Juegos de verano

Acababa de hacer el check in del camping y ya estábamos acomodándonos en nuestra moderna tienda de campaña cuando oí llegar un coche por el camino de tierra justo al lado de donde estábamos.
Yo estaba agachada de manera muy poco adecuada, pero total, solo estaban mis hijos y yo. Giré la cabeza y vi cómo mirabas mis piernas y un poco más arriba, así que me puse de pie antes de que te salieras del camino y nuestras miradas se encontraron.
Te diste cuenta enseguida de que te había visto mirarme y te echaste a reír mientras parabas a aparcar en la parcela junto a la nuestra.
Me gustó tu forma de actuar ante eso y me senté a ver cómo bajabas del coche.
Mis hijos me dijeron que se iban a la piscina y yo les dije que iría en un rato.
Subí las piernas a otra silla de manera que mis piernas entreabiertas quedaran en tu campo de visión en cuanto te giraras hacia mi.
Una niña salió corriendo emocionada del coche dando vueltas a tu alrededor. Tú intentabas tranquilizarla y sacar todo del coche.
Entonces te giraste y viste mi vestido remangado y mis piernas en lo alto de la silla. Llevaba mi bikini tanga y un escote que no dejaba dudas de que no llevaba parte de arriba.
Se te cayó lo que llevabas en los brazos mientras veía cómo tus ojos se abrían más para verme mejor y yo, me recolocaba para que tuvieras mejores vistas.
Al ver a tu hija protestando y a ti sin palabras me levanté y fui hacia vosotros a presentarme.
Te dije mi nombre y tú el tuyo, nos dimos dos besos y al sentir uno los labios en la piel del otro fue un momento mágico.
Cuántos meses hablando sin pensar que llegaría a hacerse realidad el encuentro y ahí estábamos. Ardiendo de ganas de comernos enteros y disimulando para cualquiera que nos viera.
Te dejé arreglando tus cosas y me fui a la piscina.
Mientras buceaba pensaba en ti, en tu mirada, en tus labios, en tus manos... y al emerger te vi buscándome y sonreí.
Habías venido con un amigo y con su hija, de edad similar a la tuya, y aunque estabas jugando con ellos, yo sabía que no perdías detalle de dónde estaba yo.
Al volver fui a las duchas compartidas del camping, y mientras me enjabonaba el pelo, apareciste, con toalla, yo estaba desnuda. Tiré de tu cuerpo hacia dentro y cogí tu cabeza con mis manos.
Por fin nuestras lenguas se buscaban con ese ansia y deseo acumulados.
Podía notar tu erección en mi cadera.
Me cogiste de las piernas y me alzaste apoyándome en la pared.
Te necesitaba dentro de mi, no teníamos mucho tiempo, pero te deleitaste sin prisa.
Mi cuerpo estaba en tensión, cada uno de tus besos, mordiscos, caricias, me encendían aún más.
Saqué un condón de mi neceser de ducha y te lo pusiste en segundos para penetrarme fuerte, con nuestras frentes unidas y nuestros ojos sobre el otro.
Los gemidos salían de mi boca sin remedio y cuando estábamos a punto de estallar paraste y te fuiste.
Quise matarte y me masturbé con rabia y deseo a partes iguales. Mis piernas temblaban.
Llegué de nuevo a mi parcela y ahí estabas tú, mirándome de reojo y sonriendo. Yo sabiendo que te encantaba, tú sabiendo que te habría matado en ese momento.
No sabía cuándo tendríamos otro momento para nosotros.
Era de noche y salí a fumar un cigarro cuando te vi ir hacia la zona de las lavadoras, solo, así que te seguí. Al llegar te giraste y me viste, yo me había deshecho de mis bragas por el camino y me subí de un salto a uno de los poyetes de lavar la ropa a mano.
Soltaste todo y viniste hasta mi, crucé las piernas y sonreí. Ahí o jugábamos los 2 o no había juego.
Tus manos acariciaban mis piernas, quedaste arrodillado ante mí y solo entonces abrí las piernas y viste que no llevaba bragas.
Antes de darme cuenta, tenía tu boca pegada a los labios de mi coño y mi clítoris crecía a cada uno de tus juegos de lengua.
No tardé nada en correrme en tu boca y tú bebías con deleite lo que de mi salía.
Entonces nos abrazamos, y cuando sentí que ya podía andar, bajé de ahí.
"Mañana ya veremos qué y dónde " te dije y tu risa floja me recordó a tantas conversaciones escritas.
El morbo allí era un complemento más entre los dos.