El jardín
Todos los años de repite el ritual. Búsqueda de una casa apartada, en buena compañía. Existe una razón formal: desconexión veraniega, contacto con la naturaleza, lectura, relax..todo aquello que se puede reconocer fuera de aquí. Empero, nos mueve otra razón que aquí entenderéis a las mil maravillas: el jardín, desear que la luna se ruborice ante tamaño espectáculo, sentir que las estrellas asistan desafiantes al movimiento de nuestros cuerpos desnudos.Ópera con obertura y tres actos: andante, allegro ma non troppo y prestissimo.
Obertura: cuerpos yacentes que disfrutan de la visión de la Vía Láctea, con sonidos de naturaleza que pronto se volverán más intensos. Los abrazos y caricias, la suavidad de sus cabellos, unido a la visión de ese cielo estrellado nos hace atrapar la felicidad. Felicidad que se torna en deseo tan pronto su mano alcanza mi miembro, que rápidamente acepta el reto de recibir sus labios. Siento esa suave y maravillosa presión acompañada de una sutil caricia por mi sexo, al tiempo que sus piernas envuelven mi cara mostrándome el camino a seguir. Es mucha la experiencia acumulada para saber, uno y otro, que aquello que comienza con dulzura anuncia un torrente de sexo desbocado. Nunca me cansaré de degustar la más carnal libación, al sabor único de la humedad femenina que me hace detener el tiempo entre gemidos.
Andante. Trompetas de Marte anuncian el inicio del primer acto. Su espalda abajo, sus piernas bien arriba, sujetas entre mis brazos, permiten una hondísima penetración.
-Despacio-, me repito entre jadeos, al tiempo que mi pelvis realiza movimientos circulares que alterno con otros más directos. Sus uñas en mi espalda guían mi ritmo. A pesar de la posición, no soy yo quien lleva el control. Sus palabras altisonantes , que rozan ya lo no permitido, incrementan mi excitación.
Allegro ma non troppo. Me vuelve loco cómo se entrega en esa posición a cuatro. Cómo arquea su cuerpo mientras gira la cabeza buscando mi mirada desbocada. Con una rodilla apoyada en el suelo, apoyo mis manos en sus caderas para facilitar mis embestidas. Ya no hay sutileza, solo gritos de placer ante una, dos, tres... sacudidas en su interior. Se ha escapado un primer azote, fuerte, rudo, mientras me mira con completa lascivia. No habrá muchos más pero sí los suficientes para que sus gemidos cambien de tono. Siento en ese momento una increíble escalada de virilidad que ella, una vez más, disfruta como un éxito infinito.
Prestissimo. Cuando se separa no veo a una mujer dulce y refinada sino a una pantera transformada. Sin ningún miramiento, recoge mi miembro para situarlo en su vagina. Mientras nos convertimos en uno, me invade un placer difícil de describir. Una pantera, fuera de sí, atrapa mis muñecas contra la hierba; sus movimientos son rápidos, salvajes, directos. Los repite una y otra vez, acompañados de gritos irrefrenables a cada ascenso de mi miembro por sus paredes. Admiro sus tetas maravillosas que hoy no me deja alcanzar, más cuando mis muñecas sufren la maravillosa tortura de permanecer atrapadas ante su fuerza.
-No pares, le ruego.
Hace caso omiso. Con mi polla completamente introducida me lanza un beso que me parece lento y rápido al mismo tiempo.
Vuelve a acelerar, agarra mis manos y las lleva a sus gluteos. Aprieto su culo ante sus continuas sacudidas, de nuevo poseída por un espíritu salvaje. Ahora es ella quien masajea sus tetas mientras se sienta a horcajadas una y otra vez alumbrada por sonidos de muy altos decibelios.
-Córrete, cabrón, me ordena- No veía el momento de recibir su orden. Ha llegado el momento de éxtasis conjunto, no hay sosiego, imposible el silencio.
Justo cuando mi eyaculación desborda su sexo, advierto la mirada de la luna en nuestro nuevo e inolvidable jardín hundido en pleno bosque.
Pd.- Al día siguiente comenzamos a planear las vacaciones del año próximo, que serán, nuevamente, en alguna casa perdida en la naturaleza.