Tu tormento
Tañen las campanas la canción que evoca tu presencia.Sintiéndose en el ambiente que te acercas y delatándote el crujir de la madera cuando se abren de par en par las puertas de la iglesia.
El aire frío que entra por los resquicios mece con suavidad las llamas de los cirios y las velas.
Y el aroma del incienso y azahar perfora la memoria de quien tuvo la dicha de presenciar el encuentro con quien te escribe estas letras.
Tuya, tu tormento, tu exquisita ramera.
Sobre el ambón el libro sagrado permanece inmóvil con una página abierta.
Apocalipsis 17:2-18 describe a aquella a la que se han follado "los reyes de la tierra".
Y a su lado me encuentro semidesnuda, sobre el altar que preside el ábside, coronado por miles de flores de las que nacen las cerezas.
Deliciosa estampa para alguien que antaño me enamoró con sus dotes de sabio poeta.
Y que perforó mis carnes para alojarse en mi corazón con la precisión de una afilada saeta.
Pisando con decisión por las baldosas de mármol que tapizan la sala de la nave central, te colocas a escasos centímetros de distancia.
Y te apoderas de mi cuerpo con una furia que hace temblar los cimientos de toda la estancia.
Desatando aquello que te restringe y despojado de cualquier atisbo de lo que se define como elegancia.
Mientras retumba el sonido de mis gemidos haciéndose eco por toda la bóveda en una deliciosa resonancia.
Mezclados con tu fulgor hecho carne e impregnándome de tus ganas y abundancia.
He de confesarte que te extrañaba.
Que mi alma es presa de tu porte y tu mirada.
Y sé que hoy no vas a dejar al altísimo que tome funciones sobre nada.
Mientras le haces entender a mis entrañas cómo se desvive tu pasión irrefrenada.
Hasta que mi vientre se despoje de tu lujuria en ríos de sangre en blanco transformada.
Brótame por la piel el sudor de saber que por más años que pasen serás siempre mío sobre el altar del pecado donde nuestro amor fue concebido. Que por más vidas que tuviera jamás el tiempo haría que me cayeras en el olvido.