La primera foto.
Las noches de insomnio habían desaparecido desde que le conoció en un anuncio por palabras del periódico. Se habían estado escribiendo durante más de una década y no se conocían en persona. Hoy, eso parecía sacado de una historia de las novelas para mujercitas que leía en su adolescencia.El teléfono móvil se había impuesto y la romántica tarea de escribir con papel y lápiz se había ido diluyendo. Aquellos trozos de papel con historias lujuriosas que la ayudaban a alcanzar el orgasmo y poder dormir se habían convertido en charlas nocturnas que, de vez en cuando, se transformaban en juegos lujuriosos.
Su divorcio y la marcha de sus hijos a estudiar fuera habían abierto una puerta. Ya no era una jovencita pero aun le quedaban energías para vivir una aventura más. No se habían visto nunca en persona ni ella había consentido en compartir fotos con él. Aquello le daba una vergüenza horrible y se veía incapaz de hacerlo. Pertenecía a otra generación y los "selfis" y los mensajitos por redes sociales no la atraían en absoluto. Ella tenía que visitar la capital por trabajo y le animó a conocerse en persona. Él se mostró reticente pero aceptó si, al final del encuentro ella aceptaba que él le hiciese la foto erótica que tanto deseaba.
Quedaron en una cafetería cercana a la estación, muy elegante y tranquila, con un cómodo salón. Ella llegó antes de tiempo y se sentó en un reservado poco visible al final. Fue minuciosa en su atuendo. Eligió un bonito conjunto de sujetador y braguita azul con liguero. Quería llevar falda para jugar con él pero hacia mucho frío. Revisó su zapatero y las únicas botas altas eran de taconazo exigente. No le gustaban los tacones pero el frío era peor opción. El traje de chaqueta de oficina y un gran pañuelo para disimular el pronunciado escote que pensaba lucir.
Él llegó puntual, vestido de sport con vaqueros y camisa. Era muy atractivo y caminando desprendía un aire de tipo serio y bonachón. Se saludaron sencillamente y tomaron un café con unas pastas. Charlaron respondiendo a todas esas preguntas que sólo se pueden hacer cara a cara. Ella se sintió atraída y coqueteó con él dejando a la vista su escote. Ella sentía que pudiera ser demasiado atrevida pero no quería dejar pasar la oportunidad. Él se dejó llevar y su mano alcanzó su muslo. Poco a poco subió hasta alcanzar el límite de las medias y acarició la piel desnuda siguiendo el borde de la puntilla.
-Me debes una foto -dijo con suavidad para no asustarla con la osadía-.
-Creía que nunca me lo pedirías - refunfuñó ella sonriendo con picardía-.
Pagaron y en un momento de distracción pasaron juntos al aseo de caballeros. Ella impuso sus reglas.
-En ningún caso se verá mi cara. No puedes tocarme ni masturbarte. Haz todas las fotos que quieras y pídeme todas posiciones que quieras, pero no puedo quitarme la ropa -suvoz no dejaba lugar a reclamaciones-.
Quedaron frente a frente y él sacó su teléfono. Tomó un par de imágenes y empezó a organizar la improvisada sesión de fotos. Poco a poco, las instrucciones fueron subiendo de tono y ella se encontró mostrando sus pechos en posición provocativa abriendo su americana o subiendo la falda para enseñar su liguero. Se apoyó en el lavabo para mostrar su culo y subió la falda. Aquella fue una de sus favoritas, con las piernas estilizadas por las botas, su vulva en primer plano y sus tetas colgando al final. Se lo pensó dos veces porque aquellas tetas se merecían otro enfoque. Le ordenó abrir las piernas y pasar sus dedos sobre su vulva pensando que aquello era ir demasiado lejos y se sorprendió al ver que lo hizo sin rechistar. Entonces subió la apuesta pidiéndole que se separase los labios con ambas manos. Al oír el clic de la cámara, ella se excitó y él, agachado frente a su culo, pudo contemplar como se humedecía lentamente. Pasó sus dedos extendiendo aquel flujo que no dejó de manar. Él deseo ponerse a beber de aquella fuente prohibida y se contuvo. Pasaron a una cabina y ella se sentó sobre el inodoro. De nuevo empezaron con poses más eróticas jugando con su lencería, mostrandosu escote, jugando con sus piernas. Otro momento especial fue cuando se fotografió de frente con las bragas bajadas hasta las rodillas y enseñó las tetas. Acto seguido se abrió de piernas y se mostró en todo su esplendor sexual. Él pensó en animarla a masturbarse pero cuando ella vio cómo su polla bombeaba en la pernera, no hizo falta. Estaba tan cachonda que cogió su mano y le ordenó callar a acercando su dedo a su boca en señal de silencio. Enganchó su tacón en el portarrollos y se dejó llevar. El húmedo sonido y su respiración agitada dieron paso a unos pequeños gemidos ahogados que indicaron que se estaba corriendo. Estiró su mano prohibiéndole acercarse y él fotografió su cuerpo, medio desnudo, mientras se apretaba un pecho y tapaba su coño con los muslos completamente empapados hasta las medias.
-Supongo que con esto tienes para pajearte una buena temporada -dijo ella jadeando mientras chupaba sus dedos obscenamente-.
Ella se recompuso rápidamente y salió del baño contoneándose. Él se había quedado mudo. Estaba muy cachondo y deseoso de volver a encontrarse con aquella mujer.
Minutos después, ella ya estaba en el tren de vuelta. Pensativa, algo nostálgica, recordando el tiempo que habían estado en contacto y pensando que desafiarle de aquel modo provocaría que la rechazara y que no volvieran a verse nunca. Entonces recibió una serie de imágenes tremendamente eróticas, con una serie de filtros y retoques que las hacían muy llamativas y hasta con un toque profesional que le llamó mucho la atención porque era ella misma una hora antes.
-¿Para cuándo la próxima sesión? Tengo unas cuantas ideas que me gustaría trabajar contigo en persona.