Escenas de un matrimonio (III)
Escenas de un matrimonio (III)Eloy estaba terminando de cocinar y de poner la mesa para la cena, mientras Bea estaba hablando por teléfono con una amiga en lo que parecía una conversación con un tono ciertamente dramático. Eloy terminó de preparar la ensalada de tomates con ajos cortados en láminas y aliñada con sal, pimienta y aceite de oliva. Puso una sartén al fuego para las tortillas que a Bea le encantaban con queso y cebollino. Cortó el cebollino, picadito, batió los huevos, les puso algo de sal, mezcló con el cebollino y tiró la mezcla sobre la sartén. Cortó el queso y se lo añadió.
Con las tortillas preparadas se sentó en la mesa. Bea seguía con la llamada y Eloy miraba hacia la habitación para ver cuánto le quedaba a esta. Finalmente cortó la llamada y se sentó a cenar:
Eloy: ¿Pasó algo?
Bea: Yo no sé si se van a separar
Eloy: ¿Lidia?
Bea: Sí
Eloy: ¿Qué ha pasado?
Lidia: No están bien
Eloy: ¿Ella está con otro?
Bea: Ahora no
Eloy: Joder…
Bea: ¿A ti te molestaría que yo estuviera con otro?
Eloy sonrió de manera algo vergonzosa, casi a modo de defensa, pero también era un tema que le encantaba tratar
Eloy: ¿Por qué, te gusta alguien?
Bea: No sé, nadie en particular, pero podría gustarme
Eloy: A ver, es una tema que hemos hablado ya un poco, habíamos comentado que podíamos enrollarnos con gente de nuestro mismo sexo sin tener que pedirnos permiso previamente, yo qué sé, si te das cuatro besos con un tío a mí, en principio, no me molesta, también depende de quién sea, te acuerdas que habíamos hablado que si alguno estaba en un viaje de curro y tal y pasaba algo con alguien que no íbamos a volver a ver o que vive a diez mil kilómetros pues que no pasaba nada.
Bea: Ya
Eloy: Ahora, si te quieres follar a tu compañero de trabajo, me molaría que lo habláramos. A lo mejor, no me molesta, pero depende de quién y cómo sea la persona.
Bea: ¿Y si es una tía?
Eloy: Por mí como si te la quieres echar de novia, no me molesta nada
Bea: ¿Y un novio, no?
Eloy: A lo mejor, también, je je je, ¿hay alguien?
Bea: No
Eloy: A mí todo esto me pone cachondo, ya lo sabes
Bea: A ti te pone cachondo todo
Eloy: Todo no (sonrió). Lo único que me ralla es la protección en el sexo oral, o sea, no me importa comerme una polla con un condón o que te la comas tú, pero comerse un coño con la barrera esa de látex me cuesta más verlo.
Bea: Cuando estuvimos con el tío ese le comimos la polla sin condón
Eloy: A ver, fue al principio un poco hasta que se le puso dura, luego le pusimos el condón
Bea: Porque lo dije yo
Eloy: Bueno, era algo que habíamos hablado los tres, que íbamos a usar condón para todo, también para el sexo oral. Fuiste tú la que en el acto lo dijiste pero era algo pactado de antes por los tres
Bea: Entonces, ¿no te molestaría que estuviera con otro?
Eloy: A mí me pone cachondo, hablándolo, yo no tengo problema. Otra cosa es que por lo que sea alguno nos sintamos mal, y decidamos parar, pero a mí todo esto me pone a mil, ya sea que tú te lo quieras montar con alguien, contándome lo que hacéis o no, o ya sea que nos lo montemos juntos con alguien.
Bea: ¿Un plátano? (Agarrando la fruta y señalando a Eloy)
Eloy: ¿Por la noche?
Seis meses antes
Cuando Eloy llegó a casa ya eran más de las siete de la tarde y Bea estaba todavía trabajando en el ordenador, habían quedado a las nueve y media con Roi, un chico gallego que habían conocido en una aplicación de intercambio de parejas. Era la primera vez que iban a hacer algo así y a pesar de cierto nerviosismo tampoco se sentían especialmente inquietos. Desde que se conocieron, Bea y Eloy habían construido su relación a través de poder hablar con sinceridad de lo que sentían. No era algo que habían hecho siempre bien y lo habían empezado a hacer con bastante torpeza pero con el tiempo habían ido aprendiendo a comunicarse de una forma bastante sana. Hablar con sinceridad con el otro era también un ejercicio para hablar con sinceridad con uno mismo y eso era algo que Eloy había valorado mucho de la relación que habían construido con Bea.
