La descalzadora.
Julia era alegre y divertida. Siempre sonriente, sabía cómo enloquecer a Juan, excitándolo hasta el límite, sacando su lado más salvaje. Aquella locura le transmitía una sensación de placer y deseo sexual hacia él que aumentaba cada vez más. Juan creía que Julia era el ser más hermoso del Universo. Sentía una atracción inmensa hacia ella y cada vez que ella se insinuaba, él notaba su cuerpo arder.-Un día terminarás por hacerme enloquecer para siempre -le advertía él cada vez que ella se le insinuaba-.
-No te preocupes. Estaré siempre a tu lado atenta para enloquecer juntos -le respondía ella con una sonrisa pícara-.
A él le encantaba escribirle cartas y escondérselas en el bolso, el bolsillo del abrigo... Ella se emocionaba cuando las encontraba y las leía furtivamente una y otra vez. Cuando no le daba tiempo a coger papel y lápiz, Juan no perdía la oportunidad y le enviaba mensajes desde el teléfono. Casi nunca aquellas cartas recibían una respuesta ni él la esperaba. A cambio, Julia guardaba en su corazón cada línea y cuando menos se lo esperaba él, ella le hacía saber de mil formas diferentes lo mucho que le gustaban aquellos mensajes. En ocasiones, él escribía relatos basados en las experiencias, sueños y fantasías eróticas que ella le contaba.
-Cuando menos te lo esperes, las haré realidad una por una -le amenazaba ella mirándolo con lujuria-.
-Estoy dispuesto a asumir mi castigo, mi señora -le respondía él siempre obediente y con cierta sorna-.
La última carta había sido un poco más personal e intensa. Era una historia algo más larga escrita en varios episodios reuniendo varias fantasías que Julia le había contado. Además, cada episodio había sido grabado con su voz más sensual y mezclado con música como si fuera un programa de radio. Se las envió para que pudiese escucharlas mientras salía a correr. Aquellos detalles de Juan eran lo que la ponía más cachonda del mundo.
Aquel viernes, Juan llegó del trabajo después de comer y, al entrar en casa, se encontró con una nota sobre la mesa del salón. Las instrucciones eran muy claras, así que las cumplió al pie de la letra. Puso a calentar agua y se fue al dormitorio para dejar las persianas a la altura indicada para permitir la entrada de la luz del sol a aquella hora y colocar la descalzadora justo frente al gran espejo que tenían junto al armario. Colgó la americana y se descalzó. Luego volvió a la cocina y sacó su taza y su tetera. Una cucharada de té negro, media ramita de canela, dos gotas de esencia de vainilla y un terrón de azúcar. Vertió el agua hirviendo y esperó 4 minutos. Fue metódico y pausado. Sabía lo que se le venía encima y aquel ritual le ayudó a mantener su cabeza en orden a pesar de la excitación y los nervios que le estaba provocando.
Se quitó el traje y la corbata, se quedó descalzo, se puso unos vaqueros tan viejos que la tela era suave y esponjosa y se dejó puesta la camisa azulita que llevaba. Abrió un cajón y sacó una caja que dejó sobre la mesilla. Fue al baño para asearse y llevó la tetera al dormitorio. Sorbió el té, cuyo aroma había llenado la casa, pero aún estaba muy caliente y se sentó en la descalzadora. Abrió la caja y sacó una serie de juguetes sexuales que dejó ordenados sobre la cama. Releyó las instrucciones para asegurarse de que las cumplía fielmente y se tumbó bocarriba sobre la descanzadora. Se puso una mordaza, pasó los brazos bajo el banco, inspiró profundamente y se fijó unos grilletes textiles. A partir de aquel momento no había marcha atrás pues no podría gritar ni volver a soltarse sin ayuda. Se volvió a acomodar y relajó su cuerpo para esperar pacientemente. El deseo y el placer prometidos en la nota revoloteaban en su cabeza.
Cuando sonó la puerta, su corazón se aceleró y al instante su cuerpo se tensó. Levantó un poco la cabeza al sentirla y la vio entrar con su top y sus mallas de deporte. Era espectacularmente atractiva. Se notaba que venía del gimnasio y su olor llegó hasta él mezclado con el olor del té. El olor de Julia le encantaba.
-Veo que has cumplido perfectamente con mis instrucciones -dijo pasando su mano sobre los juguetes expuestos sobre la cama mientras se acercaba a él-.
Tomó la taza de té y bebió un sorbo con un gesto de aprobación. Luego le quitó la mordaza, le dio a beber a él con cuidado. La tibieza y el sabor del té llenaron su boca y sus sentidos se activaron. Dejó la taza y le besó con suavidad pasando su lengua sobre los labios. Aquella inesperada caricia erizó la piel de Juan e hizo que ella se mordiese el labio ante la sensación. Volvió a ponerle la mordaza, revisó los juguetes y que los grilletes estaban bien puestos para terminar comprobando que él se encontraba cómodo. Mientras, continuó hablando.
-Te dije que, si continuabas incitándome, haría realidad alguna de mis fantasías -su tono era serio, no admitía discusión, pero no resultaba amenazante-. Y, a pesar del aviso, has continuado enviándome mensajes. ¿Aceptas lo que va a suceder, verdad?
