Tequila: en torno a una fantasía
Nunca me gustó el tequila. Siempre me pareció un modo juvenil de llegar a una embriaguez básica. Tal opinión solo era fruto de la ignorancia, como tuve ocasión de conocer en México, donde me enseñaron a apreciar el tequila en toda su intensidad. Bien combinado, como las letras y la vida, lo sensorial y lo intelectual, produce un big ban de sabores, que maridados en su justa medida servirán para alcanzar un placer infinito.Los ingredientes son sencillos: 1-. tequila extra añejo, o al menos un tequila reposado. 2.- Sal de gusano de Agave, que aumenta exponencialmente el ardor del brebaje. 3.- chocolate de al menos un 85% de pureza, que alivia el regusto intensificado del tequila mediante una mezcla de lo dulce con lo abrasador.
Sueño con ello. Cierro los ojos y pienso en ese hotel que ya conozco y que incluye un sillón tántrico donde descubriremos gustos llegados de otro mundo. Las luces tenues, de colores violáceos, combinan con los gemidos lanzados desde otras estancias. No puedo dejar de reparar en los gritos de esa chica, cómo se transmite la lascivia entre las dos habitaciones. Pero, en en especial, sueño contigo. Sueño con mi mano derecha en tus pechos, con mis labios en tu cuello mientras mis dedos libertados alisan tu vientre explorando cualquier pliegue hallado en tu monte de venus.
Cuando entras en la habitación no me ves, espero tras la puerta para cegar tu vista con el pañuelo que fue adquirido expresamente para la ocasión. Simplemente te lanzo un beso en la mejilla mientras agarro tu mano y te acerco al sillón tántrico. Aprovecho para despojarte de todo aquello que ya no necesitas, dejándote únicamente tu ropa interior negra para mi mayor disfrute visual. No puedo evitar acariciar suavemente tu pecho, solo un instante, lo suficiente para erotizar tu pezón y comenzar a sentir una notable expansión en mis zonas menos nobles.
Sentada en el sillón, con tus ojos tapados, aprovecho para esparcir en mi cuello un poco de sal de gusano. -Ha llegado la hora de probar los primeros jugos, te susurro-, mientras alcanzo un pequeño recipiente con tequila. Introduzco tus dedos en ese delicioso elixir para comenzar a lamerlos y llevarlos a tu coño, ya bien húmedo, donde se mezclan los tres jugos. Admiro la belleza del momento, con tu ropa interior, tus ojos tapados y tus dedos empapados que ahora vuelvo a saborear.
Llevo el tequila a tu boca. Es un trago rápido, potente, que hace fruncir tu ceño. De inmediato te ofrezco la sal de gusano depositada en mi cuello, que absorbes con denuedo para apagar el fuego del tequila. No lo consigues, no lo esperas. Tus glándulas salivares se encuentran a punto de estallar con el castigo de un tequila elevado a su máxima expresión. De inmediato, comienzo a besarte con esa pizca de chocolate que sirve para calmar los sentidos. Tu boca sabe a chocolate, sabe a tequila, sabe a sal e incluso sabe a la licuación de estos sabores con los de tu propia humedad. No puedo dejar de besarte en esos momentos. No puedo, sencillamente, igual que no puedo dejar de masturbarte.
-Es mi turno, no esperarás que solo yo sufra este dulce castigo.-
Tapas mis ojos y me sientas. Te sientes enormemente excitada, fuerte, única, poderosa al verme con mi torso desnudo puesto a tu completa disposición. Sin que yo pueda contemplarte, deslizas tu ropa interior para quedarte completamente desnuda. Has decidido que la sal circunvale tus tetas, tus pezones, cubiertos parcialmente. Ahora eres tú quien introduces mis dedos en tu sexo, empiezo a moverlos en tu interior... resulta casi imposible volver al tequila.
Sin embargo, de repente, ahí está este maravilloso licor de Indias en pleno roce con mi lengua. Siento el ardor de esa mezcla de néctar y veneno deseando llegar al tercer paso, el chocolate, el ingrediente que sirve para volver a la calma. No me dejas, por supuesto. Acercas tus pezones a mi boca para que deguste la sal, sin que pueda parar de absorberlos; deseo extraer toda la sal derramada en tu cuerpo, de modo que no dejo sin lamer cada poro de tus pechos, de tu aureola, de tus pezones. Mi boca está a punto de estallar, al igual que mi bóxer.
Inocente de mi, pienso que llega el turno del tan deseado chocolate. No, no me permitirás calmar tan rápidamente esa sensación de garganta rasgada fruto del tequila y la sal. Conmigo recostado en el sillón tántrico, decides pasar tus piernas por encima de mi cabeza, posar tu coño en mi boca para que busque aquello que pueda calmar mis entrañas ardientes por el efecto de tan lujurioso elixir. Lamo tu clítoris para coger más líquido reparador. No consigo el efecto deseado, solo alcanzo a escuchar tus gritos, cada vez más intensos, razón por la que me veo obligado a aumentar el ritmo de mi lengua sobre tu coño. Imagino ahora mis dedos en tu vagina, follándola con la misma desesperación de no recibir el chocolate, moviéndote tú misma para llegar al primero de los orgasmos de una noche eterna, inolvidable, interminable e inquebrantable.
Ahora espero con que me folles a horcajadas, mientras concluyes con el ritual del tequila al ofrecerme el chocolate entre tus labios.