LAS GAFAS

No podía remediarlo, esa carita de niña buena con sus gafitas de pasta, pero que sabía que bajo ella había una mente calenturienta, ávida de nuevas emociones.
Acaricié con mis dedos su brazo, su hombro, su cuello, fui subiendo, llegando a su nuca y ensortijando mis dedos en su pelo, entonces cerré mi mano agarrándola bien de ellos y acerqué su boca a la mía.
Ese beso intenso, cálido, húmedo, ese en el que las lenguas pugnan y entonces me retiro, paso mi lengua por sus labios y saca la suya en busca de la mía. Se lleva un pequeño cachete en la cara.
- ¿Quieta, quien te dijo que podías?
- Perdón, Amo
Volví a besarla, entonces, sólo abrió la boca, su lengua quieta en su boca y entonces fue la mía quien invadió su espacio, la que entraba y salía como algo más que una simple lengua.
Entonces mi mano pugnó suavemente hacia abajo, y al momento estaba de rodillas ante mí, mirándome a través de los cristales de sus gafas de pasta. Me liberó y cual resorte quedó a unos centímetros de su boca, que entreabierta esperaba el momento en que la dejara probarla, pero mi mano seguía sujetando su pelo.
Me acerqué a sus labios y volvió a sacar la lengua en busca de su tesoro. Otro pequeño cachete en la mejilla.
- Perdón, Amo
Entonces entré poco a poco en su boca, dejándola disfrutarlo, pero sin dejar de entrar, un poco más cada vez, sus ojos me miraban a través de los cristales como preguntando:
- ¿A dónde quieres llegar?
Y obviamente llegué a dónde quería, hasta el fondo para volver a salir y disfrutar de aquellos labios que llevaba tiempo esperando, que sintiera cada milímetro entrar y salir suavemente, una y otra vez, hasta estar a punto y entonces, empezar a soltar desde su garganta a la punta de su lengua, dejando mi esencia en ella, pero reservando las últimas gotas, dejándolas para esparcirlas por los cristales de sus gafas, y acto seguido, agacharme a besarla.