Alone in New Orleans.
Dicen que el calor de Nueva Orleans es diferente al del resto del mundo. Se pega a la piel y te atrapa en esos meses cálidos que no dan tregua pese que la temperatura no sube de 35 grados.Es de noche desde hace horas. La típica noche sureña en la que el bullicio y la humedad hacen que la duermevela y el insomnio se apoderen de cada una de las personas que intentamos dormir.
El ventilador de techo de mi habitación gira y gira como las hélices de un helicóptero insuflándome algo de vida. Aunque las luces están apagadas, las farolas y los neones susurran luz suficiente para desdibujar la estancia.
Tumbada en la cama miro como las aspas giran y giran. Me acuerdo de esas escenas iniciales de Apocalipsis Now en las que Mr. Sheen escuchaba The Doors. Yo más que en The End y Jim Morrison pienso en Louis Amstrong y su New Orleans Stomp.
Me levanto y como ralentizada por el calor y la madrugada busco la enésima cerveza en el refrigerador. A falta de mescal... Me voy acercando a la terraza. Mi camisón de raso apenas me tapa por encima de los muslos, pero me da igual.
Mis pies desnudos respiran aliviados al pisar la loza fría de la balconada. Dos pisos más abajo veo como la gente se va retirando poco a poco hacia sus casas. Hace ocho horas que ya ha acabado el pasacalle del carnaval, pero la gente sigue celebrándolo.
Oigo un eco lejano de clarinete. Banyo y saxo tenor. Un cuarteto toca en una azotea no muy lejos de allí, imagino. Ese Jazz furtivo que inventaron los esclavos negros en las colonias francesas y españolas hace ya demasiado tiempo. Quizás es el espíritu de Buddy Bolden y su orquesta que se quiere unir a la fiesta y el calor.
Una de las pocas santeras que aún quedan por aquí me reconoce y saluda levantando el puro. Sonrio y le devuelvo el saludo mientras se aleja a paso rápido y firme por la calle. Me encantan que esta ciudad aun guarde reminiscencias de ese pasado africano, ritual y pagano.
Bebo mi Corona extra fría mientras sigo observando el trasiego de gente que me regala la madrugada en esas primeras horas pares.
No muy lejos de mi balconada. Una pareja se besa ardientemente en un chaflán. Solo veo una silueta informe que se mueve de manera convulsa. Rápida y ardiente. Manos que aparecen y desaparecen. cabezas que permanecen unidas en un beso que ya es eterno, aunque dure solo esta noche. Miro como si de un voyeur se tratara mientras mi corona helada acaricia mi carótida regalándome frío. Ella parece que se agacha y la sombra. Aunque desdibujada parece más nítida. Sonrío. Levanto mi cerveza fría por ellos y les deseo lo mejor mientas vuelvo a la cama.
La escena me ha despertado aún más si cabe y al llegar a la cama esta vez apoyo la espalda en el cabecero y abro mis piernas. Acerco la mano a mi cuerpo y acaricio mi torso húmedo. Noto el sudor que invade mi epidermis desde hace semanas. Cierro los ojos y poco a poco voy acercandome hacia mi entrepierna recién rasurada. Me acomodo más mientras las puntas de mis dedos redescubren de nuevo mi sexo.
Al principio solo las yemas exploran mi sexo. Recorro mis labios menores y mayores. Saltando de unos a otros de manera anárquica y placentera. Me empiezo a humedecer. Lo noto. Ese momento en el que notas como unas gotas apenas perceptibles recorren el interior de tu vagina es maravilloso.
Sigo. No paro. Mis dedos poco a poco empiezan a explorar mi vagina. Capto y acaricio mis rugosidades interiores buscando mi punto G.
Los ojos se cierran con más fuerza y empiezo a gemir de placer. Me encanta. Los músculos de mi espalda se tensan y mi piel se eriza pese al calor. Mi culo se restriega contra el satén de mi camisón mientras voy explorando mi monte de Venus buscando mi clítoris.
Lo encuentro grande y excitado. Lo acaricio primero. Lo toco después y lo manoseo más tarde. Cada vez más fuerte. Cada vez más deprisa. Cada vez más profundamente. Gimo y me retuerzo de placer. Me noto empapada y no es por el calor. Mis fluidos van saliendo mientras mojan el camisón y las sabanas. Me hago un ovillo a ratos. En otro momento me yergo y estiro como el ave Fénix resurgiendo de sus cenizas. Hasta que noto como mi vientre se tensa y llega el primer orgasmo.
