EN EL LAGO AQUEL...
Hace tiempo que llevaba deseando escribir este relato. Espero que lo disfrutéis.Llevaba pasando unos días en el Parador de Sanabria, me encanta la tranquilidad del lugar y la buena comida que ofrecen. Era lo que necesitaba para poder soportar la ausencia de mi pareja que había tenido que ausentarse de mi lado por motivos laborales.
Estaba en el jardín, tomando el sol y leyendo uno de mis libros favoritos, degustando un sabroso desayuno cuando sonó el aviso de un WhatsApp.
- Buenos días, Ama ¿Qué hace?, leí.
• Desayunando, extrañando como me lo estoy tomando sin tenerte a mis pies.
• Tenga cuidado, ha dejado la copa del zumo sobre la cuchara y se puede verter.
• ¡Cómo! ¿Cómo puedes saberlo? Inmediatamente me di la vuelta y pude verte a la entrada del comedor del establecimiento.
Allí estabas, con un casco de moto bajo tu brazo, con una sonrisa pícara y respetuosa a la vez, que me provoca deseos inconfesables, en ese agradable rostro, con el pelo algo despeinado.
Me levanté de la sorpresa, hice ademán de ir a buscarte, pero tú te encaminaste hacía mí y te hice sentar en la mesa junto a mí.
Nadie al vernos supondría que éramos D/s; en público siempre nos comportábamos con el gesto contenido, tan solo unas palabras susurradas entre nosotros, sin que nadie nos pudiera oír, desvelaban que me llamabas Ama muy quedo, o que yo te decía palabras que te hacían vibrar de deseo.
Me dijiste que habías terminado el trabajo antes de lo pensado, que la fábrica de cerveza que fuiste a inspeccionar había subsanado las irregularidades que detectaste y que todo había quedado a tu entera satisfacción.
Dado que habías ido a La Coruña desde Madrid en avión, y que no quedaban coches para poder alquilar en las empresas de alquiler, decidiste aceptar el préstamo de la moto de un compañero ingeniero de la empresa y presentarte en el Parador para darme una sorpresa, y vaya si me la habías dado.
Pedí otro desayuno para ti e intentaste convencerme de irnos a la habitación para presentarme tus “respetos”
En ese momento salió la vena traviesa en mí, te dije que tenía pensado irme a comer a alguno de los merenderos del Lago, que ya gozaría de tus atenciones más tarde….
Me acompañaste a la habitación a coger mis cosas y añadí una pequeña mochila para ti.
- Ya veo que no se olvida de nada Ama, piensa en todo.
• Sabes que me gusta ir preparada, nunca se sabe que puede pasar.
• ¿Me permite hacerle una sugerencia? No coja las llaves del coche, vayamos en moto. Cuesta mucho aparcar en las inmediaciones del Lago, aún estamos en agosto.
-Tienes razón, no me agrada tener que andar esas distancias enormes desde dónde podamos dejar el coche, pero no tenemos casco para mí…
• Preguntaré en recepción, los gerentes suelen solucionar todos los imprevistos que se les presentan.
Y así hizo, efectivamente nos proporcionaron un casco y les recompensó con una buena propina.
Me puse un vestidito veraniego, con un largo por encima de la rodilla, de tela liviana y con la falda algo fruncida, para poder sentarme cómodamente, con las piernas abiertas, en la moto. Por supuesto añadí una chaqueta para utilizarla por la tarde, pues cuando cayera el sol la temperatura bajaría notablemente.
Y una vez preparado todo lo que necesitábamos nos subimos a la moto y nos dirigimos hacia el lago. Era una gozada ir de paquete en la moto, abrazada a su cintura, con esos abdominales como de acero, apoyada mi cabeza sobre su espalda.
Es una carretera que transcurre por zona muy boscosa, con varias curvas, con arbolado a derecha e izquierda, y con algunos barrancos según los tramos. En cada curva yo me abrazaba a él con más fuerza
Era un día de últimos de agosto en el Lago de Sanabria. Hacía un sol cálido en la comarca, pero el agua del lago era fría, como siempre; solo estaba más agradable en la orilla, pero a medida que te adentrabas para intentar nadar ibas notando el frescor del agua, señal de que ese lago era de origen glacial.
Estábamos sentados en una de las grandes rocas de la orilla, yo tumbada sobre ella y tú sentado dentro del agua, masajeando mis pies. Poco a poco me ibas encendiendo, como solo tú sabes hacer.
A medida que se incrementaba el ritmo de mi respiración, palpitaba mi sexo
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Estaba a punto de llegar al clímax y tú lo notaste y paraste. Ambos hemos acordado que deseo siempre terminar en tu boca. Te encanta saborear el néctar de tu Diosa y apurar hasta la última gota…
Está claro que no puedes levantarte tal y como estás, cariño. Tienes una evidente erección imposible de disimular y hay algunas adolescentes cerca que ya llevaban un rato mirándote, desde que te quitaste el casco al bajar de la moto.
Echarnos a reír es inevitable… La única solución que encuentro es que te metas dentro del agua. Estará tan fría unos metros para adentro que seguro que se te bajará en un rato.
