Vecinos confortables
Por razones de trabajo he vivido temporalmente en varios lugares. Una de las veces tuve la suerte de toparme con un matrimonio de unos cuantos años más que yo, muy simpáticos. la primera vez que coincidimos en el ascensor me di cuenta que eran liberales. Mientras ella me hablaba, en vez de mirarme a los ojos me miraba el paquete descaradamente y se mordía los labios. Tenía un pecho grande y ya sabía que sus aureolas debían ser de ese rosita claro que me pone tieso, porque era muy blanca de piel. Un día, después de contarles que no tenía tiempo ni para cocinar, me invitaron a cenar. Del menú no me acuerdo, pero puedo ver a María aún en mi cabeza con aquella medias y minifalda negras. En una ligera inclinación, para coger una copa que nos había preparado su marido pude ver que se había puesto liguero y me llevé instintivamente la mano pars frotarme suavemente la polla por encima del pantalón. Ya la tenía dura y era evidente. María la miraba descaradamente y aquella noche sonreía mucho y Pepe, su marido, también. Yo llevaba un par de semanas sin follar, porque había viajado sin mi mujer, y no me gusta recurrir a la prostitución. Y solo me había cascado una paja imaginando precisamente que me montaba un trio con ellos. Así que me estaban poniendo muy caliente. Como era tan evidente y a mí no me gusta dar vueltas y vueltas esperando el momento oportuno, todos lo son, les dije que por qué no íbamos al grano y nos desnudábamos directamente , pero que ella se dejara el liguero , claro. Ellos estuvieron de acuerdo y se dieron unos piquitos y me dejaron participar de los lengüetazos y besos Se sentaron a mí lado en el sofá, con María en medio y nosotros nos bajamos los pantalones. Nuestras pollas estaban ya bastante erguidas, pero María nos empezó a pajear suavemente y nuestros nabos se endurecieron aun más para alegría de María. Por cortesía empezó a comérmela a mí pero al ratito se giró para saborear la polla de su esposo, un champiñón de cabezón considerable,. Se la comía de rodillas sobre el sofá, dejando su chochete a disposición de mis dedos. Me sorprendió lo muy mojada que estaba y como quemaba el interior de su coño. Después de un rato de manoseos a tres, nos turnamos para follar con ella y pasamos una velada agradable. He de decir que incluso tenían buena mano con la música. la semana restante que pasé en la ciudad quedamos para cenar juntos tres o cuatro veces más y aún nos felicitamos por Navidad, aunque hayan pasado ya cinco o seis años.