Vientos de cambio
Éramos tan amigos que yo le contaba mis desastrosas citas y ligues, él las cosas que le hacían sentir mal en la relación con su pareja. Nos reíamos de nuestros desastres y nos enviábamos reels con los que reírnos en el trabajo y fuera de él.
Y así era nuestra relación, hasta ese día.
Ya nos íbamos cuando yo pasé primera al cuarto donde guardábamos nuestras cosas los trabajadores externos a la empresa principal. Siempre llevaba una camiseta bajo la camisa del uniforme y al sacarla por encima ese día decidieron pegarse una con otra y cuando quise darme cuenta estaban saliendo las dos de golpe y no podía bajar ninguna con los brazos atrapados por las dos mangas, y la zona del cuerpo en mi cabeza. Entonces sentí unas manos que me ayudaban a separar una de otra. Un cuerpo pegado al mío, y la piel desnuda de su estómago pegada a la piel desnuda de mi espalda. Me sentí extraña y cuando por fin bajó la camiseta y me giré, su cara estaba a escasos milímetros de la mía y nuestros ojos se miraban como si nunca antes se hubieran visto.
Jadeábamos, no sé si por el esfuerzo o la situación, y sus manos seguían entorno a mi, uniendo más y más nuestros cuerpos, sintiendo esa calidez que emanaba de ambos.
No fui consciente de cuándo empezamos a besarnos. No era un beso tierno, ni siquiera uno casual o inesperado. Era un beso furioso, inevitable, deseado, cálido y que dejaba poco a la imaginación de lo que deseábamos después.
Mis manos habían subido hasta su cabeza y se internaban en los rizos de su pelo despeinado. Lo reclamaban hacia mi.
Las suyas se metían por debajo de mi camiseta recién bajada, pegando mis pechos al suyo desnudo. Una bajaba ya hacia mi trasero empujando mi cuerpo hacia él.
Mi piel erizada se acomodaba en ese cuarto entre sus brazos cuando escuchamos la puerta y nos separamos como un resorte y mirando hacia otra parte.
Continuamos a lo nuestro entre las voces del resto. Sintiendo aún su aliento pegado a mi. Sus manos atrapándome con fuerza hacia él. Me sentía tan confusa ¿Qué había pasado?
Esa noche no hubo reels.
Me masturbé en casa pensando en las sensaciones de tenerlo tan pegado a mi, con ganas de haber seguido y saber qué habría pasado.
A la mañana siguiente tenía un mensaje suyo en el móvil.
"Necesito verte" y sé que no se refiere a la jornada laboral.
"¿Vamos al cine hoy?" Los dos queríamos ver la misma película, podíamos aprovechar.
"Sí" quedamos y lo estaba esperando en la puerta con un envase de palomitas gigantes. En cuanto me vio se acercó sonriendo.
• ¿Tú no vas a querer palomitas?- me dijo robándome una.
• Serás...- se acerca de nuevo y me roba un pico mientras tengo las manos ocupadas. Mi cuerpo se activa y parece que quiere seguir donde se quedó ayer con él.
Coge las palomitas y las deja a un lado para acercarse más a mí cuerpo.
Aparecemos dentro de un baño, ni tengo claro cómo hemos llegado pero no me importa.
Sus manos vuelven a estar debajo de mi ropa, sobre mis pechos y noto como mi sexo palpita acalorado por toda la situación. Noto su erección contra mi pierna y le abro el pantalón para dejarla salir.
Ahora su mano está entre mis piernas, allí está húmedo, caliente, palpitante y recibe esos dedos esperando mucho más.
Sonríe con una mirada desconocida para mí, es sexy, deseosa, me gusta.
Pronto está dentro de mi y sus embestidas me aceleran y a la vez me relajan.
Esta situación me mata de placer pero me vuela la cabeza por lo inesperado.
Me abrazo a su cuerpo moviendo mis caderas al mismo ritmo que él, y me dejo llevar por todas esas sensaciones que recorren mi cuerpo y mi mente hasta acabar en gemidos que mueren entre sus labios y mientras siento el calor húmedo bajando entre mis piernas, sin entender cuándo dejamos de vernos como dos compañeros que pasan la jornada entre risas y chismes, y empezamos a vernos como un hombre y una mujer y desearnos con esa desesperación.
Tal vez fue al saber que íbamos a dejar de trabajar juntos cuando empezaron a soplar esos vientos de cambio entre nosotros.