Maldita sea, Frank...

Maldita sea, Frank...
Para Chuck, estar vigilando, sabiendo que no iba a pasar nada, resultaba terriblemente aburrido.
Las posibilidades de que los vigilados asomaran sus narices por la puerta eran poquísimas, como si no supieran que a poco que sacaran un pie, las cosas se les iban a complicar bastante.

En las películas de cine negro, suelen ser, al menos, dos los que vigilan.
Da igual que sean de los “buenos” o de los “malos”.
Si, de acuerdo, están los detectives privados, pero normalmente esos van solos en las películas para dar más lástima.

En fin, "- Ningún trabajo es perfecto y esto no es una película: es imposible que exista una tan aburrida", o al menos con ese tipo de pensamientos bromeaba Chuck en sus largas horas de espera.

Eran las 04:00 h, y puntual se aproximó su relevo aparcando justo al lado.
Cada uno desde su ventanilla, se hicieron una señal de saludo y conformidad a una noche sin novedades, y Chuck arrancó su coche y se marchó.

Unas manzanas más abajo, lo suficientemente alejado del lugar de vigilancia, paró en "Patrick's Dinners" como venía haciendo desde días atrás cada vez que acababa su turno.
Lo mejor del local era que no cerraba nunca, el café con su tarta de manzana, y el aparcamiento, que le permitía orientar su coche hacia la calle por si hubiera prisa en marchar.
Bueno, y por supuesto, que a esas horas no solía haber mucha clientela por allí.

Entró, miró a su alrededor, y vio que no había ni un solo cliente: “Genial” - pensó.
Las luces eran suaves, lo cual se agradecía teniendo en cuenta que aún era de noche, y en la radio, de fondo sonaba Sam Cooke con “Bring It On Home to me".

Por la puerta basculante de la cocina apareció una camarera: llevaba el típico vestido camisero corto con un delantal que le ceñía la cintura, melena castaña recogida en todo lo alto, y le acompañaba un sutil olor a vainilla que venía impulsado con sus movimientos desde la cocina.

-Hola, bienvenido a “Patrick’s”, ¿qué le pongo? – Le preguntó mientras se sacaba el bloc de notas y el boli del bolsillo de su delantal. – Hasta las seis no se abre cocina, así que solo puedo ofrecerle dulces.
-Oh… lo sé, no hay problema… ¿no está el jefe esta noche? – preguntó Chuck.
-No señor, su mujer se puso de parto para traer al mundo a su sexto hijo…
-Vaya, seis hijos… bien por ellos… estará en el hospital acompañándola, claro…
-Bueno, ya sabe, irlandeses… todos los hijos que vengan … y no, para nada, estará celebrándolo con una borrachera memorable.
-Claro, irlandeses católicos: todos los que Dios quiera... - comentó Chuck con una sonrisa socarrona.
-Cuidado con lo que dice: por mis venas corre sangre católica… mi abuela materna era Italiana y la paterna era Española… - le espetó.
-Disculpa, no quería ofender, solo seguía tu comentario... Y bonita combinación: por tus venas corre el mediterráneo… Marie - le dijo fijándose en la identificación que llevaba sobre su pecho izquierdo. – En todo caso, “María” sería más correcto… Seguro que te llamas así por ellas.
-Bueno… bautizada Ángela María Asunción… entenderá que tan largo y habiendo nacido en Queens…pues eso… Marie …. ¿va a tomar algo, o solo ha venido por conversación?
-Tranquila, muñeca, solo quería ser amable … un café y tarta de manzana, por favor. Me lo tomaré en la mesa del fondo.

“Qué pedazo de mujer y vaya genio tiene … ¿y por qué demonios le he dicho “muñeca”? seré imbécil…” – pensó Chuck mientras se iba hacia la mesa.

Se quitó el sombrero y la gabardina, dejándolo todo a mano sobre un lado de la mesa. Sentado al fondo del local podía observar la puerta, toda la zona de mesas y la barra.

