Lola
Lola Recién cumplidos los 18, Lola acababa de llegar al internado en el que iba a pasar el mes de agosto estudiando inglés.
Entre el gentío, una visión la estremeció de pies a cabeza. El monitor asignado a su grupo, Lukas, que estaría en la treintena, era como un vikingo esculpido por el mismísimo Odín, que exhalaba masculinidad por cada poro de su piel, la cual envolvía un musculoso y gran cuerpo. Su pelo rojizo un poco alborotado, su mirada penetrante y su sonrisa perfecta le daban un aire salvaje que inmediatamente provocó en Lola un arranque de deseo y lujuria como no había sentido antes. Imaginaba como sería acariciar ese pecho, esos brazos fuertes, respirar su olor y agarrarle del pelo mientras él le come los pechos con gula, haciéndola gemir sin parar. Imaginaba como sería sentir su erección poderosa contra ella, y darse un banquete con su polla hasta no poder tragar más. Imaginaba como sería sentirse indefensa a merced de los deseos y perversiones de ese alfa, que la abrasaría hasta dejarla exhausta, disponiendo de todo su cuerpo a su antojo. Definitivamente, deseaba que él la hiciera cruzar todos los límites…
En el acto de apertura, Lola no podía apartar sus ojos de Lukas, su magnetismo la hechizaba, y estaba segura de no ser la única en desear ser poseída por él.
No tenía muchas esperanzas de llamar la atención de ese hombre con mayúsculas, siendo como era ella menuda, de complexión fina y sin mucha exuberancia. Y sin embargo, mientras tenía fijos los ojos en él perdida en sus húmedos pensamientos, se dio cuenta de que él había ladeado ligeramente la cabeza y la miraba con expresión divertida. Muerta de vergüenza, apartó la vista, y en seguida notó el calor que subía a sus mejillas y que bajaba por su sexo, empezando a provocarle unas palpitaciones en su clítoris como no lo había hecho ningún hombre antes, mojando sus braguitas de encaje.
"Cómo es posible que me vuelva tan loca?" se decía...
Tras la cena, todo el mundo se dispersó por el jardín del internado, aprovechando el frescor de la noche. Lola recordó que había olvidado su agenda en una de las aulas y se dirigió a buscarla. Iba tan inmersa en sus fantasías sexuales con su dios nórdico que no se dio cuenta de que él la seguía. Ya en el aula, él entró y la sorprendió.
Desde que la había visto, Lukas la había deseado se una forma salvaje, casi animal, y en cuanto la descubrió mirándole en el salón, no dudó en que tenía que lograr encontrarse con ella a solas. Le había vuelto loco esa mezcla de inocencia y sensualidad que ella desprendía.
Como si de imanes se trataran, sin mediar palabra se acercaron el uno al otro. Él le sacaba más de una cabeza y sin esfuerzo la levantó y la sentó en uno de los aparadores. Inclinándose, cogió la cara de Lola entre sus fuertes manos y mirándola con lascivia, acarició sus labios con sus pulgares. Los labios de Lola eran suaves y carnosos, tan deseables que Lukas no pudo resistirse a besarlos. Sus bocas dieron paso a un juego de lenguas entrelazadas, besos húmedos, suaves mordiscos y suspiros de excitación. Lola recorría con sus manos los fuertes hombros de Lukas, y en un momento agarró su pelo como en sus fantasías, aumentando la intensidad de sus besos, anunciando que estaba más que dispuesta a todo lo que Lukas quisiera hacer con ella.
La señal fue bien recibida; Lukas bajó sus manos y comenzó a desabrochar los botones de la camisa de Lola. Sus miradas fijas una en la del otro, expresando el deseo que los estaba abrasando, invitándose mutuamente a entregarse completamente al frenesí del sexo sin tabúes. Lukas descubrió unos redondos y pequeños pechos enmarcados en un sexy sujetador de encaje blanco, que no hizo sino aumentar la lujuria que le recorría la mente y el cuerpo. Despojó a Lola de la camisa y bajando los tirantes del sujetador, comenzó a comerle los pechos. Los pezones de Lola estaban erectos, y Lukas pasaba de uno a otro, lamiendo, acariciando, mordisqueando, sin decidirse por cuál le gustaba más, emitiendo murmullos de deleite. Lola no dejaba de gemir del placer que estaba experimentando, casi al borde del orgasmo. Su sexo estaba cada vez más mojado e hinchado de lo excitada que estaba. Ella bajó sin pudor la mano para sentir la erección de su vikingo, y se maravilló del tremendo bulto que había bajo los pantalones. Comenzó a acariciarlo, sintiendo como su dureza iba aumentando, así como tu tamaño, queriendo salirse de su prisión de tela.
Lola no pudo resistirse y se bajó del mueble, le desabrochó el cinturón, dejó caer los pantalones y le bajó los boxers dejando a la vista el pene erecto en todo su esplendor. Lola se inclinó y comenzó a lamerlo de arriba a abajo, disfrutando de su calor y su sabor, restregando el glande por sus labios empapados en saliva, agarrando el tronco y acariciando los testículos. Ella deslizó un dedo por su perineo y él dejó escapar un gemido inequívoco, que la envalentonó a ir más allá. Tener esa polla tan grande en su boca le daba un morbo increíble y la hacía desear tenerla toda dentro.
Controlando las arcadas se la metió cada vez más en su boca hasta que ya no pudo más. Le miró y le vio jadeando con una cara desencaja de placer.
Lukas no podía creer que esta preciosidad tan menuda le estuviera haciendo una mamada tan deliciosa y profunda. Se estaba volviendo loco de deseo y placer, teniendo a esa muñeca haciendo realidad las fantasías que había tenido con ella desde que la vio por primera vez...
"Hazme lo que quieras" - dijo de repente Lola mirándole intensamente a los ojos. "Lo que queramos los dos"- respondió Lukas, casi sin creerse o que acababa de oír... Las imágenes se entremezclaban en su mente en una verdadera orgía sin medida. Ella, que le enloquecía y le provocaba una lujuria incontrolable, se estaba ofreciendo sin condiciones, no podía ser real.
"Hazme lo que quieras" - repitió Lola con una mirada aún más lasciva si cabe - "Eso es lo que quiero".
