Con sentimiento
Apareciste a lo lejos, caminando con esa elegancia tan tuya, con esa seguridad en cada nimio movimiento. Todo el mundo se detuvo para mí, todo perdió su color y su definición. Tú lo
absorbías absolutamente todo con tu sola presencia. Doblegabas espacio y tiempo. Borraste mi
cordura y me robaste el alma. En ese milisegundo supe que te amaría como nunca jamás pude
haber amado antes. Claudicaría a tus pies, derrotado, vencido, entregado en cuerpo y alma a ti,
solo a ti.
Tu melena azabache, tus ojos de profundo ébano contrastaban con esos finos y dulces labios
tuyos de rojo rubí intenso como un amanecer y un atardecer juntos. Tu cuerpo había dejada
atrás su vibrante juventud, pero aún así ardía con la intensidad de un fuego indomable. Lo que
había perdido de su fogosidad juvenil, lo había ganado con la profundidad y la intensidad de una
madurez que sabía lo que quería y, sobre todo, como lo quería y con quien lo quería.
Sabía cuanto me deseabas, casi tanto como yo te deseaba a ti, o eso quería creer. No lo sabía
la verdad. Solo me atrevía a contemplarte a lo lejos, a suspirar por tus besos o la calidez de tus
abrazos. Anhelaba beber la pasión de tu deseo desbordado de tus lúbricos labios llenando mi
boca, saciando mis labios y ahogando a mi traviesa lengua con tus fluidos rebosantes. Soñaba
componer un himno a la alegría con tus gemidos, suspiros y jadeos. Ver danzar tu cuerpo en las
convulsiones de ese orgasmo desatado que sabía a ciencia cierta que podía provocarte.
El rítmico taconear de tus pasos acercándose a mí, me sacó de mi ensimismamiento. Te miré,
miento, te contemplé como quien contempla la más bella escultura jamás tallada. Y suspiré,
suspiré por ti, por mí, por lo que podría llegar a ser. Si me atreviera a decirte lo que por ti sentía.
Pero mi inseguridad y mi miedo a tu negativa podían más que cualquier otra cosa. Porque lo
único que tenía claro, es que por mucho que te amara o deseara, jamás te pondría un dedo
encima sin tu permiso. Porque mi amor y mi deseo sin tu consentimiento, no sería que el más
monstruoso de los crímenes. Antes que llegaras a mi altura, me levanté y me fui cabizbajo,
sumido en mis pensamientos, ahogado en mis miedos. Sin saber siquiera que sentías tu por mí.
Si… no, es no…