Marie se aproximaba ya a la mesa con el pedido, y desde su perspectiva, Chuck podía apreciarla de cuerpo entero, y pensaba que ciertamente hacía honor a sus origines, pues tenía la mezcla perfecta de la Montiel y de la Loren… "Qué barbaridad de mujer…" – pensaba mientras disimulaba la sonrisa que se le dibujaba en los labios encendiéndose un Lucky, sin dejar de mirarla.

-Aquí tiene su pedido, “muñeco"… - le dijo con cierta sorna.
-Vaya, Marie… no me pasas una. No pretendía ser grosero. Estarás harta de que cualquier extraño te diga tonterías de ese tipo. Lo siento.
-No pasa nada, tampoco puedo yo ser grosera con un cliente, ruego disculpe.
-Sin problema, Marie… - hizo una breve pausa - Oye, no hay nadie más y no creo que aparezcan clientes hasta que empiece a amanecer… ¿Por qué no te sientas un rato conmigo y descansas?

Marie miró a su alrededor.
Miró la hora en el reloj de pared.
En la radio, sonaba Ella Fitzgerald con “Imagine my fustration”.
Suspiró profundamente.

-Y por qué no… he doblado turno, creo que puedo sentarme unos minutos con usted.
-Genial..., ¿y no había nadie más para cubrir al jefe, que has tenido que doblar?
-Mis dos compañeras son unas crías, no podía consentir que ninguna de ellas se quedara aquí sola toda la noche, - decía mientras se pasaba la mano por la nuca con los ojos entornados -...yo sé defenderme si entra alguien buscando problemas - dijo levantando la mirada hacia un bate de beisbol de los Yankees que colgaba de la pared tras la barra.
-Vale, captado, Marie de los Yankees… – le dijo Chuck, y se echaron a reír los dos – y no me hables de usted por favor, soy Chuck, aunque quizá no debería decírtelo – le dijo mientras le extendió la mano para estrechársela.
Ella le devolvió el gesto, y al juntar sus manos en el saludo, Marie se la mantuvo unos segundos. Le gustó la sensación, y se dio cuenta que hacía mucho que nadie había sido amable con ella.
Chuck, pensó que era la piel más suave que había tocado en mucho tiempo, y se sonrojó ligeramente.

En la radio, sonaba Frank Sinatra con “Strangers in the night”.

-Ok, Chuck… es diminutivo de Charles, ¿correcto? ¿Y por qué no debería saber tu nombre?
-Si, Charles me llamaba mi abuela y mi madre… Mejor el diminutivo, así ya tenemos algo en común… -sonrió- y bueno, por mi trabajo, cuanta menos gente me conozca, mejor para toda esa gente.
-Vaya, qué misterioso…entonces, ¿es tontería que te pregunte a qué te dedicas?
-Bueno, imagina que soy un policía de incógnito, o del FBI en una misión secreta… o un miembro de la mafia, o quizá un detective que se gana la vida vigilando infieles… o cuidado, podría ser un secuestrador de camareras, pero en ese caso, y viendo el bate en la pared, disimularía bastante por la cuenta que me trae…
-Muy gracioso - le dijo Marie sonriendo – muy bien, casi mejor, mantengamos el misterio. Como dice Frankie en la radio, somos dos extraños en la noche, no es necesario saber más… ¿qué opinas?
-Pues que voy con ventaja respecto a ti, Marie, lo siento nena – le dijo con tono provocador.
-¡Vaya! Sea lo que sea a lo que te dediques, nene, deberías ser más listo. Das por hecho que soy una triste camarera…
-Sorpréndeme… y que conste en mi defensa que nunca diría triste…
-Bueno, pues quizá soy una aspirante a actriz que se paga las clases de interpretación trabajando aquí; o una esposa abandonada que ha de mantener a sus pequeños… o quien te dice a ti que no soy una asesina implacable que tiene a Patrick hecho trocitos en la trastienda, y me han enviado a engatusarte para acabar contigo… Dime, Chuck, ¿qué prefieres imaginar…?

