Como me gusta encontrarte

Llego a casa y te veo tranquilamente sentado en el sofá. Es de noche y el niño duerme, así que tendremos tiempo para los dos. Te veo con el pelo suelto cubriendo tus hombros. Esos rizos salvajes que siempre me han gustado. Llevas el torso desnudo para que pueda contemplar ese cuerpo tuyo, esbelto, alto, con esas manos que abarcan sin fisuras todos y cada uno de los poros de mi piel. Y a cada paso que doy hacia ti, tu esencia me llega y fascina, como un aroma que cautiva y que me lleva casi tres lustros encadenada a tu destino. 

Sé que acabas de estar con ella, y eso activa mi instinto más salvaje. En mi pensamiento imagino escenas que retuercen mi deseo, exprimiendo la parte más íntima de mí y que jamás imaginé explorar hasta que supe que era así: libre. Libre para explorar mi sexualidad y sentir que ambos podríamos disfrutar de este mundo con plena seguridad. Porque es una maravilla saber que cuando llegues a casa tendrás a alguien que siempre te abrazará.

Mis tacones resuenan suavemente por el suelo del salón. Te recuestas mientras tus ojos me han desnudado por enésima vez. Sonríes levemente, sabes que yo tampoco me he estado quieta. Y ambos deseamos contarnos al oído las cosas que hemos vivido. De frente, de pie delante de ti, tus manos suben por mis piernas hasta alcanzar mis muslos. Y recorres mi silueta hasta pararte en mis glúteos, los cuales están firmes después del ejercicio que le suelo dar. Del que le acabo de dar.

• Espero que te haya dejado bien abiertita, como sabes que me gusta encontrarte.
• Y yo espero que a ti no te hayan dejado exhausto...
• Sabes que tras tantos años eres la única capaz de despertarme un deseo semejante. Soy adicto a ti.

Te miro a los ojos. En ellos no veo pizca de arrepentimiento, sino un deseo a fuego vivo forjado tras meses de complicidad en los que ambos nos hemos sometido a juicios de valor y a momentos complicados. Y es que nadie dijo que el mundo de los sentimientos fuera fácil, pero superadas las más temibles batallas llega el momento de saborear el Valhalla. Recibo un sonoro azote mientras algunos de tus dedos se han aventurado a explorar el estado de mi humedad. Y te sorprendes cuando antes de cruzar el umbral te encuentras con que mis veredas han sido profanadas sin atisbo de moralidad. Satisfecho, apruebas el trabajo previo que han hecho conmigo. Y no solo te satisface, sino te que endurece aún más. Tus palpitaciones son palpables a través de la fina tela del pantalón que te cubre. Y me subes sobre tu cuerpo para comerme la boca a besos. 

Siento aún tu perfume mezclado con el de ella, y en mi mente imagino besos a tres, de esos que saben tan bien. De los que muchas personas confiesan haber soñado, pero que tú y yo hemos realizado. Y es que no se pueden sentir mejor que compartirlos con un ser amado. Y siento tu palpitar impregnándose de mi calor, sexo contra sexo, ansiando el momento de reencontrarse. Sólo han sido unos días, pero no aguantamos mucho sin vernos. Y separas mi ropa interior para introducir tus dedos mientras tus labios se posicionan junto a mi oído para contarme lo que has hecho en compañía. Y consigues activar a mi fantasía, esa que vuela libre y que me otorga tantos momentos de alegría. Y no lo puedo evitar. El flujo se me escapa entre los muslos, mi temblor se hace cada vez más y más aparente. De imaginar lo que me cuentas consigo disociar cuerpo y mente. Y me sorprende, un orgasmo, tan sonoro que debo ahogarlo para no espantar. Mis piernas tiemblan tanto que por tus dedos se mezcla mi flujo con el de quien fue mi compañía momentos atrás.

Y ahora quieres cobrarte tu premio. No me vas a dejar escapar, y aún temblorosa sobre tus brazos sabes que no me voy a librar. Te hundes en mi vientre hasta hacerme estremecer. Mis pechos, chivatos de las olas de placer que recorren mi cuerpo, son el reclamo para que tu lengua juegue con ellos sin ningún reparo. Y ahora es que notando tus embestidas, abro la boca para suavecito contarte que la humedad entre mis muslos es producto de lo mucho que me excito pensando en un juego prohibido a tres. De esos que en mis fantasías realizo y que consiguen sacarme de quicio. Que no consigo evitar excitarme cuando los dos comenzáis a devorarme, mezclando el puro amor con el más inconmensurable de los deseos. Y la idea, la inocente idea de que seáis vosotros dos, simplemente hace que se abran las puertas del infierno para chorrearte sobre la polla una vez más. 

Al igual que horas antes hice sobre la de él.

Y aprieto el ritmo de mis caderas una vez más. La respiración se te entrecorta, los gemidos se nos escapan y pierdes el control de los estribos justo en el momento en el que, de un salto, bajo a rodearte la punta con los labios, succionar fuerte y terminar con la tormenta que hemos desencadenado sobre el sofá. 

Tranquila, sobre tus brazos y sintiendo tu respiración, sonrío en paz recordando por qué durante tantos años ha perdurado nuestro amor.