La niñera
Estoy atrapada en esta vida rutinaria, estudios, un trabajo por horas, un novio con el que paso algo de tiempo…a los 26 años me había imaginado mi vida de otra manera. Quizá esperaba algo más emocionante, aventuras, sorpresas…Me miró al espejo maquillándome ligeramente antes de salir hacia la casa donde trabajo algunas horas, paseando al perro y preparando a una niña de seis años para ir al colegio.
La pequeña es un encanto, hija de padres separados, igual que yo, quizá por eso nos entendemos tan bien. Su padre, Jose, se preocupa bastante por ella. Está mal que yo lo diga porque es mi jefe, pero es bastante atractivo y se conserva bien para tener 40 años.
Como todos los días abro con la llave e intento no hacer ruido para no despertar a la pequeña.
—Hola ¿Cómo está el perrito más bonito del mundo?—saludo a la mascota mientras le revuelvo el pelaje. El can me responde con lametones.
—Buenos días, Ángela—la voz profunda y varonil de mi jefe me sobresalta. Agacho la mirada y le contesto con un tímido “buenos días”. El calor sube a mis mejillas,
Pongo la correa a la mascota y salgo de la casa lo antes posible. Me ha pillado desprevenida ¿Cómo puede una voz alterarme tanto? Estoy colorada como un tomate por suerte son las siete de la mañana y no hay nadie en la calle que pueda ver cómo me he ruborizado.
Cuando el perro acaba de hacer sus cosas vuelvo a la casa, menos mal que él estará en la ducha y se irá a trabajar antes de que pueda darse cuenta del efecto que provoca en mí. Al entrar me doy cuenta de que la ventana que da a la cocina y al salón está abierta por lo que puedo escuchar con claridad TODO lo que pasa en el baño.
Comienzo a recoger los juguetes y pinturas de la pequeña pero escucho un ¿gemido? No puede ser…
Sacudo la cabeza, habrá sido mi imaginación. Pero vuelvo a oírlo, es casi un gruñido. Le siguen unos jadeos y el inconfundible sonido de su mano masajeando su erección.
—Que cabrón que bien se lo está pasando—musito, aunque siendo sincera conmigo misma, no me importaría que me incluyera en su juego.
Intento continuar con mis quehaceres pero lo que provoca en mí hace que trague saliva y mi respiración se acelere. Permanezco atenta a cada sonido, a sus jadeos… y me descubro aferrándome con fuerza al sofá. Un cosquilleo invade mi bajo vientre. Comienzo a pasear mi mano por el escote de mi camiseta e introduzco la mano por dentro de mi sostén masajeándome el pecho. Estoy caliente, muy caliente. Cierro los ojos y a mi mente viene la imagen de mi jefe saliendo de la ducha únicamente con una toalla alrededor de la cintura, me arrincona entre la pared y él, no tengo escapatoria y eso me excita aun más. Es atlético y está totalmente depilado lo que le hace aún más atractivo. Me muerdo el labio inferior y mi respiración agitada pasa a ser un leve jadeo. Me detengo en seco. ¿Qué estoy haciendo? Tengo pareja.
—A ver si te vas a correr y no me voy a enterar—murmuro frustrada porque mi parte racional ha decidido aparecer cuando empezaba a ponerse interesante.
Mi atractivo y seductor jefe sigue a “lo suyo” pero cuando creo que el suplicio de escucharle gemir de esa manera tan erótica va a terminar, se detiene. Lo hace una y otra vez. Asciendo con la mano por mi muslo acariciando la tela vaquera hasta llegar al centro. Paseo mis dedos suavemente por mi entrepierna, excitándome más y más. En mi imaginación mi jefe ya me ha besado apasionadamente, me ha recorrido entera con sus manos, ha atado las por delante con una de sus corbatas y ha tirado de mi por el pasillo hasta su habitación con una mirada autoritaria. Me paso la lengua por los labios, mi garganta está seca y estoy casi a punto de llegar. Pero me detengo de nuevo, suficiente aventura por hoy.
—A ver si voy a tener que entrar a terminártela yo—no sé si podre controlarme mucho más. Estoy empapada y ardiendo, reprimo mis ganas de irrumpir en ese baño y arrodillarme delante de su cuerpo desnudo. Puede que necesite algún “estímulo” adicional para terminar “voy a tener que entrar y enseñarte las tetas a ver si así te corres”
Mierda, creo que eso último lo he dicho en alto… en ese momento escucho un gruñido gutural, casi primario y contengo el aliento. He decidido que esto es justo lo que necesito para que mi vida deje de ser monótona. Subo mis manos despacio a mis pechos y busco mis pezones con los dedos, los pellizco lo justo para que un tímido gemido salga de mi boca. El ruido del agua ha cesado y yo también. Me quedo quieta, no debe saber lo que estaba haciendo. Le escucho acercarse, pasa una mano por mi cintura.
—No puedo permitir que te quedes así, sería una crueldad. Lo he visto todo— susurra acercando su boca a mi oído.
Desliza su mano por mi cintura, desabrocha mis vaqueros, me acaricia suavemente por debajo de la ropa hasta llegar a mi centro. Disfruto de cada beso exigente sobre mi cuello.
Contengo el aliento un instante mientras continúa acariciándome.
— Eres tan apetecible—vuelve a susurrarme y se me eriza la piel.
Echo la cabeza hacia atrás, apoyándome en su esculpido y desnudo pecho. Dejo escapar el aire con un leve gemido.
Con la otra mano asciende hasta mi escote, me recorre con las yemas de los dedos, trazando círculos alrededor de mi pezón con mucho cuidado. Le siento apretándose contra mí, esta duro y preparado. No puedo evitarlo, contoneo mi cadera adelante y atrás facilitándole el acceso.
Su contacto, la maestría de su mano en mi entrepierna sumado a la dulce tortura de sus dedos en mi pecho me están haciendo enloquecer. Gimo un poco más alto.
En ese momento me tapa la boca, lo que hace que me excite más. El calor antes concentrado en mis mejillas y mi vientre se extiende por todo mi cuerpo. Aumenta el ritmo mientras me atrae hacia él, le sigo con mis caderas dándole mejor acceso. Él me introduce dos dedos con cuidado
—Estás tan húmeda, lista para mí.— sigue susurrando en mi oído, la última palabra la enfatiza apretando su erección contra mi espalda.
Con esas palabras no puedo contenerme más y me dejo llevar. Si no tuviera su firme mano tapándome la boca todo el edificio escucharía mis gritos de placer. El orgasmo llega intenso y liberador, Jose me sostiene cuando me flaquean las rodillas, me acaricia hasta que dejo de tener espasmos, después deposita un dulce beso en mi coronilla.
—¿Estás bien?—me gira para que pueda mirarle a los ojos, Asiento sin poder articular palabra. Me abraza durante unos segundos y ese me parece el lugar más confortable del mundo—Voy a vestirme, nos vemos luego.—dice cuando deshace el abrazo.
—Claro —consigo decir con la boca seca y los sentidos todavia embotados.
Me recompongo la ropa y vuelvo a mi rutina diaria. Al poco rato la hija de Jose se levanta y el día sigue como cualquier otro.
Definitivamente, no creo que algo así vuelva a pasar pero ahora sé que la vida siempre puede ser… interesante.