Se quedaron aguantándose la mirada unos segundos, y se echaron a reír.

-Tienes razón, hagamos caso a Frankie – dijo Chuck - sigamos siendo de momento extraños en la noche… - sus rodillas se rozaron por debajo de la mesa y se quedaron parados mirándose sin decir nada.
Chuck, reaccionó primero.
-¿Puedo? – le dijo acercando despacio su mano derecha hacia la nuca de Marie.
Ella asintió.
Chuck comenzó a masajearle con suavidad.
-Qué delicia, Chuck… - le dijo casi en un susurro mientras cerraba los ojos.
-No parabas de tocarte el cuello, debes de estar agotada… - le dijo él disfrutando del tacto de su piel, como si acariciara terciopelo, y sintiendo tan cerca el olor a vainilla que la impregnaba que en ese momento le hubiera dado igual que se acabara el mundo.

Marie se acercó un poco más a él y se sentó en sus rodillas de lado, como si fuera a pedir regalos a Santa Claus la víspera de Navidad. Le desahogó el nudo de la corbata, le desabrochó los primeros botones de la camisa, y mientras con una mano le acariciaba la cara, con la otra hacía lo mismo en su hombro, pues pocas cosas le excitaban más de un hombre, que unos hombros fuertes.
Chuck le preguntó, -¿Sabes que puede que no volvamos a vernos, verdad?

Marie no contestó, y estrechó su cuerpo más hacia él. Le cogió su mano izquierda y la dejó sobre su muslo, invitándole a recorrerlo, y mientras él cogía aliento, ella se acercó y le besó suavemente. Chuck estaba fascinado, y deslizando su mano por el muslo, se encontró con el liguero de Marie, para recorrerlo suavemente hasta llegar a su cadera donde se adivinaba lencería fina como el papel de fumar.

-Da igual si no volvemos a vernos, Chuck... si pensaras que mañana por la tarde nos volviéramos a ver, ¿qué imaginas que haríamos?
-Te iría a buscar con mi Chevrolet Bel Air del ’55. Te daría las llaves para que condujeras tú, cosa que no ha hecho nadie salvo yo desde que mi viejo me lo regaló, para poder contemplarte mientras conduces. Iríamos lo más cerca posible del mar, nos sentaríamos en el asiento de atrás y nos besaríamos como dos adolescentes el día de su graduación. Eso, no duraría mucho, porque creo que debes saber a caramelo, y tendría que recorrerte a besos desde tus muslos hasta tu cuello sin dejarme un rincón de tu cuerpo para comprobarlo. Desearía que te gustara tanto como a mí, y a partir de ahí, que te hicieras conmigo por completo. Qué demonios, que hicieras conmigo lo que quieras, incluso hacerme a cachitos…
-Me parece perfecto, quedémonos con eso, Chuck… - y Marie volvió a besarle como si estuvieran frente al mar.

En la radio sonaba Ella Fitzgerald … “ … you gotta make me a promise, a promise to me...Dream a little dream of me…”

En la calle empezaba a amanecer, se iba notando como el tráfico empezaba a aumentar, y la gente salía a las calles para empezar su día.
Chuck y Marie se recolocaron la ropa sin decir nada, más que sus miradas y sus sonrisas.

-Bueno, Marie…
-Bueno, Chuck… cuidado con las despedidas, son lo último que puede que nos digamos - le dijo ajustándole el nudo de la corbata.

Chuck le acarició la mejilla con su índice. -Marie, eres más dulce y suave que la tarta de queso de mi tía Polly…

Marie le besó como se besa cuando puede que sea la última vez, y Chuck se marchó.

