Aún no es el momento.
Por la mañana la recogí para llevarla a un pequeño pueblo de la costa. Durante el viaje fuimos charlando, escuchando música, con esa sensación de amigos de toda la vida que se van de viaje juntos. Al llegar bajamos a una pequeña cala y alquilamos un barquito para navegar hasta hasta una pequeña isla muy cercana. La sensación de libertad, aunque no nos alejáramos de la costa demasiado, hizo que ella se quitase el bikini durante la travesía. Yo la miraba, desnuda sobre la pequeña cubierta. Me gusta verla desnuda y, frente al mar, me parecía algo precioso. Incapaz de esconder mi erección, la acomodé y mi glande asomaba por la pernera del bañador. Una vez en la islita, paramos y nos sentamos uno junto al otro para echarnos crema. El olor de la crema y su tacto sobre la piel nos llevó a unas caricias suaves pero intensas. El tacto de sus pezones cubiertos de crema me obligaron a acercarme más hasta besarnos. Mucho. Mis dedos la recorrían y sentí sus ganas de que apretase. Nos metimos en el agua y con el cambio de temperatura la intensidad de la sensación aumentó. Mis dedos no pararon de recorrer su cuerpo, apretando sus pezones con fuerza. La besé fuerte como si fuera a borrarle los labios. Mis manos la recorrieron hasta que no hubo centímetro que no hubiera tocado. Cuando mis dedos rozaron su braguita gimió y me miró con deseo. • No, aún no es el momento -le dije-. Hoy acumularás uno a uno los orgasmos que podrías tener.
Ella me miró extrañada por la propuesta y salimos del agua al ver llegar otro barquito con más gente y volvimos al puertecito.
Nos pusimos unas chilabas muy suaves y nos quitamos los bañadores porque en el puertecito había un pequeño chiringuito frente al mar. Allí comimos, charlamos y, al final, tomamos café en silencio sentados uno junto al otro mirando al mar rozando nuestros meñiques, sintiéndonos más cerca de lo que nadie haya logrado nunca.
Pagamos y subimos al pueblo a por un helado. El pueblo era pequeñito, de casas blancas, sencillas pero muy cuidado, con una gran iglesia que mostraba el paso de diferentes culturas por la zona en lo más alto. Paramos para hacernos unas fotos y la cogí de la mano entrelazando los dedos. Llevé su mano hasta mis labios para besarla. Luego las apoyamos sobre mi pierna y subí hasta la parte alta de mi muslo para que descubriera la erección que tenía. En aquel momento se dio cuenta de que bajo la chilaba no llevaba ropa interior y se mordió el labio sonriendo al notarlo. En ese instante la besé cogiéndola con fuerza del culo, tirando de ella, que se dió cuenta de su desnudez bajo la misma prenda provocado un fogonazo que subía y bajaba por su cuerpo.
Volvimos a la cala, ahora llena de chicos y chicas jóvenes preparando reuniones nocturnas. Nos hicimos a un lado y con disimulo nos quitamos las chilabas y nos metimos en el agua desnudos. Al darnos la vuelta, vimos a algunos de ellos sonriendo y nos alejamos nadando hacia el fondo. El agua estaba caliente y el mar completamente en calma, plano, sin olas. Nos colocamos uno frente al otro y nos miramos. Nos cogimos de la mano y nos giramos un poquito para ver el sol esconderse tras la serranía sobre la que se erigía el pueblo, disfrutando del color del cielo, delmolot del pinar cercano. Volvimos a acercarnos a la orilla y nos abrazamos. La ingravidez permitía que nuestros cuerpos se acoplaran y volví a recorrer su cuerpo con mis manos disfrutando, tocando, palpando, manoseando con lujuria, reconociendo cada centímetro de su piel. La giré para quedar a su espalda y la abracé. Ella quedó mirando a la playa y vio a los chavales divirtiéndose. Sintiendo mis manos por su cuerpo, al verlos flirtear, deseó follar y, de repente sientió mi boca en su nuca. Al notar su excitación, apreté para que no pudiera girarse y seguí besando su cuello, ahora más profundo y lento mientras tiraba del pelo para que no se separase. La mano que la aprisionaba había bajado hasta su pubis y la apretaba. Ella sintió el agua pasando por su coño y la excitación aumento. De nuevo mordí su cuelli y sentí cómo se tensaba. Al notar mi polla palpitando entre sus piernas, gimió y se soltó para coger mi polla mientras yo recogía su pelo en una coleta reteniéndola. La miré a los ojos y repetí :
• No, aún no es el momento.
