Cantes de confesión
Vibran las letras que guardo escondidas en este cajón, el cual no me atrevo a abrir por si tu recuerdo me hace perder la razón. Dentro de él conservo la memoria de descansar sobre tu pecho escuchando el latido de tu corazón. A veces sosegado, y otras tantas desbocado, apasionado, atrapado en la locura que dices que es amor.
Resuenan mis tacones a su paso anunciando mi salida del salón. Y tu asombro esperando junto al coche observa la silueta que ese vestido marca y que sabemos que esta noche causará furor.
De nuevo, vida mía, me sitúo a los pies de tu balcón para alzarme a viva voz y proclamarte estos cantes de confesión:
Entre besos y piropos despliego mi infinita provocación. Mis manos desabrochan con firmeza anhelando saber qué esconde tu pantalón. Y tus manos han alzado el vuelo de mi falda con maestría y precisión.
Se intuye que los dedos se te descontrolan encontrando el deseo de saber que los labios me destilan pura pasión. Y es que lo que se me escapa entre ellos es el fruto de sentirte como una bendición.
Y todo esto que aquí te escribo recuerda a una ya conocida canción. Pero lo que a nadie le he contado es que no estamos solos en esta habitación...
Unas manos que buscan su penitencia en mi cuerpo me acarician con decisión. Tú me miras con las ganas desbordadas, y yo te observo con el cuerpo arqueado, los muslos bien mojados y cortando sin cuchillos la tensión.
Entre jadeos me embistes contra los barrotes que nos separan de los otros inquilinos en esta falsa prisión. Y mis gemidos resuenan como un atractivo para sus manos y sus miembros acercar sin dejarme otra opción.
Y es que, amor mío, nunca te falla la intuición. Bien sabes que lo que realmente quiero es que me entréis con ganas para sofocar las llamas que me causa esta palpitante sensación.
Y las caricias se intensifican cuando otra mujer entra escena, preparándose para la acción. No íbamos a estar solos, y complacer estos deseos carnales como buenamente entendemos es una obligación.
Los besos cálidos se mezclan con el perfume de su cuerpo, que me saben a miel y a melocotón. Y sus dedos pellizcan mis pechos para darme gusto sin mostrar un ápice de compasión.
Y mientras tanto, vuestras embestidas me hacen perder el control de la situación. Con la piel caliente y las ganas disparadas, no puedo más que rendirme al gozo para que mi mente no lo considere como un acto de traición.
Pero no son los besos ajenos ni las caricias con experimentada formación. No son los bramidos ni los recuerdos que a fuego se graban en mi piel lo que me fascina de este improvisado guión.
Sino el momento de tenerte egoístamente a solas para mí. Porque ahí, y sólo ahí, es donde le daré rienda suelta a mi naturaleza, a mi esencia y a mi condición.
Que es la de amarte a solas entregándome en cuerpo y alma a tus caprichos con abnegación. Como si se pudiera leer entre líneas que el mundo se acabase sin darme otra opción.
Sabiendo que eres tan mío...
... como tuya soy yo.
Te quiero, con locura y con desesperación, con todas las fuerzas que me arrancas del corazón, escupiendo en tinta la sangre que me brota desde el pecho, consiguiendo entrecortar mi respiración.