TRES... Y MEDIO – Primera cita (III)
...Diana está a punto de correrse por sentirse tan dominada por todos lados y quiere disfrutar esa polla que tiene en su mano. Con una sonrisa de malicia le dice a Ernesto que deje de acariciarla por un momento. Diana, muy a su pesar, aparta los dedos de Frank de su coño caliente y deseoso de más, y mirándole a los ojos le sonríe mordiéndose el labio inferior. Una sonrisa diferente que la que acaba de regalar a Ernesto pero que tiene el mismo fin.
Toma su cara entre sus manos y le besa dominando y mordiendo sus labios, entrando en su boca como si fuera la dueña de su placer. Una vez que su lengua ha saboreado todo, quiere aún más y sin darle tiempo a respirar, después de una rápida mirada, Diana se inclina para meterse su polla en la boca despacio. Saboreando esta vez la mezcla de los sabores de su lengua y su polla, cada vez más deseosa de tenerla entre sus piernas, aunque su boca no deje de jugar con ella. “Cómete su polla, cariño. Trágatela entera y que sepa cómo disfrutas con ella dentro”, le oye decir a Ernesto.
Diana siente como las manos de Ernesto sujetan su pelo y le ayudan a saborearle y tragársela llegando hasta el final de su garganta. El deseo se multiplica con cada mamada, la voz de Ernesto y los gemidos de Frank por el ardor de su boca. Duda entre seguir lamiendo y saboreando o montarse sobre él para comprobar la dureza de sus piernas y de su polla al sentarse sobre él.
Diana no se lo piensa dos veces y sacando su polla de la boca, sonríe a Ernesto (Diana siempre sonríe en el sexo), rodea a Frank con sus piernas pasándolas sobre él y deja que entre en ella mientras sus fuertes manos la sujetan por las caderas dándo el ritmo que necesitan.
Diana, pone sus manos sobre los hombros de Alberto, sube y baja sus caderas para dejarse penetrar por esa polla que hace un momento saboreaba y siente cómo sus caderas están guiadas por su deseo y las poderosas manos de Frank.
Ernesto se retira lo suficiente para ver la escena y acariciarse, masturbarse para que ella también pueda “alimentarse” de la cara de vicio que se le pone a Ernesto cuando está en ese grado de excitación y que tanto le gusta a ella.
Frank y Diana han tomado las riendas a la vez de esa cabalgada y sus gemidos se suceden uno al otro. De vez en cuando Frank muerde uno de sus pechos y Ernesto aprovecha para besarla en la boca y no dejarla respirar. El aire se hace cada vez más más cálido y húmedo, los gemidos se convierten en gritos y Diana siente que va a correrse, sujeta con sus manos la cara de Frank con ese gesto tan suyo de fiereza, deseo y agradecimiento, le besa por última vez su boca con pasión desenfrenada, dejando que sus lenguas mojen sin pudor sus caras y cuando siente que se está acercando el golpe final de Frank, la polla de Ernesto comienza a brotar a la vista de ella. Con esa visión, Diana no deja de gritar y sonríe al sentir ese placer intenso del orgasmo, ese río de explosiones en su coño y en todo su cuerpo al correrse. Se agarra como puede a Frank hasta sentir que Frank con el último grito de su boca se ha derretido dentro de ella.
El silencio y el placer se apodera del interior del coche por unos breves segundos.
Comparten miradas, besos y caricias que tienen otro significado, también muy intenso. Sonríen con la certeza de saberse cómplices de algo buscado y se disponen a pasear hacia la orilla para ver el atardecer del sol en el mar junto a las rocas.