Los últimos rayos de sol se filtraban por el pinar y quedaba algo de luz cuando salimos del agua entre miraditas de algunos chavales. Volvimos a ponernos las chilabas y nos fuimos a un restaurante italiano que había en la entrada de la playa. La terraza era espectacular y tenían pizza hecha en horno de leña. Cenamos unas pizzas con lambrusco riéndonos, charloteando divertidos mirando al mar que se oscurecía. Algo animada por el vino, volvió a darse cuenta de que estabamos desnudos y, de nuevo, un calor abrasador comenzó a arrasar su cuerpo desde su pubis.
Terminamos de cenar y nos fuimos con un cucurucho de helado paseando hacia la playa que ya estaba a tope de chavales de fiesta. Se notaba un ambiente adolescente nocturno muy divertido y paseamos mirándolos como si estuviéramos entre ellos. Paramos un momento en una zona del paseo para ver el mar y le manché con el helado la punta de la nariz, dejando caer una gota en su escote. Acto seguido, limpié con mi lengua aquellas gotas y, mirándola a los ojos, acerqué mi coño a sus labios, que chuparon mi helado. Luego la besé con fuerza sintiendo la cremosidad, dejando que el sabor se extendiense entre nuestras lenguas. La sensación de su culo desnudo bajo la tela en mis manos y la de sus pezones endurecerse de nuevo me excitaron nuevamente haciendo que me separase para mirarla. La marca de los pezones era inequívoca y me excitó aun más. Miré sus ojos y vi un fuego que me volvió loco. Chupé el helado y volví a besarla, ahora tirando de ella con más fuerza cogiendo su culo desde abajo. Terminamos los helados y llegamos al lugar en el que habíamos dejado nuestros bártulos al final de la playa. Había grupos de chicos y chicas de pie y sentados, algunos ya se estaban enrollando mientras otros bebían y charlaban rodeando nuestro sitio.
Nos tumbamos en nuestras toallas y como dos adolescentes comenzamos a besarnos sin dar lugar a más. Sentí su boca y su lengua acariciar mis labios de forma que los míos ardían deseando más. Sus manos tensaban mis músculos y su olor me mantenía en un estado de embriaguez mareante. Percibí cada suspiro y su respiración en mi cuello me hacía estirar mi cuello. Sus dedos por mi nuca eran una tortura de placer. Su pierna buscando asidero en mi cadera hacía palpitar mi polla contra su vientre. La fresca brisa del mar no apagaba nuestro calor y el sudor comenzó a caer por mi pecho, notando las gotas acariciarm. Con cada beso me hacía temblar de placer y mi piel se erizaba sintiendo cada roce. Apreté su pecho y ella gimió al sentirlo. Poco a poco fui aumentando la fuerza hasta sentir su límite y volví a empezar. Este juego me excitaba y me aceleré. Sentí ganas de follármela salvajemente pero no, aún no era el momento.
Uno a uno, ella fue soltando los botones de mi chilaba. Pasó las manos bajo la tela para acariciar mi pecho y mi abdomen. Agarró mi polla, que colgaba engrosada junto a los testículos libremente al no llevar ropa interior. Jugueteo con ello mientras me besaba jugando con la lengua.
-Fóllame la boca -le ordené-.
No era una orden, se lo imploré incapaz de resistirme, de aguantar ni un segundo más aquella tensión.
Mordió mi labio hasta hacerme daño pero no fui capaz de separarme de ella. Lo sintió y siguió controlando al notar como empecé a perder el control. Mi cabeza se ladeaba y mi cuerpo se tensaba. Ella sonreía al ser consciente de lo que estaba haciendo y se excitaba al notar cómo caían sobre su pierna gotas de líquido preseminal. Entonces mis manos se colaron bajo su chilaba acariciando sus muslos, su cadera y apretaron fuerte sus pechos. Ella siseaba al notar cada apretón, tensándose. Nuevamente sintió sus músculos vaginales tensarse y levantó su cabeza en un acto reflejo. Al darme cuenta, repetí cada movimiento más lento y con más suavidad varias veces pero, al final, pellizqué con más fuerza el pezón. Eso provocó una tensión enorme en su pubis, que se apretó contra mi cuerpo y se contrajo soltando un gemido. Una sacudida recorrió su cuerpo y notó cómo su ano palpitando se apretó y relajó al máximo provocando un espasmo muscular que contrajo su vagina en una sensación muy cercana al orgasmo de forma que creyó que iba a correrse. Abrió los ojos de par en par para mirarme, asintiendo, pidiendo que que me la follase y respondí:
-No, aún no es el momento.
Acto seguido me revolví para separarme de ella y me levanté. Recoloqué nuestra sombrilla como una tienda de campaña tapando la vista desde el paseo y organicé nuestras bolsas a modo de respaldo. Tumbada sobre la gran tela que habíamos extendido en el suelo, me miró mordiéndose el dedo, observando cómo mi polla sobresalía por la apertura de la chilaba e, indecentemente, me masturbaba con su mano. Saqué una botella y bebí un poco de agua. Luego me agaché y dejé caer algo de liquido sobre su pecho. Sus pezones se hincharon al instante y su piel se erizó al paso de mis manos. Me coloqué frente a ella para que viera mi deseo y volví a dejar caer algo de agua fría sobre su boca. Luego, sobre su pubis. Sus ojos se abrieron dejando ver que estaba ardiendo tal y como los espasmos de su cuerpo confirmaban. La miré fijamente y la besé. Saqué un condón y me lo puse frente a ella con descaro, de forma que quedasen claras mis intenciones.