Subió al coche, y se quedó mirando hacia la puerta de la cafetería.
Por algún motivo, le apetecía saber que ella estaría bien hasta que llegaran sus compañeras.
Vio llegar a las dos chicas a la cafetería, charlaron las tres un minuto, y Marie salió por fin.
Llevaba el pelo suelto con unas grandes ondas sobre sus hombros, un abrigo granate entallado que le sentaba como un guante, y Chuck notó como se le aceleraba el corazón como si fuera un crío de 17 años.
No dejó de mirarla hasta que la vió cruzar la calle y esperó hasta que la vió subir al autobús.
Cayó en la cuenta, que en la radio estaba sonando de nuevo Sinatra: “…becasuse I’ve got you …. under my skin…”.

-Maldita sea, Frank… - dijo Chuck entre dientes mientras arrancaba el coche.


*****BRE Hombre
2.357 Publicación
Muy bueno gracias @**us
****Si Hombre
2.341 Publicación
Cita de **us:
Maldita sea, Frank...
Para Chuck, estar vigilando, sabiendo que no iba a pasar nada, resultaba terriblemente aburrido.
Las posibilidades de que los vigilados asomaran sus narices por la puerta eran poquísimas, como si no supieran que a poco que sacaran un pie, las cosas se les iban a complicar bastante.

En las películas de cine negro, suelen ser, al menos, dos los que vigilan.
Da igual que sean de los “buenos” o de los “malos”.
Si, de acuerdo, están los detectives privados, pero normalmente esos van solos en las películas para dar más lástima.

En fin, "- Ningún trabajo es perfecto y esto no es una película: es imposible que exista una tan aburrida", o al menos con ese tipo de pensamientos bromeaba Chuck en sus largas horas de espera.

Eran las 04:00 h, y puntual se aproximó su relevo aparcando justo al lado.
Cada uno desde su ventanilla, se hicieron una señal de saludo y conformidad a una noche sin novedades, y Chuck arrancó su coche y se marchó.

Unas manzanas más abajo, lo suficientemente alejado del lugar de vigilancia, paró en "Patrick's Dinners" como venía haciendo desde días atrás cada vez que acababa su turno.
Lo mejor del local era que no cerraba nunca, el café con su tarta de manzana, y el aparcamiento, que le permitía orientar su coche hacia la calle por si hubiera prisa en marchar.
Bueno, y por supuesto, que a esas horas no solía haber mucha clientela por allí.

Entró, miró a su alrededor, y vio que no había ni un solo cliente: “Genial” - pensó.
Las luces eran suaves, lo cual se agradecía teniendo en cuenta que aún era de noche, y en la radio, de fondo sonaba Sam Cooke con “Bring It On Home to me".

Por la puerta basculante de la cocina apareció una camarera: llevaba el típico vestido camisero corto con un delantal que le ceñía la cintura, melena castaña recogida en todo lo alto, y le acompañaba un sutil olor a vainilla que venía impulsado con sus movimientos desde la cocina.

-Hola, bienvenido a “Patrick’s”, ¿qué le pongo? – Le preguntó mientras se sacaba el bloc de notas y el boli del bolsillo de su delantal. – Hasta las seis no se abre cocina, así que solo puedo ofrecerle dulces.
-Oh… lo sé, no hay problema… ¿no está el jefe esta noche? – preguntó Chuck.
-No señor, su mujer se puso de parto para traer al mundo a su sexto hijo…
-Vaya, seis hijos… bien por ellos… estará en el hospital acompañándola, claro…
-Bueno, ya sabe, irlandeses… todos los hijos que vengan … y no, para nada, estará celebrándolo con una borrachera memorable.
-Claro, irlandeses católicos: todos los que Dios quiera... - comentó Chuck con una sonrisa socarrona.
-Cuidado con lo que dice: por mis venas corre sangre católica… mi abuela materna era Italiana y la paterna era Española… - le espetó.
-Disculpa, no quería ofender, solo seguía tu comentario... Y bonita combinación: por tus venas corre el mediterráneo… Marie - le dijo fijándose en la identificación que llevaba sobre su pecho izquierdo. – En todo caso, “María” sería más correcto… Seguro que te llamas así por ellas.
-Bueno… bautizada Ángela María Asunción… entenderá que tan largo y habiendo nacido en Queens…pues eso… Marie …. ¿va a tomar algo, o solo ha venido por conversación?
-Tranquila, muñeca, solo quería ser amable … un café y tarta de manzana, por favor. Me lo tomaré en la mesa del fondo.

