La librería
Era una tarde lluviosa en la ciudad, y la pequeña librería del centro se transformaba en un refugio perfecto para los amantes de las palabras. Las estanterías estaban repletas de libros, y el suave murmullo de las páginas pasándose creaba un ambiente acogedor y casi mágico. Entre esos pasillos llenos de historias, dos amigos, Lucas y Tomás, se encontraron.Desde hacía tiempo, Lucas había sentido una atracción ardiente por Tomás. Su risa contagiosa y la forma en que su mirada se iluminaba al hablar le hacían sentir un deseo que no podía ignorar. Sin embargo, nunca había tenido el valor de confesarlo. Ese día, mientras ambos buscaban un nuevo libro para leer, la tensión entre ellos era palpable, como si el aire estuviera cargado de electricidad.
“¿Qué tal si buscamos un lugar más tranquilo para leer?” sugirió Lucas con un tono que intentaba ocultar su nerviosismo. Tomás sonrió, sus ojos brillando con complicidad. Juntos se adentraron en una sección apartada de la librería, donde el murmullo del mundo exterior se desvanecía.
Encontraron un rincón iluminado por la luz suave que entraba por una ventana. Se sentaron uno al lado del otro en el suelo, rodeados de libros que hablaban de amores intensos y pasiones desenfrenadas. Mientras leían fragmentos en voz alta, sus miradas comenzaron a encontrarse con más frecuencia, cada vez más cargadas de deseo.
El roce accidental de sus manos se volvió intencional; cada contacto era como una chispa que encendía algo profundo dentro de ellos. Lucas cerró el libro y miró a Tomás a los ojos. “Siempre he disfrutado pasar tiempo contigo”, confesó con voz baja y temblorosa. Tomás sonrió tímidamente antes de acercarse más.
“Yo también”, respondió él, su voz casi un susurro cargado de promesas. Fue entonces cuando Lucas se inclinó hacia Tomás y lo besó suavemente. Al principio fue un roce ligero, pero pronto se convirtió en algo más intenso; sus labios se movían al unísono mientras el deseo crecía entre ellos.
Las manos empezaron a explorar: Lucas acariciaba la mejilla de Tomás mientras este rodeaba su cintura con fuerza. El mundo exterior desapareció; solo existían ellos dos entre los libros y el sonido suave de la lluvia golpeando las ventanas.
“Esto es increíble”, murmuró Tomás entre besos, sintiendo cómo su cuerpo respondía al calor del otro. Lucas sonrió contra sus labios antes de volver a besarle con más fervor. La pasión crecía entre ellos como una llama devoradora.
Mientras sus manos se aventuraban bajo las camisetas, sintieron la piel caliente del otro; cada toque era electrizante y lleno de deseo reprimido. Lucas dejó escapar un gemido bajo cuando Tomás deslizó sus dedos sobre su abdomen tonificado.
Tomás lo miró con intensidad, como si quisiera devorar cada parte de él. “No puedo creer que estemos haciendo esto”, dijo entre respiraciones entrecortadas. “¿Y si alguien nos ve?” Lucas soltó una risa traviesa: “¿Y qué? Esto es nuestro momento”.
Con esa afirmación, volvieron a besarse con pasión desenfrenada. Sus cuerpos se presionaban uno contra el otro mientras exploraban cada rincón prohibido; las manos recorrían pieles desnudas bajo las prendas ajustadas. La adrenalina aumentaba con cada roce furtivo.
De repente, escucharon el sonido de alguien acercándose; un cliente entrante interrumpió su burbuja íntima. Rápidamente se separaron y comenzaron a reír nerviosamente mientras intentaban recomponerse, pero la chispa seguía viva en sus miradas.
“¿Qué hacemos ahora?” preguntó Lucas con una sonrisa traviesa mientras miraba a Tomás fijamente. “No puedo dejar que esto termine aquí”, respondió Tomás con determinación renovada. “Tal vez deberíamos encontrar otro lugar”.
Ambos sabían que aquel encuentro era solo el comienzo de algo nuevo y excitante en su amistad. Mientras abandonaban la librería juntos bajo la lluvia ligera, compartieron risas y miradas provocativas que prometían muchas más historias llenas de deseo por contar.