Me senté detrás de ella, apoyándome en las bolsas abriéndome de piernas. Me apreté contra su espalda para que sientese mi polla al tiempo que la abrazaba tirando con fuerza. Recogí su pelo en una coleta y besé su cuello, su nuca, sus hombros. Mi otra mano se había colado bajo la tela de la chilaba pellizcando sus pezones húmedos e hinchados por el agua fría. Luego bajé lentamente hasta su pubis, acariciando su suave piel hasta que mi dedo comienzó a abrirse paso entre sus labios. Cuando sientí su humedad y que su espalda se arqueaba, tiré de ella para que se levantase un poco ayudándome a colarme bajo su culo que, al bajar, hizo que poco a poco mi polla fuera entrando en ella hasta el fondo, sin prisa, sintiendo cada centímetro. Cuando comienzó a moverse, tiré de su pelo y la hice mirar al frente, de manera que se fijase en un grupo de chicos y chicas que nos miraban. Algunos ya se tocaban sobre sus pantalones abultados, ellas se reían tapándose la boca, mordiéndose los labios intentando contener su deseo. Yo tiré de su cadera y empecé a empujar elevando mi pelvis.
Se escuchaban sus voces, sus comentarios y nuestros jadeos. Todo se mezclaba como en un conjuro que nos embriagaba. Ella sientió que su cuerpo empezaba a expandirse. Se abrió de piernas y se inclinó hacia adelante extiendiendo sus brazos para apoyarse. Saltaba sobre mi polla dándose más y más placer. Mi mano acariciaba su culo, pulsando sobre su ano con el pulgar que poco a poco se abría camino. Tiré de su coleta para que volviese a mirar al grupo de jóvenes. Frente a ella, en la penumbra de la playa veía como sostenían sus teléfonos grabando la escena, cómo algunos empezaban a masturbarse, una chica que había cogido la mano del chico que estaba a su lado metiéndola bajo el vestidito acariciando la braguita mientras, a su lado, otra se acariciaba sobre la tela de los leggins tirando de la cinturilla con fuerza marcando sus labios vaginales. La mayoría de los chicos directamente se la habían sacado y agitaban sus pollas en una suerte de rito sexual tribal. Se llevó mi mano a la boca y chupó mis dedos como si algunos de ellos se hubieran acercado y le hubieran ofrecido chupársela. Solté su pelo y llevé mi mano a su clítoris, engrosado y completamente húmedo, lo acaricié aumentando el ritmo.
Se le escaparon algunos gritos y esto provocó a los chicos que empezaron a correrse. El espectáculo la volvió loca. Sentí como se tensaba, como aumentó la presión en su vagina, tanta que comenzó a saltar frenéticamente en un intento de liberarse. Yo aumenté mi ritmo y subía mi pubis provocando una penetración total. Notàbamos la tensión en el perineo y su ano palpitando. Se aprieto las tetas, chupando mis dedos con frenesí mirando las caras de placer de todos ellos. La chica de los leggins se había sacado un pecho y la chica de al lado se lo chupaba mientras el chico que jugaba sobre su braguita ahora se la estaba follando.
Ella sentía toda aquella energía, se sentía partícipe y sentía cómo esa energía se acumulaba en su cuerpo, el olor del mar, su piel erizada por la brisa fresca. Nuestros cerebros empezaron a llenarse de sensaciones y se liberaron. Desde el perineo, una oleada de placer recorrió su sistema nervioso y explotó en su cabeza. Se corrio. Se corrió entera, con cada parte de su cuerpo. Su vagina se contrajo y apretó mi polla. Unido a sus espasmos, yo no aguanté aquel cúmulo de sensaciones y me corrí mientras seguía rebotando contra mi pubis. Cada golpe era un espasmo, una sacudida, gruñimos, gimiendo, gritando en cada golpe. Nos unimos en un orgasmo que paralizó el tiempo. Con nosotros, algunos de aquellos jóvenes. Especialmente las dos chicas, cuyas bocas unidas aún podían sonar a la vez creando un improvisado coro sexual.
Quedamos tendidos sobre la gran toalla, temblorosos. Nos abrazamos, besamos, acariciamos y miramos sabiendo que sólo acabábamos de empezar. Cuando nuestros cuerpos lo permitieron, recogimos y volvimos cogidos de la mano al coche con total normalidad frente a la mirada incrédula de los chavales que nos habían acompañado.