Deseo animal

Espero detrás de la puerta entreabierta a que el ascensor pare a escasos metros de mi con tu imagen en mi cabeza. Oigo la puerta abrirse con un quejido familiar y tus pasos acercándose hasta mi. Salgo de detrás de la puerta y nuestras miradas se encuentran. Las pupilas se dilatan en segundos cargadas de deseo.
Entras cerrando detrás de ti la puerta, pero mis manos ya están en tu cuello y nuestras lenguas jugando juntas mientras sostienes el casco de moto aún en un brazo.
• No me da tiempo ni de dejar el casco- protestas sonriendo, con esa sonrisa torcida que tanto me pone.
Mientras, tu mano libre comprueba que no llevo bragas, tal y como te gusta que siempre te espere, y eso hago, pero no por complacerte, si no por las ganas de mi que leo en tu cara y en tu cuerpo. Me gusta sentirme tan deseada por ti.
Con un torpe gesto dejas el casco sobre la mesa mientras nos arrancamos la ropa el uno al otro y apenas llegamos al sofá desnudos dejándonos caer sobre él.
Noto cómo brillan tus ojos mientras te agachas, hundiendo tu cara entre mis muslos, sin dejar de mirarme.
Pero yo ya he cerrado los ojos y lanzo un gemido al aire mientras agarro tu cabeza. No quiero que te detengas.
Te encanta besarme, morderme, lamerme hasta que mi cuerpo tiembla y te regala un intenso orgasmo mientras bebes de mi sin separarte.
Tu boca llega hasta la mía y mientras aprieto con mis uñas tu espalda, nuestros labios parecen estar en una lucha a muerte. Eso no es un simple beso, y los dos lo sabemos.
Me levanto desnuda delante de ti y doy una vuelta para que puedas verme por todas partes, ríes y sé que te encanta.
Te dejo sentado y me pongo de rodillas ante ti, cogiendo con ambas manos tu dura erección y llevándola a mi boca sin separar nuestra mirada.
Me encanta leer en tu cara el deseo acumulado entre nuestros encuentros.
Paso despacio la lengua desde la base al glande, lo acaricio y lo meto en mi boca con cuidado pero con muchas ganas.
Tus gemidos inundan mis oídos y cuando no puedes más, me levanto y me dejo caer sobre ti, hundiéndome hasta el fondo. Entonces se escuchan los jadeos de ambos, moviéndonos con furia.
Tú agarrando mis caderas y moviéndolas al ritmo que deseas, yo cabalgando sobre ti notando como se mueven mis pechos a ese ritmo desenfrenado y clavando una y otra vez mis uñas en ti. Siento deseos de morderte. El nuestro no es un deseo normal, es animal. Gruñimos, jadeamos y deseamos saber que pertenecemos por completo el uno al otro en esos momentos.
Un grito nos hace saber que nuestros cuerpos han llegado al momento más alto de placer y caigo entre tus brazos sudando, sin aliento, con todo el pelo húmedo sobre mi rostro y mis hombros, descansando sobre ti.
Levanto con esfuerzo la cabeza para acercar mis labios a tu oído.
• Vamos a la habitación.
Me levanto y coges mi mano. Te levantas y me sigues.