Objetivo cumplido.
Ella lo tenía muy claro: sería él.Él se sentía muy seguro de sí mismo.
Ella era menudita, rubia de piel blanca, con unos ojos enormes muy expresivos. Sobre sus taconazos se movía con una sensual gracilidad que llamaba la atención. Su vestido negro de flecos disimulaba sus pequeñísimos pechos. Él era guapo, en forma, económicamente saneado, dotado sexualmente de unas habilidades que cualquiera valoraría muy positivamente o incluso envidiaría.
Le miró desde la barra del bar sonriendo mientras chupaba de la pajita de su bebida. Él tensó sus músculos al sentirse observado. Se saludaron. La mirada de ella lo decía todo. Él se mostraba altivo. Se consideraba digno de algo más pero se hacía tarde y aquella chica podría ser un buen premio de consolación. El insensato no sabía lo que se le venía encima.
Los toqueteos en la pista de baile no dejaban lugar a duda y él la invitó a su apartamento. Ella tonteó un rato y salieron del local cogidos de la mano. Él abrió la puerta encendiendo la luz intentando asombrarla. Ella se hizo la sorprendida mientras localizaba los elementos que necesitaba para llevar a cabo su plan.
Él le ofreció tomar algo y ella sacó una botellita de agua. Sacó unos vasos y unas chucherías, organizó las luces y se sentó en el sofá. La postura no dejaba lugar a dudas. Ella sonrió de pie frente a él. Levantando una ceja y jugueteando con sus pies sobre los taconazos, preguntó por el aseo. Allí preparó su bolsa de juegos y se recompuso. Al salir, le vio aún más seguro de sí mismo. Ella visualizó la noche y sonrió. Caminó despacio y sensualmente, no hizo falta más. Ella se dio cuenta al instante de que había logrado su objetivo y siguió dando paseos con su contoneo hasta sentarse junto a él. Estiró la pierna cruzándolas para mostrar su suave y bien torneada pantorrilla, estilizada por aquellos salones rojos de taconazo. Movió un poco la mano subiendo la falda y dejó a la vista un poquito de la blonda de sus medias de follar. Él no pudo apartar la vista y ella, cómo en un espectáculo de hipnosis, comenzó a controlarlo. Deslizó su mano sobre los flecos de brillantitos de su top y los reflejos captaron toda la atención de él mientras su otra mano subió suavemente por su pierna. Un momento después, su objetivo había sido liberado. Como presentía, era un gran ejemplar fuerte y potente.
Ella llevó sus labios hasta aquella gran cabeza que ya brillaba en la elegante penumbra de aquel salón. Él se puso tensó y exhaló una gran bocanada de aire. Ella sonrió al ver tan claro que ya lo tenía bajo su control. Degustó a placer aquel cuerpo que fue desnudando lentamente como a ella le gustaba, sintiendo la piel, su fragancia. Botón a botón fue descubriendo aquel cuerpo trabajado en el gimnasio, aquella piel suave y ligeramente tostada al sol. Sus dedos se deleitaban con cada centímetro hasta haberlo recorrido entero. Completamente desnudo, cogió su mano y lo llevó hasta la mesa del salón. Ella se apoyó y abrió sus piernas dejando paso a aquel cuerpo que se acopló a la perfección. Desde el pecho, fue acariciándole con su mano hasta la cabeza y tiró de su pelo para dirigirlo hasta su entrepierna. Él quedó de rodillas ante su pubis.
Ella subió las piernas apoyando sus tacones sobre sus hombros y tiró del pelo para que complacer sus deseos. Aquella lengua fue un placer para sus sentidos dibujando sobre la suave braguita arabescos que rozaron cada centímetro. Le mantuvo así hasta sentir que la humedad había empapado sus bragas, entonces se puso en pie y cogió un bote de lubricante de su bolsa de juguetes. Él sonrió demasiado seguro de sí mismo a la vez que demasiado excitado para darse cuenta de lo que estaba sucediendo.
