Donde siempre...
“Nos vemos en una hora, donde siempre” Le escribí un mensaje a Mery.Después de un largo día de trabajo la necesitaba tanto como necesitaba el oxígeno.
Llegué a la casa, las luces del interior estaban encendidas, dándome a entender que ella estaba allí.
La encontré en la cocina, bebiendo un vaso de agua apoyada en la encimera, miraba distraída hacia la ventana.
—Hola —saludé, la abracé desde atrás, hundiendo mi rostro en su cuello, respirando su delicioso aroma a jazmines.
—Hola —susurró gimiendo bajito por los besos que dejaba en su cuello—. Veo que me extrañaste —dijo pegándose más a mí.
Me separé un poco de ella y desabotoné mi pantalón, el sonido de la cremallera fue audible. Mery levantó la falda del vestido que llevaba puesto y bajó sus bragas de encaje, entonces abrió un poco sus piernas y elevó su trasero. Hundí mi polla en su carne húmeda y caliente.
Ella gimió.
La tomé con fuerza de las caderas y continué penetrándola como un animal. Necesitaba perderme en esto, necesitaba este placer para olvidar todo.
La tomé del cuello y elevé su torso. Podía ver nuestro reflejo en el cristal de la ventana. Los ojos de Mery estaban cerrados, sus facciones desfiguradas de placer. Escuchaba los gemidos que se escapaban de sus labios abiertos, mezclados con el sonido de nuestros cuerpos chocar. Era todo primitivo y carnal. Siempre había sido así con ella, nada sentimientos románticos de por medio, solo placer y lujuria.