El baile
Habíamos quedado en la puerta del hotel que frecuentábamos por horas.En cuanto se cerraron las puertas del ascensor nos lanzamos a saborearnos y acariciarnos con ganas atrasadas.
Entramos en la habitación y te empujé juguetona. Te sorprendió pero sonreíste.
Cogí una silla del escritorio de la habitación y te pedí que te sentaras.
Lo hiciste y aunque tus manos intentaban cogerme, me escapé con agilidad felina y me fui hacia mi móvil a poner una lista de Spotify que había elegido canción a canción para ese momento.
La música empezó, sensual y yo empecé a quitarme la ropa frente a ti, dejándome unos maravillosos tacones stiletto y un body nuevo comprado pensando en la cara que pondrías al verlo.
"Solo mírame" te pedí con voz sensual acercando mi cara a la tuya.
Y mientras la música iba cambiando, también lo hacían mis movimientos. A veces a tu alrededor, apoyando mis manos en tus hombros y soplando levemente tu cuello erizando tu piel.
Desde delante de ti, moviendo caderas y cintura mientras alzaba mis manos hacia el techo y tú me mirabas como hipnotizado.
Eran movimientos delicados y sexys que querían excitarte.
Me di la vuelta y cogí mis tobillos con ambas manos, dejando mi culo expuesto delante de ti.
Me levanté poniendo una mano en uno de mis cachetes y la otra en el otro.
Doblé mi cintura para verte y sonreí.
Tu erección era evidente hasta con la ropa puesta. Así que me senté sobre ella sin dejar de mover mis caderas adelante y atrás.
En ese momento me cogiste y me giraste hacia ti, sentándome a horcajadas sobre ti. Notando tu miembro absolutamente erecto debajo de mi. Yo me sentía muy húmeda.
Me cogiste del cuello para besarme.
¿Qué clase de embrujo teníamos tú y yo?
No lo sabía, pero también lo sentía.
Acaricié tu barba y nos dimos un beso de película.
No resistía más mi pose de chica dura.
Así que seguí y me olvidé del resto del mundo.
Solo sabía que deseaba sentirme repleta de ti en ese momento.
Te ayudé a levantarte de la silla y la lancé a un lado con uno de mis preciosos tacones.
Te llevé hasta la cama y cuando ibas a desvestirte te detuve y empecé a hacerlo yo. Al ritmo de la música iba sacando tus piezas de ropa, tirándola de cualquier manera y disfrutando de tu cuerpo y esas microexpresiones en tu cara y tu piel.
Tus pezones eran deliciosos, podía oír tus gemidos.
Al liberar por fin tu sexo del pantalón y los calzoncillos me agaché a mimarla y me pediste que parara, estabas demasiado excitado.
Fui hasta la mesa contoneándome a coger un condón y te lo puse despacio mientras suspirabas. No aguantabas más.
Me quitaste el body y me pediste que me dejara los zapatos.
Te tumbaste y subí hasta tu boca, saboreaste mi humedad, mi respiración se alteró y mi cuerpo parecía convulsionar mientras lamías mi orgasmo como sediento en mitad de un desierto.
Luego me tumbaste y mi cansado y excitado cuerpo se dejó.
Levanté las piernas y me cogí a ti con mis zapatos mientras me penetrabas cada vez con más fuerza, nuestros sonidos eran de animales, nuestros movimientos excitantes.
Eché de menos un espejo donde vernos.
Cogí tu culo sincronizando nuestros movimientos durante tus embestidas. Vi como tus ojos se oscurecían de lujuria y placer hasta que prácticamente, caíste sobre mi y notaba bombear tu polla dentro del condón soltando todo lo que habías estado reteniendo.
Me quité los zapatos con los pies y me hice una bolita en tus brazos.
"Dios, como me ha puesto tu baile" dijiste.
"Era la idea" sonreí con cara inocente mientras nuestras lenguas volvían a danzar la una con la otra mientras nos abrazábamos.