El pipican
Era una noche fresca y despejada, el aire olía a tierra húmeda tras la lluvia de la tarde. Clara paseaba a su perrita, Lulu, por el parque. La luna brillaba con fuerza, iluminando el sendero y creando sombras juguetonas entre los árboles. Mientras caminaban hacia el Pipicán, Clara disfrutaba del suave roce del viento en su piel y de la libertad que le daba esa escapada nocturna. Al llegar al Pipicán, se encontró con un chico de cabello oscuro y desordenado, que estaba recogiendo a su pequeño perro, un adorable cachorro de labrador. Sus miradas se cruzaron y Clara sintió un cosquilleo en el estómago.-¡Qué bonito es tu perrito! ¿Cómo se llama?- dijo él sonriendo.
-Se llama Lulu- respondió Clara, sintiendo que su corazón latía un poco más rápido. -¿Y el tuyo?- preguntó Clara.
-Se llama Max- contestó él mientras se agachaba para acariciar a Lulu.
Los dos perros comenzaron a jugar entre sí, lo que les dio a sus dueños la oportunidad perfecta para charlar. La conversación fluyó naturalmente entre ellos; compartieron historias sobre sus mascotas y sus vidas, riendo y disfrutando de la conexión que parecía crecer entre ellos.
Antes de despedirse, se hicieron la promesa de volver a verse.
-Mañana a las 6 am en el parque para sacar a los perros- sugirió él con una mirada traviesa.
Clara aceptó sin pensarlo dos veces.
A la mañana siguiente, Clara llegó puntual al parque, su corazón palpitando con emoción. Allí estaba él, con Max corriendo alegremente a su lado. Se saludaron con una sonrisa y dejaron que los perros jugaran mientras ellos intercambiaban miradas cómplices. Después de un rato de charlas ligeras y risas, decidieron ir a un café cercano para tomar algo caliente. La conversación se volvió más íntima a medida que compartían historias personales y sueños. El ambiente era perfecto; la luz del sol comenzaba a asomarse y daba un brillo dorado a todo.
Con cada sorbo de café, sus manos se acercaban más en la mesa. El roce accidental se convirtió en algo intencional; Clara podía sentir la química entre ellos creciendo. Él le contó sobre sus aventuras viajando por el mundo, mientras ella lo escuchaba embelesada. Cuando terminaron sus bebidas, él propuso dar un paseo por el parque antes de separarse. Mientras caminaban, Max y Lulu corrían felices delante de ellos. De repente, él se detuvo y miró profundamente a los ojos de Clara.
-¿Te gustaría venir a mi casa? Puedo preparar algo para comer- sugirió con una sonrisa pícara.
Clara sintió una oleada de deseo recorrerla; no podía resistirse.
-Claro- respondió con un guiño.
Una vez en casa, la tensión entre ellos era palpable. Él comenzó a preparar algo en la cocina mientras ella exploraba su espacio. Pronto se encontraron en la sala, donde las risas se transformaron en miradas intensas.
Sin darse cuenta, Clara estaba tan cerca de él que podía sentir su respiración caliente sobre su piel. Fue él quien rompió la distancia; acercó su rostro al de ella y sus labios finalmente se encontraron en un beso suave pero apasionado. El mundo exterior desapareció mientras sus manos exploraban cada rincón del cuerpo del otro. Las caricias se volvieron más intensas y las risas fueron reemplazadas por susurros llenos de deseo.
Y así comenzó una mañana llena de promesas y descubrimientos inesperados.