cita de una tarde de verano
Cuando empezaba a bajar el sol nos citamos en la playa. Lo hicimos todo sin prisa: primero nos tomamos algo mientras nuestras miradas investigaban curiosas los detalles del otro: esa sonrisa que se convertía en algo provocador, gamberro; esa mirada punzante, que anticipaba el atrevimiento de después; esos labios que el líquido de la copa convertía en más carnosos todavía... y la conversación fluía. retuvimos un poco todavía las ganas, y quisimos seguir charlando con una cena ligera y apetitosa, y un vino blanco y frío para regar nuestro deseo.
después volvimos a la playa. y ahí donde nos habíamos citado, ahora dejamos que explotarar la excitación. nos quitamos la ropa, nos besamos. las terrazas de veraneantes no estaban tan lejos, pero era ya de noche y el juego nos podía: el atrevimiento, las ganas. y entramos en el agua cuando ya no podíamos más. y nos abrazamos y nos compenetramos.
luego seguiríamos en una habitación, con los cuerpos salados para ser más gustosos.