Encuentro en el ascensor
Sofía había tenido un día agotador, pero al entrar en su edificio, algo en el aire la hizo sentir viva. El ascensor estaba vacío y, justo cuando las puertas se cerraban, apareció Javier, su vecino que siempre había despertado en ella un deseo incontrolable.“Hola,” dijo él con voz suave, mientras se acercaba a ella. Sofía sintió que la temperatura del pequeño espacio aumentaba. La mirada intensa de Javier la envolvió, y su corazón latió más rápido.
“¿Te gustaría acompañarme?” preguntó él, mientras se acercaba aún más. Sofía asintió sin poder apartar la vista de sus labios. Las puertas se cerraron, aislándolos en un mundo solo para ellos.
A medida que el ascensor subía, la tensión entre ellos se volvió palpable. Javier dio un paso hacia ella, acercando su cuerpo al de Sofía. La proximidad era electrizante; podía sentir el calor que emanaba de él.
“Eres increíble,” susurró Javier mientras su mano acariciaba suavemente la mejilla de Sofía. Ella sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Sin pensarlo dos veces, se acercó más y lo besó con pasión.
El beso comenzó suave pero rápidamente se tornó voraz. Sus lenguas danzaban al compás de un deseo creciente, mientras las manos de Javier exploraban la curva de su cintura. Sofía se dejó llevar por el momento; cada roce encendía una llama ardiente en su interior.
“Quiero más,” murmuró ella entre besos, sintiendo cómo sus cuerpos se ajustaban perfectamente el uno al otro. Javier sonrió con complicidad y comenzó a deslizar sus manos bajo la blusa de Sofía, tocando su piel desnuda con una suavidad que le provocó escalofríos.
Ella cerró los ojos y se entregó a la sensación; cada caricia era como un rayo que recorría su cuerpo. “Debemos ser discretos,” dijo él con un tono juguetón mientras sus labios recorrían su cuello, dejando un rastro húmedo que le hizo suspirar.
Sofía no podía pensar en nada más que en él; la necesidad crecía dentro de ella como una ola imparable. “No me importa,” respondió con voz entrecortada, empujándolo hacia ella con desesperación.
Javier tomó el control; levantó a Sofía y la presionó contra la pared del ascensor. El espacio reducido intensificaba cada roce y cada beso. Ella podía sentir su deseo palpable contra su muslo, lo que provocó que un gemido escapara de sus labios.
“Esto es solo para nosotros,” murmuró Javier mientras sus manos exploraban cada rincón de su cuerpo. Sus dedos encontraron el borde de la falda de Sofía y comenzaron a subir lentamente, revelando más piel desnuda.
Sofía se mordió el labio inferior al sentir cómo él acariciaba sus muslos suaves. “No pares,” le pidió con voz temblorosa. La urgencia del momento les envolvía como una manta caliente; estaban completamente absortos el uno en el otro.
Las puertas del ascensor comenzaron a abrirse lentamente, interrumpiendo brevemente su trance erótico. Javier miró hacia afuera para asegurarse de que estaban solos antes de volver a centrar toda su atención en Sofía.
“No puedo dejarte ir así,” dijo él con una sonrisa traviesa mientras bajaba la cabeza para capturar sus labios nuevamente en un beso ardiente y lleno de deseo.
Sofía sabía que este encuentro no terminaría aquí; había algo profundo y salvaje naciendo entre ellos que iba más allá del simple deseo físico. Mientras las puertas se abrían por completo y los sonidos del mundo exterior comenzaban a filtrarse dentro del ascensor, ambos intercambiaron miradas cargadas de promesas inconfesables.
“Esto es solo el comienzo,” prometió Javier antes de salir juntos hacia lo desconocido, dejando atrás el pequeño refugio donde habían compartido un momento ardiente e inolvidable.