TRES... Y MEDIO – Primera cita (II)
...Al aparcar, Ernesto le dice a Diana que no tenga prisa por salir del coche, que quiere ver su cara por el espejo retrovisor, su mirada. Después de bajar lo suficiente el respaldo del asiento de Diana sus manos van tomando poco a poco control sobre la piel debajo de su vestido y comienzan a acariciarle los pechos suavemente. Diana respira profundamente dejándose llevar y mirando a Frank como si sintiera que son sus manos las que estuvieran jugando ahora mismo con sus pezones. No puede evitar gemir suavemente fruto de esa imagen en su cabeza y observa que entre las piernas de Frank hay un protagonista que ha llamado su atención al perfilarse poco a poco sobre el pantalón.
Pinky sigue jugando con el clítoris de Diana, haciendo que su cuerpo reaccione con cada cambio de ritmo en las vibraciones, las manos de Ernesto han sacado fuera del vestido sus dos pechos. “¿No quieres probarlos, Frank?”, le dice Diana. “Pero sin tocarlos con tus manos. Solo quiero sentir tu lengua y tus labios”, le indica ella.
Frank se acerca a la cara de Diana para que sienta su respiración junto a su boca, sin besarla, a escasos milímetros de sus húmedos labios y deja deslizar su aliento por su cuello, por su pecho y alcanza uno de sus pechos entre sus labios deseosos de saborear ese manjar que le ofrecen. Con su lengua humedece su aureola y su pezón mientras Ernesto sigue jugando con PInky. La excitación de los tres va en aumento. Frank se va apoderando con su boca de cada pecho que las manos de Ernesto le ofrecen, mientras Diana mira la escena. Toma la mano de Frank para llevarla a su rodilla invitándole a que comience su viaje al placer.
Ernesto, desde atrás, besa su cuello, lo muerde y le sigue susurrando en el oído a Diana la cantidad de sensaciones que va a disfrutar con ellos dos.
La mano de Frank conoce bien el camino y mientras juguetea entre los muslos de Diana, ella va abriendo poco a poco más sus piernas para facilitarle la entrada. Lo acerca un poco más hacia ella, quiere sentir la presencia de Frank y pone su mano sobre su paquete como señal para que Frank no se eche atrás… y hace efecto. Los dedos de Frank ya han tomado posesión del clítoris de Diana, arrancando a Pinky de su lugar de privilegio y entregándole a ella su manera de excitarla con cada movimiento.
Son ahora los dedos de Diana los que luchan por poseer la polla que se adivina en su mano a través del pantalón. Con cada juego de dedos de Frank, con cada caricia, Diana solo puede gemir y acelerarse, pide con urgencia a sus dedos que suelten por fin el botón de ese pantalón y ayudado por las ganas de Frank de que su polla sea liberada, consigue, por fin, tener esa polla en su mano. Con ese resorte son los dedos de Frank los que comienzan a bailar con el clítoris de Diana y entran en su coño ya totalmente húmedo y deseoso.
Ernesto no deja de hablar en su oído, no deja de morder su cuello, no deja de besar su boca. Con cada beso siente el aliento de deseo de Diana, el momento en que ella ha poseído esa polla en su mano y siente que Frank ya está invadiendo el coño con sus dedos suavemente.
Estalla un baile de movimientos y miradas. La mano de Diana masturbando y acariciando la polla y los huevos de Frank, los dedos de éste entrando y saliendo de ella, compartiendo el tacto con su clítoris al salir y con su punto G al entrar, provocando cada vez más fluido en el coño de Diana, Ernesto que ha tomado la decisión de masturbarse ante esa imagen y al abrigo de esos sonidos, acaricia los pechos de Diana como si sus brazos y sus manos fueran la cadena que la sujeta al asiento de placer. Los gemidos van en aumento por parte de los tres. Miradas. Deseos. Pequeños gritos y órdenes sumisas pidiendo placer por la boca de los tres inundan el espacio dentro del coche...