AVENTURAS GALANTES DE LAS DAMAS DEL QUIJOTE. Cap.III

*********rioso Hombre
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AVENTURAS GALANTES DE LAS DAMAS DEL QUIJOTE. Cap.III
AVENTURAS GALANTES DE LAS DAMAS DEL QUIJOTE. Cap.III. ANTONIA, LA SOBRINA

Pareciera como si Cide Hamete Benengeli diera en olvido al mozo. En el libro de Cervantes sólo hay una mención a Tomás, casi en el nacimiento del “ Quijote “. Dice el autor manchego: “ Tenía en su casa una ama que pasaba de los cuarenta y una sobrina que no llegaba a los veinte, un mozo de campo y plaza que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera“. Cervantes afirma descubrir la continuación del capítulo VIII en un mercado de Toledo. En esas copiosas páginas que transcribe el soldado de Lepanto no hay alusión alguna a Tomás, el mozo, único varón que comparte morada con Alonso Quijano. Quizás porque todas las que hace el moro historiador hacen referencia a ayuntamiento carnal con Antonia, la sobrina del hidalgo.
El ignoto narrador de los primeros capítulos bien debía saberlo. Afirmando que el mozo tanto ensillaba el rocín como tomaba la podadera, entreveo yo, Anselmo Curioso, polisemias con el trato carnal mantenido por Tomás y Antonia. Merced a las páginas transcritas al catalán por Bernat Pebrots puedo yo enseñar las lascivias negadas por Cervantes y contadas hace más de cuatro siglos por Cide Hamete Benengeli. Me place, pues, compartir con los ilustres miembros de JOY los allegamientos carnales de la sobrina de Alonso Quijano y el mozo de la hacienda.

Enjuta de rostro, larga y seca de carnes. No en balde Antonia era hija de la hermana del hidalgo libresco. Moza autoritaria como ella sola, la sobrina era pira viviente. Y no sólo por gritar la quema de los libros sino por los fuegos que le brotaban de la vulva. Mas la sequedad de cuerpo y carácter ponían en fuga a los mancebos de los alrededores.
Fueron los furores que acrecentaron las salidas de Don Quijote los que encendieron en suma el carácter y el cuerpo de Antonia. Ella era de los Quijano, los amos, y Tomás no era más que un mozo de campo y plaza, bueno para complacer a sus dueños en todo aquello que les placiera.
De mañana fuera cuando Tomas purgase a Rocinante. Habíase dado la primera salida de Don Quijote y la sobrina había conseguido sus propósitos frente a los libros:

No, no hay para qué perdonar a ninguno, porque todos han sido los dañadores; mejor será arrojarlos por las ventanas al patio, y hacer un rimero dellos, y pegarles fuego; y si no, llevarlos al corral, y allí se hará la hoguera, y no ofenderá el humo

En el corral se encontraba el mozo con el rocín. Y el agua que caía por los lomos del caballo se reflejaba en el sexo de la sobrina de pocas carnes y elevados bríos.
--Tú, gañan –habló sin trabas el coño de la dueña – cuando acabes con el jamelgo me lo llevas a la caballeriza. Otras tareas te encomendaré.
En la cocina andaba Leonarda, el ama. En su aposento, el bueno del tío, recuperándose del mal proceder de la salida de Don Quijote. Lo sabía bien Antonia. Y eso la hizo hurtarse de calzas.
– Entra, destripaterrones, que te espero bien abierta –mandó la jefa.
El sobresalto de Tomás no fue por la propuesta. De brazos fuertes, piernas de hombre rudo en los veinte y verga enhiesta y en doce dedos, acostumbrado estaba a ser requerido para refocilarse con mujeres. Incluso se rumoreaba que habia disfrutado de la más hermosa, la bella fregona de la posada del Sevillano, la única Costanza.
--¿ Qué me queréis, señora ? --tembló la voz del mozo ante las dudas de empinamiento de badajo.
– ¡ No lo ves, pedazo de necio, quiero que me comas la crica, inútil ! Si podas con tus brazos las hanegas de mi tío, fuerza tendrás para lamer todos los pelos de mi papo –ardía Antonia con la seguridad de haber vencido a los mismos libros de caballería, ¿ cómo no lo iba a hacer con un simple mozo de campo y plaza ?
Olvidándose de Rocinante, Tomás se postró ante el frondoso coño de su ama. Remedio ni libre voluntad no habían. Era un simple criado, y como tal debía ceñirse.
Pasó la lengua por el boton de dicha de Antonia, no sin antes besar por apremio los labios del conejo. El olor a orines le hizo atorarse, azorado
– ¡ Sigue, zascandil, no seas boquituerto…!-- mas el berrido de Antonia comenzaba a suspirar.
Se fue el pensamiento de Tomás al culo de Costanza. Oloroso a jazmines le pareció el orificio anal de la fregona cuando oportunidad tuvo de catarlo. Esforzóse el mozo en la remembranza de fragancias. Y los bríos le tornaron prestos. Aplicóse a barrer con lengua la dulzura de Venus del ama.
--Ah,ah, ah... qué bueno lo lames, ganapán hideputa... --Los apetitos de Antonia eran en vigor. –-Ahora quiero que te saques el carajo y me ensilles el culo, destripaterrones. Hazlo con ahínco y gentil talante –-ordenó Antonia envuelta en grosería.
Asombrado contempló Tomás como su badajo reflejaba el de la campana del lugar. Dura cual acero de Albacete, penetró la verga las nalgas ardientes de la escualida Quijana. No sabía el mozo de los tratos de la sobrina de señor Alonso con el sabio Frestón. En eso no erraba el caballero de la Triste Figura: Frestón era su enemigo acérrimo y aliado leal de la sobrina. Trocó Freston la imagen de Antonia por la de Costanza, la moza de la posada, en los sesos de Tomás. Y los diez minutos de encuentro de culebra y ano estallaron en blancuras, inundando en leches y placeres las entrañas de Antonia, la ya satisfecha sobrina de Don Quijote.

Hasta aquí llegan las palabras que Cide Hamete Benengeli regala sobre los ardores carnales de la sobrina. Debemos agradecer a Bernat Pebrots su conocimiento y traducción, que yo, Anselmo Curioso, me honro en compartir con los pobladores de esta ilustre y muy liberal comunidad.
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