Ideas que aparecen:
„el amante duda de ser correspondido [...]
No sabría decir si es tanto un «ser correspondido» o más un «ser acompañado». Superado el momento de carnalidad, surge siempre (siempre que la carnalidad sea algo más que gimnasia) la necesidad humana de relacionarse. Somos bichitos sociales y, aunque algunos lo disimulemos bastante, necesitamos del otro.
Está claro que la bella acompaña al amante hasta el momento, la cuestión es si ella está también en la necesidad de mantener la relación más allá de lo meramente sexual. Igual todo esto se dibuja con locuras de poeta, que ya sabemos lo intensita que es esa gente... Pero creo que, en el fondo (y de ahí lo de que no sea necesario, que no quiera ser dueño, que quiera ser compañía... acompañar no es un pleno compartir, es más un caminar en el mismo sentido, pero que corra el aire), por ahí van los tiros.
„Apreciaciones diversas en esquinas y tabernas [...].
Las palabas y la bragueta.
¿Qué andan diciendo por las esquinas?
Palabras, quizá, clandestinas.
¿Qué rebuscan en retretes de tabernas?
Liberar terceras piernas.
Y así, por las tabernas y esquinas,
las braguetas devienen oficina
donde soplan en trompetas sin sordina
aquellas en que el deseo adivina
palabras, quizá, clandestinas.
Y así, por esquinas y tabernas,
buscan las queridas, bien fraternas,
iluminar de amor, como linternas,
las braguetas que al bajar las vuelve tiernas
al liberar terceras piernas.
„Sucumbe a algo más que el placer del sexo y de compartirse sólo en esos momentos
No creo que sea un «sucumbir», por la carga negativa que lleva el término. Me gusta más la idea de «ascender» de la mera gimnasia carnal a la plenitud de la relación, con cuerpo y mente y alma (en el caso en que sea algo diferente de la mente).
„Sí digo que me fascina
lo bien que a veces me lías
cuando a veces haces mías
tus constantes idas de olla:
qué bonito que esta boba
sea compañía en tus días.
Ver aparecer en un verso «olla», en un contexto erótico-sexual, y aparecer la asonante «boba» como solución alternativa a la esperadísima y consonante y eufónica y palpitante «polla», es un giro de guion semejante a cuando descubres que el malo de Scary Movie es... (no lo digo, porque las pelis de culto no hay que destripárselas a nadie).
Pero la décima es gloriosa, aunque le falte lo que le falta, un buen pollón consonante que rematase por todo lo alto, como se merecen las letras, el texto. Un texto verdadero desde el principio, porque
„Cada día, en la rutina,
el amor se manifiesta
y así es y debe ser. El problema es cuando se interpreta que ese «amor» tiene carácter negativo
per se, como si la gimnasia sexual fuera el universo correcto. No lo creo, muy al contrario. Pero tampoco creo que ese «amor» tenga que estar siempre en relación con ese concepto decimonónico de apasionamiento irracional, de entrega sin límites ni sentido ni alternativas... El quererse (uno, dos, siete, veintiocho...) es algo plenamente y únicamente humano, y por eso hay que vivirlo más, y no huir de ello.
(Lo del mapache danzarín, viendo al compañero de danza, me ha recordado que no hace mucho me enteré de que hay una peli reciente, «Winnie the Pooh: miel y sangre», de terror... muy poco recomendable por lo que dice la crítica, pero como mis tragaderas -en lo tocante al cine- son amplias, en algún momento he de verla).
„Estas lubricidades se tornaron en algo más
Como ya se ha dejado caer por aquí, mi punto de vista es que la lubricidad buena y fetén, cuando supera el primer peldaño del calentón de la gimnasia sexual, siempre viene acompañada de un «algo más» que, en el fondo, le es consustancial: en el universo guarreras en el que hay que entender estas ideas, cuando uno fornifolla con la bella y todo es grato, lo natural es (es mi opinión, desde mi experiencia) que no sea únicamente una cuestión física. Eso es lo maravilloso de la lubricidad compartida. Y olé.
Con mis agradecimientos.