República independiente de tus bragas
Nos conocimos a través de una web. Y digo que nos conocimos, pero en realidad sólo habíamos chateado. Horas y horas de morbo y seducción, de imaginarnos en situaciones, de hacer hipótesis, de averiguar lo que nos gusta, etc. de planear pasar a otro nivel de interacción sin intenciones de hacerlo realidad. Pero llegó el día en que decidimos convertir en realidad una de esas fantasías, una concreta que debía ocurrir en un lugar no sólo público, sino abarrotado de gente. Una gran tienda de muebles... suecos.Cómo habíamos quedado, aquella mañana los dos teníamos libre y nos encontraríamos en la sección donde la tienda monta las habitaciones de ejemplo. Era más sencillo hacerlo entre semana porque habría menos gente.
Llegué el primero, elegí una habitación con sofá y butaca, algo más escondida que el resto, pero abierta para todos. Me senté en la butaca a esperar, pero no estuve mucho allí solo. Enseguida llegaste tú y te sentaste en frente, en el sofá. Hasta ese momento nunca nos habíamos visto las caras, así que fue una grata sorpresa verte por fin, no hubo caras de decepción, sino más bien de complicidad y nervios. Ninguno de los dos solía hacer cosas como aquellas.
Llevabas puesto un vestido amplio, sin mangas y bastante escotado. Zapato plano, apenas maquillaje y los labios pintados de morado. Llamabas la atención, pero... bueno, esto es Barcelona, en realidad aquí nadie llama la atención.
Estuviste un rato observando alrededor, sin hablarme. Habíamos establecido las reglas hacía mucho y eran claras. No podíamos intercambiar palabras. Podíamos hablar con cualquiera que nos interpelase allí, pero no entre nosotros. No podíamos tocarnos ni sacarnos fotos. Lo que pasará allí, se quedaría allí.
Cuando estuviste segura y más relajada empezaste a abrir las piernas, poco a poco controlando que la gente que pasara no detectase que allí, en aquella falsa habitación, estaba pasando algo raro. Las tenías abiertas de par en par y con las manos en los muslos empezaste a remangarte la falta de forma bastante sutil hasta que pude verte las bragas moradas, a juego con el pintalabios.
Yo estaba con las piernas cruzadas intentando disimular la inminente erección que me causaba la situación general, la emoción por hacer algo prohibido en público, con una desconocida. No podía tocarme, era parte del acuerdo, sólo podía estar allí mirando.
Y tú empezaste a acomodarte a la situación, a dejar de mirar a la gente que pasaba y no reparaba en dos personas sentadas "probando" unos muebles. Así que disimuladamente pasaste una mano por debajo del bolso que tenías en el regazo y empezaste a masajearte un poco mientras el color de tus mejillas subía de tono. Con la boca entreabierta empezaste a morderte el labio inferior, a humedecerte con la lengua tus labios morados. Empezaste a subir un poco el ritmo al ver que yo, pese a mis intentos, apenas podía disimular mi erección. Debí de traerme alguna bolsa para taparme...
A los dos minutos unos jubilados tuvieron la necesidad de ir a ver, justo en ese dichoso momento, los muebles que ocupábamos. No podíamos hablar entre nosotros para disimular, pero tú te metiste en la conversación de la pareja indicándoles algo que se preguntaban entre ellos, supongo que para que se fueran más rápido. Estabas ansiosa por correrte y ese comentario te delató, al menos para mí. Y además tuve el placer de escuchar tu voz, a partir de entonces sonarías diferente cuando te leyera en el chat.
Los jubilados se fueron y tú volviste a la carga, querías hacerlo, estabas húmeda y todo empezaba a darte igual, todo lo que no incluyera correrte allí mismo. Pero al poco entró una señora en nuestro habitáculo. Pensé que se daría cuenta y que soltaría algún "desvergonzados" y se iría, tenía cara de puritana, de ir a misa los domingos. Pero no. O si, según se vea. Notó el color de tu cara, tu respiración profunda y su mirada siguió tu mano oculta... Se había dado cuenta. Me miró a mí, apuntando su mirada a mi entrepierna, que no escondía suficiente. Te pusiste muy nerviosa, pero ella, lejos de reaccionar como yo esperaba, se sentó a mi lado, en la cama de la habitación, con las piernas cruzadas y se apoyó con los brazos en la cama. Entonces te miró y dijo: "no piensas seguir?".
Eso debió de ponerte muy caliente porque en seguida volviste a trabajarte el clítoris por encima de las bragas, y estabas tan ansiosa que los dos disfrutamos rápido de tu cara de placer mientras te corrías. En ese momento miré a la señora, que también andaba tocándose, y justo la llamó alguien por su nombre, como si la estuviera esperando, se levantó rápido y se fue sin decir nada, seguramente con las bragas empapadas, pero sin haberse corrido, no sin antes dedicarnos una sonrisa a los dos.
Tú te quedaste un rato allí sentada, relajada y húmeda. El juego había acabado, al menos para ti. Y en ese momento hiciste algo inesperado, rompiste las normas y me dijiste: "espera aquí". Te levantaste y pude seguirte con la mirada hasta que doblaste por uno de esos laberínticos pasillos. Los cinco minutos se me hicieron más largos que un día sin pan. Pero mi espera tuvo recompensa. Volviste con algo en la mano, algo... morado y húmedo. No me lo podía creer, te habías ido al baño a quitarte las bragas, y claro, ahora tenía una duda: ¿ibas sin bragas en aquel momento?
Por suerte me leíste el pensamiento y volviste a sentarte en el sofá haciendo como que buscabas algo en el bolso, completamente abierta de piernas para que pudiera ver bien tu coño rosado y rasurado. Y cuando estaba otra vez a punto de reventar el pantalón, te levantaste, te acercaste a mí y me cogiste de la mano para, con la otra mano, depositar tu regalo en mi palma mirándome con una sonrisa picarona.
Bienvenido a la república independiente de tus bragas.
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Notas:
• Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia
• Ningún mueble ha sido utilizado activa o pasivamente contra su voluntad.
• La señora "de bien" imaginaria disfruta de una vida sexual satisfactoria fuera de esta fantasía.
• Este relato lleva unos años colgado en mi perfil de fetlife, es el primero que escribí