El valor de saber
Estábamos en aquella cafetería los dos, la de las maravillosas vistas. El viento se colaba suavemente bajo el vuelo de mi falda, y tímidamente bajo la mesa se podía sentir el roce de mis sandalias de tacón sobre su pierna. La tensión en el ambiente se podía cortar con el filo de un papel. Y, sin embargo, ambos permanecíamos serenos, riendo en complicidad, discutiendo sobre gustos musicales, comidas favoritas y con quién habíamos tenido nuestras mejores experiencias sexuales.Nadie hubiera adivinado por su tono de voz que iba de camino a cumplir la mitad de siglo. Su sonrisa se esbozaba con picardía, y una franqueza que me hacía bajar esa guardia que otras experiencias me hicieron crecer. Vestía tan elegante y con un perfume tan sofisticado, que mi imaginación volaba de sus manos a su boca con la velocidad del rayo. Y, justo cuando intentaba centrarme en la conversación, mi mente se bloqueaba en el momento en el que su lengua se metía en mi boca mientras me aprisionaba contra la pared de la habitación.
En un momento, se hizo un silencio. Mi pierna había subido hacia una zona más comprometida de la cuenta. Pero eso no fue el desencadenante, sino la mirada. Una de esas que hacen que alrededor todo se congele, y que en ese espacio de tiempo sólo haya cabida para los dos.
• "Quiero decirte algo."
• "Adelante, soy todo oídos."
Tomé un último sorbo de café, me lamí los labios y comencé.
• "Mi naturaleza es peculiar, así como mi forma de amar. No sé si soy lo que estabas buscando, pero sí lo que querías encontrar. No cualquiera es capaz de sumergirse en las aguas turbulentas en las que se mueven mis emociones y, con las mismas, he de decirte que por algo me definen como lo que soy. Puede que no lo entiendas ahora, pero quiero que comprendas que si abres la puerta a ese conocimiento que te quema la piel, entraré con toda mi fuerza, mi pasión y mis ganas desatadas. Quiero follarte la mente, lamerte los sentidos, perforar tus emociones a gemidos y que sonrías al despedirnos. Quiero aprender todo lo que te han enseñado y mostrarte de lo que soy capaz. No te pediré más responsabilidad que la que yo pueda darte, porque en este juego ya sabes cómo funcionamos. Tampoco quiero obsesiones, sino momentos donde podamos entregarnos a la más absoluta de nuestras inquietudes y disfrutar, el uno del otro, en un profundo vaivén de emociones. Y de ser así, sólo así, entenderás por qué puedo llegar a ser tan peculiar."
El viento rozó mi flequillo y el murmullo de la gente volvió a resonar. La gente volvía a la vida a nuestro alrededor. Él, sin embargo, no quitaba sus ojos de los míos. Cerró los ojos, me tomó de las manos, los abrió de nuevo y me dijo:
• "Todo lo que me dices, suena estupendamente, y no sabes lo temerario que puedo llegar a ser cuando me provocan de esta manera. Me has creado la necesidad de querer enseñarte. Ven, no perdamos más el tiempo, que quiero atreverme a saber de lo que eres capaz."