Lección en los calabozos
Quiero explicaros como fue mi primera vez que tuve sexo con Èlia en el trabajo. Me encanta romper algunas normas, justamente siendo policía y más todavía, si es en una comisaría. Reconozco que fue muy morboso y eso siempre tiene un plus de excitación.Al grano. Llegué media hora antes al cambio de turno. Élia me ponía caliente sólo de pensar que estaba sola allí abajo y aislada. Iba nervioso, enrojecido por la excitación. Noté que caminaba cómo inconsciente por la calle, autómata y más rápido sólo pensando en ella.
Entré a la comisaría y el agente que estaba en la entrada me abrió el acceso a los calabozos. Ni le saludé por mi fijación y el calentón del momento. Cerré la puerta rápido y bajé las escaleras notando mi corazón latir más fuerte y más rápido. Todo me olía a Élia…
De golpe la vi. Allí estaba de espaldas y me fijé en su culo fuerte y bien formado. Me sentí vivo al instante al notar como la sangre me bombeaba por todo el cuerpo. Élia se dirigía ya al vestuario y me habló sin mirarme:
-Buenas noches, Cándido! Vienes un poco antes, no? Bien, mejor. Así podré salir puntual que tengo clase de Bachata.
Cada vez que Èlia pronuncia mi nombre me sube la temperatura dos o tres grados más. Me provoca hasta su tono de voz, su entonación, su acento,... Estoy a punto de perder el control de la calentura que tenía y la cojí fuerte por los brazos en el pasillo.
Le di la vuelta y me acerqué a su preciosa carita redondeada. En ese instante mi cara a dos dedos de la suya. Mis ojos mirando viciosos a los suyos. Busqué sus labios carnosos y húmedos para rozarlos con los mios. La besé notando el fuego que ella también empezaba a desprender y le dije susurrando:
-No me ha dado tiempo a cenar nada. No me vas a ofrecer nada hoy, preciosa?
Ella no dijo nada. Se giró y entró en el vestuario sonriendo. Me gusta esa reacción suya de indiferencia y de no mostrar sentimientos. Me pone más cachondo todavía ese desprecio simulado de mujer fatal.
Deje mis cosas encima de la mesa que había en la pequeña sala delante de los calabozos y oí su voz:
-Ven amor. Aquí tienes la cena. Pero no me defraudes, eh?Cómetelo todo que si no tendré que ser mala contigo y te puedo arrestar por incumplir mi ley.
Allí estava. Sentada en el banco, al lado de las taquillas, abriéndose de piernas y bajándose las braguitas de lencería negra y con la camisa del uniforme medio desabrochada. Se acomodó avanzando el culo en la punta del banco, facilitando el acceso a aquella parte íntima y secreta de su cuerpo que empezaba a abrirse para mi.
Cogí mi toalla y me puse de rodillas delante de aquella obertura que se me ofrecía generosa. Noté como mi miembro crecía ante aquel coño tan sabroso que empezaba a humedecerse.
Empecé de abajo a arriba, resiguiendo despacio los labios externos de su vulva con mi lengua. Con mis dedos le abrí más aquella obertura para poder acceder con la lengua a sus labios menores y al interior de la vagina… El sonido de esos fluidos combinados con el movimiento de mi lengua me iba enloqueciendo de placer. Poco a poco iba aumentando el ritmo, pero quería disfrutar también de aquel momento. Le di unas cuantas vueltas al rededor del clítoris,como sé que le gusta sin tocarlo directamente. Yo miré como se iba inflando. Me encanta notarlo.
La Élia, apoyada en la pared gemia, bien abierta de piernas, y cuando la miraba a los ojos todavía me excitaba más pensando en el placer que yo era capaz de proporcionar a aquella mujer tan excitante y sexy. Después de un rato así, ella ya se retorcía y no pude contenerme cuando su obertura sagrada empezó a producir más cantidad de su elixir íntimo.
Yo también quería disfrutar más directamente y me saqué mi miembro erecto para ella. Sé que le gusta verme empalmado. Ya tenia la punta del glande humedecida de un poco de líquido preseminal. Pero controlo bastante la eyaculación y quería disfrutar más rato así.
Estiré una mano para sobarle las enormes tetas que sobresalian por encima del sostén negro a juego con la braguitas. Le pellizque los pezones y ella empezó a gemir. Se volvía loca con aquella combinación de placer máximo. Y se corrió escandalosamente, apretándome la cabeza entre sus piernas. Estuve así un rato mientras me apretaba con sus manos y presionaba los muslos. Por un instante pensé que me ahogaba. Ella gemía y suspiraba de placer.
Pasaron unos minutos, me retiró de golpe con un empujón y se levantó.
• Voy a la ducha y me cambio, que llegaré tarde a la Salsa!
-Qué dices, tía? y yo qué? Me vas a dejar así? Le señalé la polla inmensa como nunca la había tenido, con el glande rojo e inflado. Parecía que las venas me iban a explotar.
• Si. Te jodes, ja, ja,ja. Empate, que la otra noche fuiste muy egoísta y me dejaste sin acabar! No te quejes, que tienes tiempo para machacártela tres o cuatro veces en mi honor. ¡Envíame buenas vibraciones cuando te corras! Y si puedes un video calentito, de esos que me ponen!
Y allí me quedé con la polla fuera y la cara de imbécil. Recuerdo todavía esa sonrisa pícara de mujer fatal cuando se despidió en las escaleras. Que rabia. Encima tenía razón: me masturbé aquella noche un par de veces pensando en ella, pero pasé de enviarle el video. Y reconozco que me dio una lección.