Juan asintió con la cabeza y notó cómo su cuerpo se aceleraba.
-Vengo del gimnasio con una amiga, espero que seas educado y cumplas con los deseos de mi invitada -aquella frase explotó en la cabeza de Juan-.
Acto seguido, Julia salió de la habitación y volvió con Ana cogida de la mano entrelazando sus dedos. Ana era una amiga del gimnasio que alguna vez había tomado algo con ellos cuando los viernes Juan pasaba a recoger a Julia por el gimnasio y se tomaban un café antes de volver a casa.
-Ya os conocéis, así que no hacen falta presentaciones -dijo Julia tirando de Ana y besándola en la boca-.
Juan tenía a Julia manoseando el culo de Ana en primer plano mientras le miraba con lujuria al tiempo que en el reflejo del espejo veía la cara de placer de Ana. Las dos mujeres se besaban con pasión y sus manos recorrían con suavidad sus cuerpos, cuyas curvas quedaban resaltadas por su mallas y tops deportivos. Se soltaron el pelo y sus bocas comenzaron a buscar nuevos lugares que saborear por sus cuerpos. Julia tardó muy poco en bajar los tirantes de Ana, cuyo top quedó medio caído soportado por sus pequeños y duros pezones. Aquella imagen provocó una sacudida en Juan mientras, Ana, excitada por los labios de Julia, tiró de su culo para que la besara con más fuerza. Acto seguido, la lengua de Julia recorría la distancia entre su cuello y sus pechos pasando varias veces sobre los pezones en círculos hasta que terminaron por soltar la tela que los recubría, momento en el que sus manos acogieron aquellos pequeños pechos y los elevaron para deleite de su lengua.
Aquel movimiento hizo que Ana agarrase la cabellera de Julia tirando de su coleta para dirigir sus movimientos. Juan asistía maravillado a aquel encuentro disfrutando de la armonía de aquella coreografía improvisada. Cuando Ana se sintió satisfecha, tiró con fiereza de la coleta de Julia para levantar su cabeza y la besó como devolviendo todo el placer que le estaba proporcionando mientras su otra mano apretaba con fuerza sus pechos que al instante mostraron sus grandes pezones al hincharse marcándose en la fina tela elástica que los recubría.
-Me gustaría descubrir cierta parte de tu cuerpo que me trae loca en el gimnasio cuando usas la máquina de aductores -susurró Ana de manera casi inaudible para Juan, que parecía no existir para ellas-.
Y sin soltar la coleta, tiró de Julia para colocarla a cuatro patas sobre la cama dejando su culo frente a ella. Desde su posición, Juan veía ahora a las dos mujeres desde abajo. Los pechos de Julia colgaban descarados mostrando sus aún más engrosados pezones y, tras ellos se veía la mano de Ana recorrer su entrepierna con aún más descaro hasta que vio la cabeza de Ana hundirse en aquel espacio. Al hundir su cara, Ana alargó la lengua y disfrutó acariciando la suave tela que recubría aquel sexo cuyonolor y humedad percibía. Minutos después, Juan vio las manos de Ana tirar de la cintura de las mallas mientras su cabeza seguía hundida entre sus piernas. Hasta aquel momento, Juan no fue consciente de la increíble perspectiva que le proporcionaba el espejo del precioso y redondito culo de Ana que, agachada disfrutando de Julia, lo mostraba sin pudor con una hermosa mancha de humedad que demostraba lo cachonda que estaba.
-Si no te importa, me voy a poner cómoda -dijo Ana apartándose mientras se desnudaba añadiendo-. Juan, te voy a apartar para pasar junto a la cama con facilidad.
Incapaz de moverse por el entumecimiento de sus músculos, Juan simplemente pudo mirar como Ana empujaba la descalzadora para pasar entre él y la cama con facilidad. Acto seguido, tiró de las piernas de Julia para que girase. La perspectiva de Juan había cambiado mucho y podía ver de espaldas a Ana comerse el culo de Julia mientras el espejo mostraba a las dos mujeres de perfil. El culo de Ana quedaba tan cerca de su cara que podía inspirar y percibir el olor de su sexo. La mano de Ana alcanzó uno de los juguetes que había sobre la cama junto a la cabeza de Juan. Lo chupó para humedecer bien su punta y apretó el botón que lo activaba. Aquel sonido y el respingo del cuerpo de Julia excitaron muchísimo a Juan. Acto seguid, Julia empezó a gemir y Ana se puso muy cachonda al sentir como el cuerpo de Julia empezó a reaccionar. Entre gemidos, le dijo a Julia:
-Voy a follarme la cara de Juan mientras te penetró con el vibrador, espero que no te importe...-y Julia sintió un latigazo entre sus piernas que subió por su abdomen hasta el pecho, haciéndola exhalar en un sonoro gruñido intentando responder-.