“Qué pedazo de mujer y vaya genio tiene … ¿y por qué demonios le he dicho “muñeca”? seré imbécil…” – pensó Chuck mientras se iba hacia la mesa.

Se quitó el sombrero y la gabardina, dejándolo todo a mano sobre un lado de la mesa. Sentado al fondo del local podía observar la puerta, toda la zona de mesas y la barra.

Marie se aproximaba ya a la mesa con el pedido, y desde su perspectiva, Chuck podía apreciarla de cuerpo entero, y pensaba que ciertamente hacía honor a sus origines, pues tenía la mezcla perfecta de la Montiel y de la Loren… "Qué barbaridad de mujer…" – pensaba mientras disimulaba la sonrisa que se le dibujaba en los labios encendiéndose un Lucky, sin dejar de mirarla.

-Aquí tiene su pedido, “muñeco"… - le dijo con cierta sorna.
-Vaya, Marie… no me pasas una. No pretendía ser grosero. Estarás harta de que cualquier extraño te diga tonterías de ese tipo. Lo siento.
-No pasa nada, tampoco puedo yo ser grosera con un cliente, ruego disculpe.
-Sin problema, Marie… - hizo una breve pausa - Oye, no hay nadie más y no creo que aparezcan clientes hasta que empiece a amanecer… ¿Por qué no te sientas un rato conmigo y descansas?

Marie miró a su alrededor.
Miró la hora en el reloj de pared.
En la radio, sonaba Ella Fitzgerald con “Imagine my fustration”.
Suspiró profundamente.

-Y por qué no… he doblado turno, creo que puedo sentarme unos minutos con usted.
-Genial..., ¿y no había nadie más para cubrir al jefe, que has tenido que doblar?
-Mis dos compañeras son unas crías, no podía consentir que ninguna de ellas se quedara aquí sola toda la noche, - decía mientras se pasaba la mano por la nuca con los ojos entornados -...yo sé defenderme si entra alguien buscando problemas - dijo levantando la mirada hacia un bate de beisbol de los Yankees que colgaba de la pared tras la barra.
-Vale, captado, Marie de los Yankees… – le dijo Chuck, y se echaron a reír los dos – y no me hables de usted por favor, soy Chuck, aunque quizá no debería decírtelo – le dijo mientras le extendió la mano para estrechársela.
Ella le devolvió el gesto, y al juntar sus manos en el saludo, Marie se la mantuvo unos segundos. Le gustó la sensación, y se dio cuenta que hacía mucho que nadie había sido amable con ella.
Chuck, pensó que era la piel más suave que había tocado en mucho tiempo, y se sonrojó ligeramente.

En la radio, sonaba Frank Sinatra con “Strangers in the night”.

