Sigue lloviendo...
Hoy sigue lloviendo y sigo alterado, igual que ella. No sé cómo lo hace, pero tiene el don de ponerme nervioso cuando quiere. Activa mi mente como pocos, y las chispas de la lujuria comienzan a hacer su efecto en mí.Me propuso vernos un rato esa misma tarde, pero le di largas. Es el ansiado momento debe esperar, no quiero algo rápido. Una buena sesión nos aportaría mucho más deleite; necesitamos convertir esa llama en un volcán a punto de explotar.
Ahora mismo siento cómo todo dentro de mí se mueve a cada palabra suya. Cada punto, cada coma, todo tiene un significado y a la vez ninguno.
Tenerla cerca y a la vez lejos, aspirar su aroma mientras la deseo intensamente. Lo inalcanzable me consume; por cada paso que doy hacia ella, dos la alejan. ¿Qué me está haciendo? Ya me gustaría tenerla lo suficientemente cerca para poner mi nariz en su cuello y saber cómo huele.
En mi mente la veo sentada en una silla en la esquina de una habitación en penumbra. Su autoridad se palpa en el ambiente, pero mi vista se adapta a la oscuridad y consigo verla a lo lejos.
Sus tacones negros, piernas cruzadas y moviéndose sin parar pero firmes (indicando que su expectación es palpable), medias oscuras, falda de cintura alta... Mi pulso aumenta por cada centímetro que subo la mirada. No es justo que ahora mismo tenga el control de la situación, ¿Qué está pasando?
Me acerco a lo que parece un mueble para dejar mi chaqueta y... ¿es eso lo que creo que es? Un interruptor. Espero que sea lo que pienso. Necesito revertir la situación, aunque sea solo por un instante.
Lo primero que pasa por mi cabeza es lanzar la chaqueta en la dirección opuesta para atraer la atención de tu mirada penetrante. Justo cuando tu mirada pierde el foco en mí, suelto un susurro claro para llamar tu atención: "Vaya, parece que no hay luz..."
Te oigo respirar, ya empiezo a olerte a lo lejos. Necesito tenerte cerca y sentirte en mi pecho, en mis manos, en mi cabeza.
Empiezo a oír una carcajada, eso es lo que me gusta y ambos lo sabemos. Me contagias la risa y, gracias a oírte, procedo a caminar en silencio hasta encontrarte y ponerme detrás de ti.
Te observo de arriba a abajo y de abajo a arriba. Te siento ya muy cerca. Das un paso hacia atrás y aprovecho la situación para decirte en voz bajita, dándote la vuelta para estar cara a cara:
Tus deseos son órdenes para mí, y ya me tienes muy, muy cerca. Pero, ¿confías en mí? ¿Quieres jugar un ratito a un juego? Si confías en mí y quieres jugar, acaríciame la cara con las dos manos. Si no aceptas el juego, acaríciame con una sola mano. Intentas responderme, pero detengo tus palabras con un dedo cruzando tus labios 🤫. Recuerda: con dos manos es sí acepto, con una no.
Pareceré seguro en la situación, pero estoy tan nervioso que la improvisación es quien manda ahora. Lo que ella no sabe aún es que luego tendrá su momento de gloria.
Me haces sufrir y juegas con las manos sobre mi pecho, como si estuvieras pensando en qué responder. No puedo negar que tienes toda la esencia del juego. No esperaba menos de ti y vas a tener tu recompensa.
Tus manos calientes suben por mi pecho, se detienen en mi cuello y la presencia de tus labios y nariz en mi piel me pone la piel de gallina. De pronto, soy acariciado con dulzura y firmeza por tus dos manos.
Una sonrisa y una carcajada salen de mí. Como querías tener todo bajo control desde tu silla, procedo a sentarte en ella y me las ingenio para taparte los ojos con mis gafas de sol (es lo único que encuentro en este momento).
Pongo una música de fondo que creo que combina con nosotros, Donna Summer (Love To Love You Baby).
Así que me paseo rodeándote mientras, con mis dedos, voy acariciándote la oreja que ya me pide un mordisco, tus hermosos hombros al descubierto, tu cuello, los labios... Después de verte inquieta con movimientos de cintura, decido sentarme en el suelo frente a ti, observando cada uno de tus movimientos mientras voy quitándote los tacones.
Creo que necesitas un masaje de pies, pero esas medias deberían irse fuera. Me acerco arrastrándome y subo las manos lentamente desde tus pies, saboreando tus gemelos y piernas. Como si de una pluma se tratara, introduzco mis manos ardientes por dentro de tu falda ajustada para poder retirar esas medias que ya aplauden la acción. Necesitan un descanso y lo sabes.
Poco a poco, se te van cayendo. Por cada centímetro que bajan, mis labios van curando tu piel a base de besos y lametones, jugando con tu piel, mirándote. No paras de moverte hasta que me coges la cabeza y me aprietas fuerte contra ti, junto a un... "huéleme, joder". ¿Quién soy yo para negarte esos deseos?
Aplastado entre tus muslos, solo puedo olerte bien, y vaya que si hueles bien. Lo definiría como un aroma fresco e intenso que penetra en mi nariz, mezclado con toques de mar, lo que viene a ser peligrosidad en toda regla.
Logro escapar de entre tus muslos y te arrebato tu ropa íntima, dejando libre a la perlita que tienes para ofrecer y saborearla más tarde.
Finalmente, consigo sentarme en el suelo y acariciarte los pies poco a poco con firmeza y sutileza. No puedo resistir el besártelos; me están diciendo, "bésame, lámeme". Me pongo cardiaco, sin saber si ese placer va contigo, pero quien no arriesga no gana.
Así que beso un dedo, dos, los lamo... enteritos los quiero para mí. Pero empiezo a tener hambre y subo y subo, hasta que de pronto empiezo a oír un sonido agudo de fondo, que cada vez se hace más fuerte en mi cabeza. Te observo disfrutando y contoneándote. Es como si tú no lo oyeras, es algo muy extraño. Busco el sonido hasta que veo que proviene de una esquina y, de repente, el sonido me absorbe por completo, dejándome sin visión y...
Ring, ring, ring... Son las 6:30 de la mañana. El despertador me ha dejado a medias en el mejor momento...
Todo era un sueño. Así que me hago un café, salgo a la terraza y sigue lloviendo, y sigo alterado, igual que ella.