Ana tiró de la descalzadora dejando la cabeza de Juan alienada con la cama y sus piernas a cada lado de la cabeza. Desde su posición, Juan veía en primer plano el sexo de Ana completamente húmedo y siguió con la mirada su cuerpo fijándose en el precioso culo que sobresalía. Giró la cabeza buscando el espejo y vio a Julia arquear su espalda cuando Ana volvió a concentrarse en ella.
-Juan, no te distraigas -le ordenó Ana con voz tensa mientras le quitaba la mordaza e iba bajando su cuerpo- y saca la lengua...
Juan obedeció al instante y el movimiento de Ana hizo que su lengua fuera hundiéndose lentamente en su sexo hasta que sintió que la nariz apretaba el clítoris. Inmovilizado y con la cabeza atrapada, se excitó de tal manera que su cuerpo se tensó más provocando que su polla llegara a su máxima extensión y comenzará a gotear. Gruñó extasiado cuando notó que Ana comenzó con movimientos de cadera cada vez más fuertes al ritmo de su respiración agitada y los gemidos de los tres se unieron en un coro de placer que cesó con los gemidos de las dos mujeres alcanzando un orgasmo casi simultáneo. Completamente fuera de sí mismo por lo que acababa de suceder, Juan vio como las dos mujeres lo dejaban mientras se abrazaban arrodilladas en la cama susurrándose al oído. Cuando todo se hubo calmado un poco, las dos mujeres colocaron unos cojines en el suelo alrededor de la descalzadora y le dieron a beber té que aún estaba tibio. La bebida le reconfortó y ayudó a recuperar la movilidad de la mandíbula y el olfato, percibiendo al instante el olor a sexo que llenaba la habitación.
-Querido, -anunció Julia con cariño- ahora Ana quiere follarte el culo mientras yo te como la polla poniendo mi coño en tu cara. Espero que entiendas lo que queremos y nos des lo mejor de ti.
Aunque liberado de la mordaza, Juan simplemente asintió y esperó a que las dos mujeres se preparasen. Ana cogió un juguete vibrador doble asimétrico con cinchas y se introdujo en la vagina el lado curvo. Julia sujetó las cinchas a su cintura y el aparato entró hasta el fondo haciendo que Ana emitiera un suave gemido de aprobación. Después abrió la caja de madera y sacó un bote de aceite de clavo. Su aroma inundó la habitación cuando comenzó a gotear por su polla escurriendo por las inglés bajando entre sus nalgas. Ana alargó sus dedos acariciando su escroto, sus nalgas, su periné y, finalmente, comenzó a acariciar su ano haciendo círculos con la yema del dedo y apretando suavemente con la punta extendiendo el aceite con suavidad. Aquellas caricias llevaron a Juan a un estado cercano al éxtasis cuando sintió la boca de Julia succionando su glande. Aquello le embruteció hasta el punto de que, aunque entumecido por la postura, perdió la cordura y dio un fuerte tirón con su cuerpo que hizo crujir la descalzadora. Aquel arranque animal encendió a las dos mujeres que también sacaron su lado más sexual. Julia derramó algo más de aceite en la base mientras Ana le tiraba del pelo obligándola a subir y bajar hasta el fondo llenándose la boca de aquel duro trozo de carne. Aprovechó el aceite para lubricar la punta del vibrador que sobre salía lascivo sobre su pubis y le penetró sin miramientos. En realidad ya no tenían límites, la excitación compartida había derribado todos sus límites y sólo reaccionaban instintivamente. Cansada por la postura adoptada, Julia terminó por arrodillarse y su cuerpo descansó sobre el de Juan, que rápidamente acopló totalmente su cara a su entrepierna si dejar un espacio sin rellenar y llenándose de sus fluidos. Sus gemidos llenaron la habitación y la excitación, aunque parecía imposible, siguió aumentando hasta lograr una conexión total entre los tres.
Ana estaba asalvajada por el placer y excitación que le provocaba el vibrador que la estimulaba el core mientras se follaba el culo de Juan, enloquecido sintiéndolo mientras él se comía el coño de Julia, que fuera de sí se tragaba su polla hasta el fondo empujada por Ana que tiraba de su pelo animándola a ir más allá cada segundo. Aquel carrusel sexual siguió hasta el éxtasis conjunto y simultáneo de los tres, previamente anunciado por Juan que, espasmódicamente, comenzó a agitarse haciendo que las dos mujeres reuniesen sus bocas uniendo sus lenguas alrededor de su polla que, ante el calor de sus alientos, dejó brotar una blanca, espesa y cálida fuente de oloroso esperma que fueron recogiendo con sus bocas jadeantes mientras temblaban de orgásmico placer.
Entre fluidos, gemidos, temblores y espasmos, los cuerpos de los tres quedaron enredados unos minutos sin fin hasta que pudieron recomponerse poco a poco. Ana sacó el dildo del culo de Juan y, mientras se lo extraía a sí misma, volvió a correrse ante la atónita mirada de Julia, que desataba a Juan, igualmente impresionado ante el espectáculo. Ambos la abrazaron con dulzura quedando tumbados juntos, enlazados los tres en la cama.
*A petición de un lector, retomo los personajes de otro relato titulado: Té con canela.
Relatos Eróticos: Té con canela.