Creando el mundo
Si estuviera tu cuerpo desnudorozándose con el mío ahora mismo,
no sentiría más cerca tu vida
de la que siento tenerla ahora.
Sentiría más cerca tu carne,
notaría tu calor y tu olor y tu gusto
en cuanto sacase mi lengua y la deslizara
por tu cuello, tu pecho o tus muslos.
Te das un aire de brisa
que se mete en mi camisa
y me excita al caminar.
Me llego a tu lado y leo
en tus pechos el deseo,
tus ganas en tu mirar.
Sabemos los dos besarnos
y con el beso entregarnos
un mensaje alto y claro:
vamos a unirnos del todo,
vamos a encontrar el modo
de darle al placer amparo.
Del delta salado de tu sexo,
vía las cumbres oscuras de tus pechos,
a la gruta húmeda de tu boca
he abierto una senda
a base de caricias y de besos
que conozco sin mapa y transito de memoria
gozándome a cada paso.
Juntemos las manos y estiremos los brazos,
a todo lo que den, lo más lejos posible,
como intentando volar más allá de este colchón.
Súbete encima de mí y ánclate en mi carne
para que volemos juntos en este puro disparate.
El espejo que nos devuelve el placer que somos juntos
está gritándole al mundo “¡detengan a estos dos locos!”.
Tu habitación huele a ti y tú hueles a mí y a nosotros, mezclados.
Los colores y los sonidos son los de los orgasmos que nos damos.
Todos los sentidos se han embriagado con la danza de los cuerpos,
polirrítmica, atemporal, sincopada, intensa...
A ojos profanos, estamos follando: ignorantes.
Estamos creando el mundo.