía su pelo y en otro la cadenita de los pezones que pasaba por una polea de modo que, si bajaba los pies, tirase de los pezones. De nuevo, cada movimiento, por suave que fuera, daba un tirón que la provocaba. En la televisión del cuarto comenzó la emisión de una grabación realizada aquella misma noche. Cuando se dio cuenta de que era ella misma mientras aquellos tres jóvenes se la follaban, su vagina se comprimió y sintió el vibrador muy dentro. Él ajustó la cincha de manera que el pelo tirante la obligaba a mantener elevada la mirada y se colocó frente a ella. De la apertura del pantalón surgía su polla. Erecta, dura y venosa. La deseaba dentro de su boca, mucho. Entonces llegó el primer azote y ella gritó de puro placer. Aquella exhalación liberó parte de la energía y se dio cuenta de lo que estaba por llegar provocándola aún más, aumentando su deseo, excitándose sin límite. Los golpes, rítmicos y secos, hacían rebotar el aparato dentro de ella y, por el movimiento provocado por la violencia de los golpes, pequeños tirones en sus pezones que aumentaban la sensación de placer. Luego pasó a la fusta, que usó dando pequeñas y suaves caricias en sus nalgas adornadas con pequeños golpecitos sobre el tridente vibrador.

Era increíble lo que aquel hombre era capaz de crear para ella. Lo que era capaz de excitarla. Lo que lograba hacerla sentir. Ella sabía que era suya y se entregaba sin límites porque en sus manos alcanzaba, realizando sus fantasías, un placer que nunca hubiera imaginado.

Escuchó su propia voz gimiendo en el televisor y se vio a sí misma taladrada por uno de los tres jóvenes y su cuerpo reaccionó automáticamente preparándose para el orgasmo cuando la polla de Él entró a fondo en su boca haciéndola estallar. Sintió cómo lo tenía todo planeado y, llegados a aquel momento, Él había encendido la mecha follándose su boca. Cada embestida, cada movimiento, cada simple roce estimulaba una zona: pezones, pies, boca, pelo, año, coño... Sus manos asieron su cabeza y fue a más. Uno, dos, tres... Perdió la noción del tiempo y el espacio cuando toda la tensión acumulada en su core volvió a desbordarse en una especie de orgasmo continuado durante minutos. Su abdomen se contrajo junto a su perineo, su ano y su vagina y fue liberándose a espasmos. Uno tras otro, con cada espasmo, sintió su propia humedad brotar y cómo Él se unía llenando su boca de caliente esperma que fue resbalando por su barbilla.

Gritaron al unísono. Sí, gritaron, gimieron, gruñeron como animales liberados incapaces de aguantar más aquella tensión, en aquella mezcla de estímulos y placer que los rodeaban. Segundos, minutos o siglos, el tiempo había perdido su valor y quedaron en suspenso hasta que, jadeantes y temblorosos fueron recobrando el sentido. Con mucho cuidado, Él fue retirando los diferentes artilugios que había ido usando con ella y la ayudó a incorporarse para ir a la cama. Allí tumbados, se abrazaron y ella fue recuperándose sintiéndose completamente unida a Él.

Completando su propia fantasía, se acopló a su pecho y se quedó dormida mientras pasaba lentamente su dedo acariciando la fina y gastada pulsera de cuero de su muñeca.
Esta segunda parte, si pero no, no pero si, demasiado artilugio… con lo bien q habria
Estado invitar a los chicos a casa… fuera de broma, algo violenta y sobrepasada para mi gusto, demasiado Grey, y poca sombra…
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