Cuando percibes que ya puedes salir del agua lo haces y mientras miro como el agua escurre por tu torso mi mente está empezando a maquinar de nuevo como voy a gozarte en cuanto pueda…
Nos dirigimos a uno de los merenderos a esperar que tu bañador se secara un poco para ponerte el vaquero. Hay que joderse, las jovencitas no dejan de mirarte. Pero tengo que reconocer que tus ojos no se apartan de los míos… Nos estamos diciendo más con la mirada que lo poco que hablamos entre nosotros con nuestras claves, para que los que están cerca no se enteren de lo que verdaderamente nos transmitimos.
Comemos las especialidades de la comarca. Chuletón de ternera de Aliste para mí y tú te pides una trucha. Lástima que no puedas beber del tinto joven de elaboración privada que nos han ofrecido y que solo yo puedo paladear porque no tengo que conducir.
Al terminar pido la cuenta y tú la pagas. Nos encaminamos a la moto. Nos ponemos los cascos y me ayudas a subirme a ella. Me agarro a tu cintura y cogemos el camino para La Laguna de los Peces.
Atravesamos San Martín de Castañeda, cuyo Monasterio ya hemos visitado en alguna ocasión, y empezamos a subir esa carretera. Me voy deleitando con las vistas del Lago. A medida que avanzamos noto como la temperatura va bajando y nos encontramos con algunos coches que bajan. Subir estamos subiendo nosotros solos. Mejor.
Al llegar arriba del todo estamos a 1700 metros de altitud. Solo se ven dos coches estacionados y gente que ya viene de regreso a ellos.
Estacionas la moto muy cerca de la valla de contención que hay. Te comento que lo que sobra allí es sitio para dejarla, pero me dices que lo prefieres así…
Es increíble el espectáculo que la Naturaleza nos ofrece. El Sol está a punto de esconderse. La gente se ha metido en los coches y se alejan de nosotros…
El silencio es increíble. Si nos callamos casi se puede percibir el latido de nuestros corazones. Romper ese silencio sería un sacrilegio.
Nos dirigimos a dar un pequeño paseo, cogidos de la mano. A lo lejos, tras la laguna, hay una manada de garañones, o eso creo. Esos caballos semi salvajes con pelo en sus patas… Y más allá se ven unas diminutas cabañas que suponemos que se usarán para cobijar a los trabajadores si llega el caso…
A medida que paseamos ya no nos cogemos de las manos, nos vamos agarrando de la cintura y tus dedos en mi costado provocan unas sensaciones increíbles… Me estoy excitando pensando en lo que me gustaría “usarte” para mi placer, pero soy muy comodona y no me gustaría hacerlo allí, en el suelo.
Con el paso del tiempo nuestra conexión mental es tremenda. Parece como si mis pensamientos se tele-transportaran a los tuyos y nos movemos como al unísono en todo. Vuelvo a tener ganas de correrme y lo sabes…
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El Sol ya se termina de poner. En breve empezará a anochecer y sabes que no quisiera que se nos hiciera de noche aquí arriba… Me siento muy segura a tu lado, pero la oscuridad me aterra desde niña.
Momentos como estos, en los que me siento tan segura contigo, me hace plantearme la eterna duda:
¿Quién domina a quién?
Cuando iniciamos nuestra relación ninguno de los dos imaginamos lo que llegaría a suceder… Tú, Dominante experimentado, sucumbiendo al “Poder” de tu obra… Mi querido Pigmalión…
Quién te llegaría a decir que, descubriendo la Dominante que había dentro de mí, encontrarías la horma de tu zapato y la única mujer a quien reconociste más Dominante que tú… Tanto, que terminarías entregándome tu triskel, el símbolo de tu Poder, como reconocimiento del mío.
A tu lado he vuelto a sentir las mariposas en el estómago, aquellas que solo sentí en mi enamoramiento platónico con mis 13 años… Eres el único hombre que me levanta el piso. Es verte y sentir que solo deseo estar entre tus brazos y respirar tu aroma… ¿Sabes? Me cabrea enormemente reconocer el olor de tu perfume por la calle en otro hombre. Ese olor lo asocio a ti, y mezclado con tu piel forma un aroma embriagador y cuando no eres tú quien lo lleva me dan ganas de recriminar al otro por llevarlo.
Caminamos de regreso hacia la moto y al llegar a ella me levantas en volandas y me sientas sobre el sillín de la moto. Necesito abrazarte y para ello abro mis piernas para pegarte a mí. Al atraerte siento como tu pene erecto presiona mi clítoris… Sabes que soy capaz de llegar al clímax solo con esa presión… Me miras a los ojos. Profundamente. Es como si un oscuro abismo me atrajera hasta el fondo, y no puedo, ni quiero, alejarme del peligro….
Y las mágicas palabras:
- ¿Puedo, Ama?