Cuando Bea y Eloy llegaron al inicio del Paseo de los Tristes, donde habían quedado con Roi, éste ya estaba allí, camisa de cuadros, era la indicación que Roi le había dado a Eloy, aunque también se habían pasado algunas fotos donde se mostraban los rostros y se podían identificar. Mientras llegaban, Eloy le dijo a Bea: -Ese debe ser Roi.- La presentación no fue especialmente incómoda, los tres pusieron de su parte para romper el hielo, Roi les comentó que había una cervecería artesanal en el mismo paseo y que si querían podían ir y la pareja fluyó. Roi era algo más joven que ellos que estaban en la mitad de la treintena mientras que él acababa de llegar a los treinta. Ninguno de los tres era natural de Granada, así que cada cual contó cómo había acabado en Granada o qué hacía en ese momento en la ciudad. Roi había venido a hacer un Master de Arquitectura Sostenible desde su Galicia natal e iría a estar uno o dos años en la ciudad andaluza. Después de estas presentaciones los tres se sentían algo más cómodos, era algo muy habitual conocer a gente nueva en la ciudad de Granada y había bastante afinidad, algo que ya intuían desde las primeras conversaciones en la aplicación de citas. Fue Roi quien se atrevió a romper el hielo: - Bueno, creo que me habíais dicho que no teníais mucha experiencia en esto del intercambio de parejas, ¿habéis hecho algo o cómo es que tenéis ganas de hacer algo?-. Bea tomó la iniciativa, le contó a Roi que entre Eloy y ella la comunicación sincera siempre había sido su punto fuerte y que desde hacía bastante tiempo habían empezado a fantasear con estar con otras personas pero que nunca se habían animado. Fue Eloy quien siguió contando a Roi cómo empezó todo. Bea y Eloy llevaban juntos unos dos años, por aquel entonces Eloy iba mucho con Giuseppe, un chico italiano que estudiaba cine y estaba de Erasmus en Granada, se pasaban el día juntos hablando de cine. Hubo una noche que los tres fueron a un barril. Estando en esta fiesta, Giuseppe y Eloy se encontraban de pie, uno al lado del otro, con una copa en la mano, mientras sonaba una canción de Bob Marley y la gente bailaba, a ninguno de los dos les gustaba mucho la fiesta pero allí estaban los dos plantados, Eloy se embobó mirando a Lidia, una amiga del grupo con el que solían salir. Sin mover un ápice su cara y sin dejar de mirar a Lidia, Eloy le dijo a Giuseppe: -Vaya tetas que tiene Lidia.- De lo que Eloy no se había percatado es que Giuseppe se había ido al baño y era Bea quien acababa de llegar a su lado. Por aquel entonces tenían veintiséis años y no llevaban más de dos años juntos como pareja. Mientras Eloy estaba embelesado con las tetas de Lidia y soltó su sentencia Bea lo miró, Bea miró a Lidia, Bea volvió a mirar a Eloy, Bea volvió a mirar a Lidia y le dijo: -Pues sí-. Eloy miró a Bea, Eloy miró a Lidia, Eloy volvió a mirar a Bea y no se dijeron nada, pero se dijeron todo. Esta tonta anécdota fue la primera vez que empezaron a contarse los gustos o atracciones que tenían sobre otras personas, algo que en la cama empezó a ponerles muchísimo y que les llevó hasta donde estaban hoy delante de Roi.
Desde la anécdota de la fiesta hasta Roi, habían pasado casi diez años, Eloy y Bea fantaseaban mucho con la idea de tener sexo con otras personas y se lo imaginaban de muchas formas diferentes, juntos, separados, con un chico, con una chica, con una pareja… pero materializarlo les costaba muchísimo, muchas veces, de hecho, pensaban que era algo que sólo les gustaba en el terreno de las fantasías pero que quizás nunca iban a realizar. Cuando Bea y Eloy se conocieron ninguno de los dos había cuestionado su sexualidad, o más bien, su heterosexualidad. Es cierto que Bea, de adolescente, había tonteado y se había besado con algunas amigas pero respondía más un patrón machista de hacerlo para gustar a los chicos que porque le gustara tontear con sus amigas. Pero con el tiempo tanto Eloy como Bea después de algo más diez años de relación juntos y habiendo aprendido a contarse a uno mismo sus propias fantasías, a ambos no solamente les apetecía tener sexo con otras personas sino que a ambos les apetecía tener sexo con otras personas de su mismo sexo.
Después de un tiempo en la aplicación de intercambio de parejas se habían dado cuenta que las parejas “ella bi, él hetero”, solían ser la norma, algo que a Bea le molestaba muchísimo y que decía que respondía a patrones supermachistas. Por otro lado, encontrar a mujeres solas para quedar con una pareja era una tarea arduamente complicada, de hecho las mujeres solas que quedaban con parejas en este ambiente recibían el nombre de unicornios, nadie sabía si realmente existían. Finalmente, no era tan complicado encontrar a hombres solos, generalmente heteros, pero también había cierto número de bisexuales. Así fue como apareció Roi, en su perfil se declaraba abiertamente bisexual y desde el principio la conexión y la conversación con él fue totalmente fluida.
Bea se disculpó para ir al baño, Roi y Eloy se quedaron solos.
Eloy se animó: -¿Y, entonces, has estado con hombres?-.
-Sí, tengo cierta experiencia con hombres, sobre todo, sexo casual, he tenido alguna relación aunque en las relaciones me ha ido mejor con mujeres que hombres.-
Eloy se ruborizó un poco y con una sonrisa nerviosa le dijo que tenía muchas ganas de estar con un hombre.
-¿Qué te apetece hacer con un hombre?
Eloy se puso rojo como un tomate pero se sintió cómodo, estaba surgiendo la química entre ambos, le dio un sorbo a su copa de vino, se acercó a Roi y en voz algo más baja le dijo: Tengo muchas ganas de comerme una polla.- Ambos estallaron en risas justo en el momento en que llegaba Bea que se contagió y preguntó de qué reían.
• Tu chico dice que quiere comerme la polla.
• Espero que no quiera hacerlo solo.- Respondió Bea añadiendo temperatura al momento.