Convulsiono de placer mientras mi cuerpo se tensa como la cuerda de un banyo. Dejo de respirar por un segundo hasta que me destenso y disfruto del placer del orgasmo que ya se fue. Respiro fuerte y me relajo. Pero quiero más.
Me quito el camisón que ya me sobra. Ando desnuda hasta la cómoda y saco a mi nuevo amigo.
Cuando mi amiga Margory del Dynamo de St. Claude Avenue me dijo que les había llegado el nuevo juguetito de Lelo no dude en pasarme esa misma tarde por la tienda. Ahora que ya lo tenía en mi poder solo pensaba en dos cosas. En utilizarlo y en él.
No lo dude un segundo y aprovechando que aún estaba muy mojada me lo metí poco a poco. Me tocaba los pechos. Jugueteaba con mis pezones mientras me imaginaba como él me besaba y su falo entraba en mí, penetrándome.
Mi vagina noto la vibración al segundo y se fue lubricando para facilitarme el placer. Lo sentía dentro de mí. Penetrandome. Dándome todo el gusto que necesitaba.
Y de nuevo gimiendo. Y de nuevo gozando de mi sexualidad y mi cuerpo. Él me penetra mentalmente. Lo saco y lo vuelvo a meter cada vez más y más deprisa. Noto como me vuelvo a correr. Me tenso con él dentro de mi en mi cabeza y mi sexo. Me corro. Me corro mucho. No puedo parar.
Me pongo boca abajo. El culo ligeramente levantado para facilitarle el trabajo a mi juguete. Y vuelvo a empujar.
Apoyo la cara en la almohada y mientras noto la vibración entrando y saliendo manoseo mi clítoris con fervor. Moriría por tener un plug ahora para hacerme una doble penetración. Mis caderas se mueven adelante y atrás. Pienso en él follándome y recorriendo mi espalda con su boca. Lengua y manos y me excito sobremanera hasta el punto de volverme a correr.
Cada vez más deprisa todo. Cada vez más intenso. Los gemidos ya son gritos de placer. No puedo parar de utilizar mi consolador. Con el culo muy levantado. Me contoneo y me muevo muy deprisa. Noto como el placer me invade.
Mi corazón se acelera y me respiración se acorta y se vuelve más intensa. Grito de placer.
Le veo. Le siento. Le miro. Me lo meto y lo saco rápidamente. Los ojos están cerrados como la caja fuerte de un banco. Mis caderas bailan hacia detrás y hacia adelante mientras noto como mi vagina se empapa y yo intento llegar lo más dentro de mi posible. Es su polla la que me penetra. Son sus gemidos y no los míos los que oigo.
De nuevo cambio de postura y me siento sobre mi dildo. Boto en la cama mientras me toco los pechos. La habitación está a oscuras, pero yo me siento "on fire". Noto como él entra en mí y a cada embestida me gusta más y más. Mi mente se desborda pensando que está aquí. y sí. Lo sé.
Esta aquí debajo de mí. Mirándome a los ojos y magreandome las tetas. Subo y bajo mis caderas como queriendo notar a cada momento más intensa la penetración. No paro. No puedo parar. Mi imaginación cruza a la línea de la realidad y parece que según noto como el orgasmo se acerca todo es cada vez más cercano. Cada vez más intenso.
No gimo. Grito. Gritos que parecen querer romper el hastío y el calor de la madrugada.
Y me corro. Me corro intensamente. Un chorreo de energía me desborda y mi cuerpo se tensa como un pararrayos en una tormenta. Mis abdominales se tetanizan. Noto como si la energía se desbordara por mi entrepierna. Mi respiración se corta y por un momento pienso que no voy a volver a respirar en la vida. Pero inhalo aire mientras caigo rendida en la cama con una sonrisa de oreja a oreja.
Saco el dildo de mi interior y a él de mi mente mientras descanso boca arriba. Me siento plena y bien. Me encanta disfrutar de mi sexualidad. De mi libertad.
La madrugada continua su carrera imparable hacia la alborada. El calor no ceja y el ventilador de techo sigue girando. El grito de un borracho que viene de Bourbon Street se cuela por mi ventana. Seguro que la pareja del chaflan ya se ha ido. Pienso.
Agudizo el oído y me parece oír como las trompetas de Amstrong y Bolden tocan New Orleans Stomp acompañadas de banyo y clarinete.
Dos calles más al sur La santera expulsa el humo de su puro sobre la foto de un chico con aspecto angelical
. A petición de una chica con aspecto de Pin up.
Los aires acondicionados llenan de murmullos este barrio francés. Humedo. Caluroso y lleno de historia.
Poco a poco Morfeo me abraza mientras intento dormir acunada con el ritmo eterno del jazz en las azoteas.