No puedo responderte. Simplemente bajo la mirada y con ello entiendes mi consentimiento, pero antes necesito besarte y abrazarte como si nos fuera la vida en ello… Introduzco mi lengua hasta el fondo de tu boca, absorbes toda mi saliva como si me estuvieras arrancando el alma… Sé que, si seguimos así, y con la presión sobre mi clítoris, voy a correrme…
En el último momento te apartas y bajas hasta el Templo de la Diosa, como tú lo llamas…. Hasta hoy tu Diosa nunca ha tenido un feligrés más devoto y experto en “orar” en él y sacarle lustre… He tenido, y tendré, orgasmos con otros, pero como los que tengo contigo no habrá comparación….
¡Eres un cabrón con pintas!… Ahora entiendo por qué has dejado la moto como la has dejado. Vas a cumplirme una de tantas de las fantasías que te cuento cuando estamos abrazados en la cama por las noches de placer….
Agarras los elásticos de las bragas y tira de ellos para abajo. Con un leve movimiento levanto mis nalgas y salen por debajo de ella… Sigues deslizándolas mientras me vas mirando a los ojos y veo esa chispa traviesa en ellos, prólogo de lo que vas maquinando…
Recoges la prenda y te la llevas a la nariz, absorbiendo su aroma… Y al terminar te las guardas en el bolsillo de la cazadora…
Terminas de abrir mis piernas. Me dejas exponiendo todo el Templo para tu deleite y disfrute… Acercas tu cara al Templo… Aspiras el aroma… Pasas tu traviesa, y experta, lengua por todos los rincones de mis ingles… Yo tengo ganas de asesinarte porque tu demora en ponerte a “rezar” me está torturando… Tiro de tu pelo y te pego al Templo para que empieces de una puñetera vez…
Ahora no pienso en ello, pero luego tendrás tu disciplina por haberme torturado…
Cuando empiezas con tu lengua a “rezar” no puedo contener los gemidos. Ignoro si se escucharán, pero yo solo siento los latidos de mi corazón bombeando sin freno…
Llevo todo el día, desde que apareciste, esperando este momento… Creo que va a ser el orgasmo más rápido de nuestra historia, pero no por ello el menos intenso ni el menos disfrutado…
No he tardado en correrme… Lógico… Pero sigo con ganas de más… Has despertado el volcán interior que lleva todo el día esperando la erupción… Sigues lamiendo porque sabes que no dejo de disfrutar hasta pasado un buen rato…
Ya está muy oscuro. Y me da miedo la oscuridad… No podemos seguir allí o el miedo no me dejará concentrarme en seguir disfrutando.
Me recompongo como puedo y te tiendo la mano para que me des mis bragas… Haces amago de negarte a ello, pero te recuerdo que hace demasiado frío y temo una cistitis…
Con presteza vuelves a apretar tus genitales contra mi clítoris y nos abrazamos como si no hubiera un mañana… Noto tu erección y estás a punto de provocarme otro orgasmo, pero no es el momento y yo quiero que también disfrutes tú.
Con un gesto como de resignación te sacas las bragas del bolsillo, las aspiras y me las pones…
Afortunadamente has absorbido hasta la última gota de mi orgasmo y mi Templo no está chorreando… Me pones con suavidad en el suelo para sacar la moto de su posición… Tengo muy claro que si antes este era uno de mis lugares favoritos ahora es simplemente el favorito…
Arrancas la moto y me invitas a subir tras de ti. Me abrazo a tu cintura y me apoyo sobre tu espalda y nos dirigimos hacia el Parador.
El viaje de vuelta ya lo hacemos completamente a oscuras, solo iluminado por el faro de la moto, pero yo no puedo verlo porque tu altura me impide mirar. Solo veo, cuando se hace visible en algunas curvas, la negra silueta del Lago rodeado de las luces de los merenderos,.
Voy feliz, recordando el maravilloso orgasmo que me has provocado, pero con ganas de más…. Al pasar por San Martín de Castañeda ya hay algunos pobladores en las puertas de sus casas, gozando de esa maravillosa costumbre de alternar con los vecinos…
El viaje de vuelta se me está haciendo eterno. De vez en cuando miro para arriba y veo entre los huecos de los árboles, el inmenso cielo lleno de estrellas… No he conocido ningún lugar como este para ver tan nítido un cielo lleno de estrellas.
¿Tardaremos mucho en llegar? Sigo con ganas de más, y acabo de recordar que tengo que disciplinarte por haberte hecho de rogar… Mmmmmmmm!
Ya hemos llegado al Parador… Creo que si me miran van a ver la cara de felicidad que llevo. Puede que hasta se imaginen lo bien que lo hemos pasado…
Entregas el casco que nos facilitaron en recepción y preguntas cuando estará todo listo para servirnos la cena en la habitación… Te miro a los ojos y adivino lo que pasará cuando cerremos la puerta de nuestro aposento…
Aún queda todo un largo fin de semana por delante y pienso “usarte” para mi placer, nuestro placer…
Al cerrar la puerta de la habitación, de la mochila que llevabas, abres el bolsillo para sacar tu collar e hincas una rodilla en el suelo… Con la cabeza baja y manos extendidas me lo entregas para que te lo ponga, pero no sin antes decir:
- Ama, ¿Me lo pone?
¡Acabas de excitarme de nuevo! Mi respuesta no tarda en llegar...
Pero eso es otra historia. Es tu “Historia” y tú decidirás si la contamos o no…