-Ok, Chuck… es diminutivo de Charles, ¿correcto? ¿Y por qué no debería saber tu nombre?
-Si, Charles me llamaba mi abuela y mi madre… Mejor el diminutivo, así ya tenemos algo en común… -sonrió- y bueno, por mi trabajo, cuanta menos gente me conozca, mejor para toda esa gente.
-Vaya, qué misterioso…entonces, ¿es tontería que te pregunte a qué te dedicas?
-Bueno, imagina que soy un policía de incógnito, o del FBI en una misión secreta… o un miembro de la mafia, o quizá un detective que se gana la vida vigilando infieles… o cuidado, podría ser un secuestrador de camareras, pero en ese caso, y viendo el bate en la pared, disimularía bastante por la cuenta que me trae…
-Muy gracioso - le dijo Marie sonriendo – muy bien, casi mejor, mantengamos el misterio. Como dice Frankie en la radio, somos dos extraños en la noche, no es necesario saber más… ¿qué opinas?
-Pues que voy con ventaja respecto a ti, Marie, lo siento nena – le dijo con tono provocador.
-¡Vaya! Sea lo que sea a lo que te dediques, nene, deberías ser más listo. Das por hecho que soy una triste camarera…
-Sorpréndeme… y que conste en mi defensa que nunca diría triste…
-Bueno, pues quizá soy una aspirante a actriz que se paga las clases de interpretación trabajando aquí; o una esposa abandonada que ha de mantener a sus pequeños… o quien te dice a ti que no soy una asesina implacable que tiene a Patrick hecho trocitos en la trastienda, y me han enviado a engatusarte para acabar contigo… Dime, Chuck, ¿qué prefieres imaginar…?

Se quedaron aguantándose la mirada unos segundos, y se echaron a reír.

-Tienes razón, hagamos caso a Frankie – dijo Chuck - sigamos siendo de momento extraños en la noche… - sus rodillas se rozaron por debajo de la mesa y se quedaron parados mirándose sin decir nada.
Chuck, reaccionó primero.
-¿Puedo? – le dijo acercando despacio su mano derecha hacia la nuca de Marie.
Ella asintió.
Chuck comenzó a masajearle con suavidad.
-Qué delicia, Chuck… - le dijo casi en un susurro mientras cerraba los ojos.
-No parabas de tocarte el cuello, debes de estar agotada… - le dijo él disfrutando del tacto de su piel, como si acariciara terciopelo, y sintiendo tan cerca el olor a vainilla que la impregnaba que en ese momento le hubiera dado igual que se acabara el mundo.

Marie se acercó un poco más a él y se sentó en sus rodillas de lado, como si fuera a pedir regalos a Santa Claus la víspera de Navidad. Le desahogó el nudo de la corbata, le desabrochó los primeros botones de la camisa, y mientras con una mano le acariciaba la cara, con la otra hacía lo mismo en su hombro, pues pocas cosas le excitaban más de un hombre, que unos hombros fuertes.
Chuck le preguntó, -¿Sabes que puede que no volvamos a vernos, verdad?

Marie no contestó, y estrechó su cuerpo más hacia él. Le cogió su mano izquierda y la dejó sobre su muslo, invitándole a recorrerlo, y mientras él cogía aliento, ella se acercó y le besó suavemente. Chuck estaba fascinado, y deslizando su mano por el muslo, se encontró con el liguero de Marie, para recorrerlo suavemente hasta llegar a su cadera donde se adivinaba lencería fina como el papel de fumar.

-Da igual si no volvemos a vernos, Chuck... si pensaras que mañana por la tarde nos volviéramos a ver, ¿qué imaginas que haríamos?
-Te iría a buscar con mi Chevrolet Bel Air del ’55. Te daría las llaves para que condujeras tú, cosa que no ha hecho nadie salvo yo desde que mi viejo me lo regaló, para poder contemplarte mientras conduces. Iríamos lo más cerca posible del mar, nos sentaríamos en el asiento de atrás y nos besaríamos como dos adolescentes el día de su graduación. Eso, no duraría mucho, porque creo que debes saber a caramelo, y tendría que recorrerte a besos desde tus muslos hasta tu cuello sin dejarme un rincón de tu cuerpo para comprobarlo. Desearía que te gustara tanto como a mí, y a partir de ahí, que te hicieras conmigo por completo. Qué demonios, que hicieras conmigo lo que quieras, incluso hacerme a cachitos…
-Me parece perfecto, quedémonos con eso, Chuck… - y Marie volvió a besarle como si estuvieran frente al mar.