Al instante estaba atado con el pecho sobre la mesa y ella lamía sus muslos mientras sus manos le masturbaban con lubricante. La sensación de placer era tan intensa que comenzó a jadear. La lengua de ella fue subiendo por el interior de sus muslos sin dejar de pajearle con intensidad. El rítmico sonido húmedo, unido a sus gemidos comenzaron a llenar la habitación junto al olor a sexo. Aquello la excitaba muchísimo y, separando sus nalgas, comenzó a acariciar su ano con la lengua. Él sintió que sus piernas temblaban y fue dejándose caer sobre la mesa hasta quedar totalmente rendido a aquel placer. Cuando ella sintió su relajación, comenzó a usar un dedo para acariciar la zona haciendo círculos extendiendo los hilos de saliva que iba dejando caer con su lengua y pulsando suavemente en su centro. La relajación dio paso a un estado de excitación tan alto que él comenzó a gruñir y su polla se levantaba con tal fuerza que golpeaba la mesa por debajo.
Ella se colocó bajo la mesa para observar de frente aquel fabuloso espectáculo. Estiró el brazo para acariciar los testículos que colgaban tras aquella majestuosa polla. Siguió el recorrido hasta acariciar su culo y tiró de él de forma que su glande quedó en sus labios y lo relamió. Comenzó a hacer círculos por su perineo hasta llegar al ano y lo lubricó. Él empezó a decir que no pero, en su estado de excitación, no lograba acertar en lo que realmente quería. Ellá chupó el glande con fuerza y luego apretó suavemente su dedo sobre el ano con firmeza y notó en su boca que aquella presión provocó un aumento notable del grosor del glande. Él cedió y ella continuó sintiendo cómo él comenzaba a temblar suavemente. El dedo avanzó y le penetró muy despacio al tiempo que su cadera se acomodaba haciendo que su polla entrase poco a poco en su boca. Una vez acoplados, ella comenzó a jugar entrando y saliendo de su culo con suavidad mientras adelantaba y retrasaba su cabeza al compás. Él comenzó a gruñir de placer como un animal. Aquello generó en ella una excitación que fue llevándola hacia una sensación de placer muy intensa de modo que instintivamente llenó su boca hasta el límite acelerando el ritmo haciendo que su saliva cayera copiosamente sobre su pecho empapándola. Repentinamente un calor enorme inundó su boca. Él, convertido en un animal, gemía temblando mientras de su polla, como si de una caliente pistola de agua se tratara, surgían sin parar chorros y chorros de esperma que desbordaban por la comisura de sus labios goteando por la barbilla acompañados por su saliva. Ella no sabía cómo pero su mano libre había extendido aquella mezcla caliente y espesa por sus tetas y, como lubricante, ayudaba a sus dedos a frotar su clítoris provocándola un fuerte orgasmo.
Cuando se hubieron calmado, ella salió de su escondite y se puso frente a él, que seguía atado sobre la mesa completamente agotado, como una pieza de caza abatida. Él la miró y se quedó asombrado ante su imagen. Espléndida, sobre sus taconazos rojos, con los labios, la boca y el pecho brillantes de fluidos, los pezones hinchados sobresaliendo por el escote de flecos y los bajos del vestido rebujados con la braguita recogida a un lado, el pubis reluciente y las medias de follar húmedas, llenas de lamparones.
Ella se quedó mirando la escena como si de una obra de arte fuera, curvó su cuerpo apoyando la mano en la cadera y decidió darse un último capricho. Se acercó a él con paso decidido y apoyó su pie junto a su cara. Él respiró hondo y beso el empeine. Ella metió la puntera en su boca y él lo chupó mirándola a la cara. Luego, bajó la pierna y tirando de su pelo, le obligó a comerle el coño. Apretó su pubis contra su cara y el aceleró el movimiento de su lengua. Ella siguió apretando enloquecida y apretando su cara, no paró hasta alcanzar el éxtasis que buscaba. Quedó un momento agotada apoyando sus manos sobre su espalda y cuando recuperó el aliento, soltó las ataduras y recompuso su ropa. Tapó su coño con las braguitas empapadas, se subió las medias completamente pringadas y recolocó los bajos del vestido. Recolocó sus pechos dentro del vestido y sintió un pinchazo de placer al tocarse los pezones y el roce de los flecos por todo su cuerpo. Recogió sus cosas y desde la puerta le lanzó un beso viendo su polla recuperar el vigor. Una pena no disponer de más tiempo, pero había que volver a casa.
Objetivo cumplido.