Curvas peligrosas
Hace tiempo que mi cuerpo no despertaba de esta manera, sentir la piel tan sensible al menor roce, ese escalofrío recorriendo mi columna, todas esas sensaciones centrarse entre mis piernas haciendo que las apriete en busca de un poco de consuelo, tratando de mitigar el calor que me provocas, eres la tentación representada en una divina forma, deliciosas líneas que llenan de lujuria mi mente.
Tu dulce sonrisa me tiene atrapada, no puedo dejar de mirar cómo se ilumina tu cara, ese cabello largo y negro enmarcando tus hermosas facciones y esa risa tuya, es música para mis oídos, todas las mañanas estoy atenta a escucharla por el pasillo avisándome que has llegado.
Hoy de plano me quieres castigar, no sé si lo hiciste adrede o mi mente enamorada y febril ya está imaginando cosas, ese vestido que traes puesto marca exquisitamente cada curva de tu cuerpo, delineando a la perfección esos pechos redondos y firmes y qué decir de ese trasero respingon que te cargas, ayer cuando salimos a comer en la plática salió que casi no te gustaban los vestidos, recuerdo haberte dicho que seguramente te veías muy bien con ellos y resulta que casualmente hoy traes tus curvas enfundadas en un vestido blanco entallado. No puedo evitar seguir tus elegantes movimientos cada que te levantas de tu escritorio que también casualmente hoy lo has hecho tres, cuatro, siete, no sé, he perdido la cuenta de las veces que has paseado tu trasero frente a mí cotoneandose en un delicioso vaivén, definitivamente hoy vienes con la idea de hacerme sufrir y de hacer que mi mente se dispare con imágenes tuyas no muy decentes y ahora aún más que me acabo de percatar que o traes una diminuta tanga o no traes en absoluto nada que cubra tu dulce anatomía y solo la tela de ese vestido blanco impide que disfrute de esa hermosa vista llena de curvas peligrosas.