LUBRICIDADES /II
LUBRICIDADESII
La arquitectura de tu cuerpo tiembla
y, en su misterio tectónico,
se abren grietas de deseo
por todos los rincones
de tu mundo.
Hoy has venido a exigirme
con la urgencia del ahora,
como exigen los cauces de los ríos
el agua que le canta entre las peñas.
Quieres que cante
a la secreta fuente
que riega el delta
de mi boca abierta
y que me siente
en el suelo húmedo
a recobrar el aliento
y comer tu pan.
Eres de noche para mi mirada...
Eres viento y brisa, eres consuelo
y eres también el séptimo cielo
que rompe a llover y nunca acaba.
Lluéveme hecha nube de tormenta:
¡inunda, desborda, anega, arrasa
y riega, alimenta, fecunda, pasa
por mi piel sin que nada te detenga!
Tengo la ilusión de tus adentros,
la mirada limpia del niño que sueña,
la mirada turbia del deseo oscuro,
la mirada obscena del amante eterno...
Inflamas mi carne con solo pensarte...
No has de decir nada: basta que te muestres
para que me tengas,
para que nazca en mí
la necesidad del objeto que ansía
el tacto de su dueña.
Úsame para tu bien, sea el que sea:
que nunca un instrumento
instruyó a su maestra
sino que, en silencio,
se desgastó en cumplimiento
del afán al que le destinaron.
Úsame y destrózame al usarme
en la magna obra de esculpir tu vida
y, cuando roto ya, al fin me guardes
en el cajón que pone «para piezas»
sonrían tus labios todos
con la sonrisa del deber cumplido.
También mis trozos sonreirán entonces.