El parking
Era una noche cálida y estrellada cuando Clara y Marcos decidieron salir a cenar. La atmósfera del restaurante era íntima, con luces tenues y música suave que los envolvía. Mientras compartían risas y miradas cómplices, la química entre ellos se hacía más intensa con cada copa de vino.Tras la cena, se dirigieron al parking, el aire fresco les acariciaba la piel. Clara llevaba un vestido ajustado que resaltaba sus curvas, y Marcos no podía evitar admirar su figura mientras caminaban. La emoción de la noche aún vibraba en el aire, y ambos sabían que esta no sería una noche cualquiera.
Al llegar al coche, Clara se volvió hacia él, sus ojos brillando con un deseo incontrolable. Sin pensarlo dos veces, se acercó a Marcos y lo besó con pasión. Sus labios se encontraron en un torbellino de deseo mientras las manos de él exploraban su espalda.
Una vez dentro del coche, la atmósfera cambió drásticamente. Las luces del parking parpadeaban suavemente, creando un ambiente casi clandestino. Clara se acomodó en el asiento del copiloto, abriendo las piernas ligeramente para darle acceso a Marcos. Con un gesto rápido, él movió su mano hacia su muslo, sintiendo la suavidad de su piel bajo el vestido.
—¿Qué harías si nadie nos viera? —preguntó Clara con una sonrisa traviesa.
Marcos sonrió de vuelta; su mente estaba llena de imágenes atrevidas. Sin más palabras, inclinó su cuerpo hacia ella y comenzó a besarla nuevamente, esta vez con más urgencia. Las manos de Clara buscaron el botón de su pantalón mientras él exploraba su cuello con besos ardientes.
El deseo crecía entre ellos como una llama descontrolada. Clara deslizó sus dedos por el pecho de Marcos, sintiendo la tensión bajo su camisa. Él dejó escapar un suspiro profundo cuando ella comenzó a desabrochar los botones lentamente, disfrutando del momento.
—Eres increíble —murmuró él mientras sus labios recorrían su hombro.
Clara sonrió mientras sus manos se movían audazmente hasta el cierre de su pantalón. Ella lo desabrochó con un movimiento decidido y metió la mano dentro para sentirlo completamente excitado. La sensación hizo que Marcos cerrara los ojos por un instante; era todo lo que había deseado en ese momento.
—Esto es solo el comienzo —dijo Clara, guiando la mano de Marcos hacia su propio cuerpo.
Con cada roce y cada beso robado, ambos estaban cada vez más perdidos en la pasión que los envolvía. Marcos acarició sus muslos con suavidad antes de subir lentamente hacia el centro de su cuerpo. Clara arqueó la espalda al sentir sus dedos tocarla delicadamente sobre la tela de su ropa interior.
—Dame más —susurró ella entre gemidos suaves—. No te detengas.
Marcos dejó que sus dedos exploraran sin restricciones; cada caricia provocaba escalofríos en el cuerpo de Clara. Ella mordía sus labios para contener los gemidos que querían escapar mientras disfrutaba del momento desenfrenado que compartían en ese pequeño espacio cerrado.
La tensión aumentaba; las ventanas comenzaron a empañarse con el calor que emanaba de ellos. Con movimientos decididos, Clara se inclinó hacia adelante y comenzó a besarle el abdomen mientras sus manos seguían explorando lo que había debajo de sus pantalones.
Marcos sintió cómo la necesidad crecía dentro de él; no podía resistir más esa conexión ardiente entre ellos. Cuando Clara levantó la vista y le sonrió con complicidad, supo que estaban listos para llevarlo al siguiente nivel.
Con agilidad, cambiaron de posiciones; ahora era ella quien estaba sobre él en el asiento trasero del coche. Sus cuerpos se movían al ritmo del deseo compartido mientras las manos exploraban cada rincón conocido y desconocido del otro.
Los gemidos llenaban el aire mientras se dejaban llevar por la intensidad del momento; eran dos almas encontrándose en medio de una noche llena de promesas ocultas y deseos reprimidos. Las sombras del parking parecían protegerlos mientras se entregaban por completo a esa experiencia única e inolvidable.
Finalmente, cuando la necesidad se volvió abrumadora y ya no podían contenerse más, se entregaron al momento culminante donde todo lo demás desapareció; solo existía el calor entre ellos y el eco de sus respiraciones entrelazadas.