LUBRICIDADES /XXVIII

LUBRICIDADES

XXVIII

A veces, me pongo guarro
y me apetece decirte
que no soy un caballero,
sino más bien un macarra
que quiere ahora abrirte el coño
y follártelo entero.

Sin más, sin contemplaciones,
pegando con los cojones
en los labios de tu vulva,
que a veces me pongo cerdo
y te quiero un poco bruta.

Que tú, sin más miramiento,
me agarres fuerte el cipote
y le des buen escarmiento
machacándolo en pajote
que quite el entendimiento.

Que guarrees con tu coño
sentándote en mi boca,
que te frotes en mi rostro,
que te corras si te toca
pasando un poco de todo.

Te prefiero arrabalera
cuando ando yo macarra:
dejar los detalles fuera,
ser yo un guarro y tú una guarra
sin límites ni fronteras.

Follarnos así, yendo a saco,
sin tener más horizonte
que gritarnos el orgasmo.

Nos hemos echado al monte
y ahora ya no hay quien nos salve,
cuando tú las piernas abres,
yo te la clavo bien dentro
y empezamos a movernos
en esta danza sin orden.

Con gritos, con arañazos,
con el sudor compartido
empapándonos el alma
robándonos el sentido,
cambiando ahora de postura
de posición y de sitio,
follándonos con locura,
jodiendo a puro vicio,
besando con besos sucios,
con todo el cuerpo hecho sexo,
oliéndonos el deseo
y deseando el olernos,
el besarnos, el follarnos,
el gozarnos, el corrernos…

Y correrme en tus adentros
o en tu boca, o en tus pechos,
pero correrme a lo loco,
escupiendo semen denso
que se mezcle con tu flujo,
con tu sudor,
con tus besos…

A veces, me pongo guarro
y me encanta que me sigas.
A veces, tengo esa suerte
al tenerte como amante:
una dulce compañera
que de vez en cuando cambie
y se ponga arrabalera
si me pongo yo macarra:
que a veces me pongo guarro,
y quiero que me den caña…
y eres amante cañera
y por eso, a mí, me encantas.