Un espejo maravilloso
Se conocieron en una web de citas para adultos unos días atrás. Un comercial del textil y una secretaria de dirección sin ninguna conexión previa, sólo el de vivir en la misma ciudad. Después del lógico flirteo acordaron verse cenando, aunque ambos sabían que habían altas probabilidades de que la noche acabara de otro modo, como así fue .Tras unas preceptivas copas en un bar musical algo trasnochado, decidieron ir a casa de ella, Judith, soltera por vocación ya que él, Carlos, le había confesado que aún vivía con su madre, tras un divorcio doloroso.De camino, en el coche comenzaron a calentar el ambiente y sus respectivas braguetas, por qué negarlo. En cada semáforo ella aprovechaba para irle desabrochando la camisa por debajo del pull over azul y acariciar sus pectorales mientras él disfrutaba del tacto de las medias negras de rejilla hasta la ingle, todo lo que la falda le permitía en aquella situación. Subidón hormonal cual dos adolescentes, por suerte era un trayecto corto, lo justo para llegar descamisado él y con la falda girada ella.
En el ascensor atacaron sin pudor sus respectivas braguetas, una verga erecta de vena gruesa y glande generoso y una vulva abultada y pegajosa. Ella apenas atinó a introducir la llave, entre la embriaguez de los dos combinados y la excitación de una previsible noche tórrida. Una vez dentro, cogiéndolo de la mano, le condujo a la alcoba de decoración minimalista, sin armario (no le hacía falta gracias al vestidor anexo) presidida por una mesita, una enorme cama y un espejo vertical de 1.80 por 50 cm a los pies de ésta.
Tras un flirteo-forcejeo en el que se fueron desnudando alternativamente, él decidió tomar las riendas de la situación, sentándose en el extremo del colchón. de cara al gran espejo que reflejaba su cuerpo, ya entrado en años, con un nivel de detalle que nunca había visto. Quizá fuera como incidía la luz o simplemente que era de gran calidad, sin deformidades y de un pulido exquisito, que permitía una definición hiperreal.
Seguidamente, la invitó a que se sentara en su regazo, mirando también hacia el espejo. Ella, obediente y caliente ya como una perra, le obedeció, no sin antes tomar la polla en su mano e introducirla en su coño húmedo, notando el efecto resbaladizo del lubricante del preservativo diestramente colocado instantes antes.
Ahí estaban dos mirándose en el espejo, ella dándole la espalda a él, con una polla gruesa en su interior, pechos pequeños de pezón oscuro. arropados por unas manos fuertes, comenzando movimientos de amazona experta, al tiempo que su dedo corazón frotaba el clítoris con movimientos circulares de memoria.
Verse reflejados era un plus de morbo, un chute de endorfinas que elevaba su libido a un umbral difícil de superar. Aun así, él no quería correrse tan rápido, lo que no le costaría nada en aquella dinámica lasciva, así que la separó de él y quitándose el preservativo le pidió que le hiciera una felación, a lo que ella, en su rol sumiso, accedió. No sin antes buscar un artilugio en el cajón de su mesita.
Ensalivó un extremo del artilugio que resultó ser un plug anal en forma de cola de zorro ártico, de un blanco reluciente. Con delicadeza y tras varios intentos, el plug atravesó la barrera natural del esfínter, alojándose en su destino final. Ahí estaba, de rodillas frente a él, con el culo en pompa hacia el espejo y la boca presta a envolver un glande enrojecido de placer.
La visión de las manos de ella en sus nalgas, abriéndolas de par en par, mostrando unos labios mayores, no simétricos pero sí turgentes, un introito que se intuía húmedo, tapado por la cola de zorro ártico, simultáneamente al calor de una lengua juguetona en su miembro realizándole una felación, era insuperable. No aguantó más de un minuto de frote rítmico antes de liberar toda su energía cinética en aquella boca experta, durante unos segundos de gloria.
Una lágrima de indignación recorría la mejilla femenina. Se dio media vuelta y al tiempo que enviaba por bizum la cantidad estipulada, se alejaba caminando de la parte trasera del espejo espía, tirando en una papelera la alianza con la inscripción 'Carlos'. Un beep en el móvil de Judith anunciaba un ingreso en su cuenta. Un divorcio de Carlos tan falso como la profesión de Judith.