En la radio sonaba Ella Fitzgerald … “ … you gotta make me a promise, a promise to me...Dream a little dream of me…”

En la calle empezaba a amanecer, se iba notando como el tráfico empezaba a aumentar, y la gente salía a las calles para empezar su día.
Chuck y Marie se recolocaron la ropa sin decir nada, más que sus miradas y sus sonrisas.

-Bueno, Marie…
-Bueno, Chuck… cuidado con las despedidas, son lo último que puede que nos digamos - le dijo ajustándole el nudo de la corbata.

Chuck le acarició la mejilla con su índice. -Marie, eres más dulce y suave que la tarta de queso de mi tía Polly…

Marie le besó como se besa cuando puede que sea la última vez, y Chuck se marchó.

Subió al coche, y se quedó mirando hacia la puerta de la cafetería.
Por algún motivo, le apetecía saber que ella estaría bien hasta que llegaran sus compañeras.
Vio llegar a las dos chicas a la cafetería, charlaron las tres un minuto, y Marie salió por fin.
Llevaba el pelo suelto con unas grandes ondas sobre sus hombros, un abrigo granate entallado que le sentaba como un guante, y Chuck notó como se le aceleraba el corazón como si fuera un crío de 17 años.
No dejó de mirarla hasta que la vió cruzar la calle y esperó hasta que la vió subir al autobús.
Cayó en la cuenta, que en la radio estaba sonando de nuevo Sinatra: “…becasuse I’ve got you …. under my skin…”.

-Maldita sea, Frank… - dijo Chuck entre dientes mientras arrancaba el coche.


Delicioso. Qué gusto da leer un relato tan bien estructurado, tan fluido y tan capaz de transmitir todo tipo de emociones.
Ganas de más Frank!!
*********star Mujer
269 Publicación
Preciosa narración;
Me ha encantado.
La historia de Chuck y Marie deja aún con miel en los labios y el suspense sobre su continuación.

Muy bien recreada. Es fácil trasladarnos a una de esas películas en blanco y negro de los años 50.

Le felicito y le animo a dar vida a una segunda parte.

Un saludo
*****i77 Mujer
7.523 Publicación
Moderador de grupo 
Maravilloso, podría haber leído un libro entero sobre Chuck y Marie... 🥰
**********otica Mujer
1.073 Publicación
Que preciosidad de relato, yo me iba a dormir pero me he quedado embelesada mirando a través de la ventana de esa cafetería.
Un gusto leerte
*****m79 Hombre
184 Publicación
Se me ha quedado el olor a vainilla y sigo escuchando la música. Enhorabuena por el relato.
******r63 Hombre
2.693 Publicación
Fabulosa película, recreada básicamente en una cafetería aislada de esas carreteras americanas, que acabo de presenciar con todo detalle y con su banda sonora perfectamente escogida. Toda una delicia de relato plenamente audiovisual, puedes ver cada acción y escuchar cada diálogo y cada canción de la radio.
Sigo soltando anclas y navegando de esta manera @**us
*hutab* *hutab* *hutab* 👏🏼👏🏼👏🏼
**********atius Pareja
393 Publicación
"lencería fina como el papel de fumar"

Donde dice lencería, léase LITERATURA *g*
Mil gracias por los likes, los comentarios públicos y privados, muy agradecida y encantada que os haya gustado.
Aprovecho para despedirme, pues mi pareja y yo, vamos a dar de baja el perfil en unas horas... Gracias a las moderadoras de este grupo por su gran labor. Gracias a todxs los que habéis leído los textos, he disfrutado muchísimo escribiéndolos, siempre desde el respeto y el cariño. Ha sido una pasada de experiencia 🙂, y por supuesto, leer muchos de vuestros textos, hay gente con mucho nivel por aquí. Muchísimas gracias, de verdad. Mil gracias a todxs y que vaya muy bien. 💜
Ekus/ella.
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