Serendipia
Empiezan a caer las hojas en los parques de Madrid. La gente anda cabizbaja, seguramente pensando en el final de las vacaciones y la vuelta a la rutina. Todo es igual que el año pasado y el anterior, y el anterior...Todo no.
Ando con paso firme, meneando la cabeza mientras en mis cascos suena "Don't stop me now", de mi banda favorita.
Esa tarde de otoño tenía una cita importante, esta vez no era de trabajo sino por puro placer. Es la segunda vez que la veo pero parece como si lleváramos media vida juntos.
Es indescriptible, como ella.
Apareció en mi vida como aparecen las cosas más bellas, por pura serendipia. No la buscaba ni lo planeaba y, sin embargo, ocurrió.
Aún no he podido quitarme el aroma de su piel de mi mente y voy a volver a sentirlo, como un imán que irremediablemente atrae y es atraído.
Cuando la vi, tantas veces soñado el momento, me lancé a abrazarla sin mediar palabra. Solamente deseaba que sintiera con mi corazón acelerado cuánto la había echado de menos (¿se puede echar de menos algo que nunca se ha tenido?).
Al separar nuestras cabezas solo acerté a balbucear un "aquí estoy" mientras que su mirada me devoraba y nos fundimos en un beso eterno.
Habíamos quedado para merendar pero solo teníamos hambre de nuestros cuerpos, cualquier esquina era buena para saborearnos.
Y caminando por el centro de la ciudad, al pasar por delante de un hotel, la miré y me miró. Un guiño fue suficiente para cogerle de la mano en dirección a la recepción.
Nos podía el morbo, ya no éramos dueños de nuestras manos. Hicimos el check-in tan pronto como fue posible y hasta los 3 pisos de ascensor se nos hacían eternos.
No recuerdo cómo abrí la puerta, solo sé que de repente nos encontramos enredados. Dos cuerpos que no se conocían pero encajaban a la perfección. Dos almas deseando compartir la magia.
Yo solo deseaba besar cada centímetro de su piel, ella pensaba lo mismo. En ese vaivén me descubrí dentro de ella, a punto de explotar, con todas las ganas acumuladas deseando ser liberadas. Y un beso, ese beso en el cuello que me vuelve loco, consiguió lo inevitable.
Habíamos sido uno en ese momento y ya no había vuelta atrás.
La vida es caprichosa y, cuando te dejas sorprender, ella te sorprende aún más.