ENTRE MUJERES- 30. Blanca
El instituto. Ahí de nuevo Blanca. Habían pasados los dos meses. Pedro deseaba volver al trabajo. Ahora un nuevo aliciente.Los dos besos a todas, la mano a todos. Por primera vez con otra idea en ese inicio de curso. ¿ Qué conjeturas en la dibujante ? Era seguro que ella miraría a los profesores de otra manera. Uno le dedicaba versos. Recordó Pedro las preguntas de Cecilia. Convencido estaba que Blanca conocía las palabras de “ Un ramito de violetas “:
“A veces sueña, a veces se imagina
Cómo será aquel que a ella tanto la estima
Será más bien hombre de pelo cano
Sonrisa abierta y de ternura en sus manos
¿Quién será quien sufre en silencio?
¿Quién puede ser su amor secreto?”
La vio como siempre. Ojos claros, con ese culo espléndido que lo hacía derramarse en sonetos. No parecía inquieta. Lo estaba, pero era muy mujer para desmaquillarlo. Notó Pedro un sentimiento perverso. Él sabía, ella no. Eso le daba sensación de dominio. La canción otra vez:
“¿Quién te escribía a ti versos?, dime niña, ¿quién era?”
De nuevo el antifaz. Allí veía el círculo verde junto al nombre de la profesora de plástica. Tecleó
–Blanca, hoy tan guapa como siempre. El verano no pasa para tí –y un emoticono en sonrisa. Luego el del beso.
En balde la espera. Temió Pedro el bloqueo. Normal el enfado. Una mujer era una persona. Con sentimientos, con dignidad. Probó otra vuelta de tuerca. Un poema. Una comparación con dos compañeras. La foto de Blanca, con Nuria y Elisenda, profesoras de catalán.
El soneto para resarcir:
CISNE
La de la derecha, yergue mi verga,
las otras, hembras en lavado ganso,
para mi presto falo buen remanso,
el machete no rebosa en monserga.
Cisne que viril deseo alberga,
de contemplarlo tampoco descanso,
en él mi sexo nunca posa manso,
su esbeltez promesa feliz de juerga.
Mas las orillas de mi boca amorran
senos de cisne, húmedas hembras ocas
se tragan mis férreas bolas, forran
para tocarse como profes locas,
sus fatuos clítoris en rosa afloran.
El cisne soñado sorbe mi boca.
Sin respuesta. No hacía falta escribir el punto y final. Pedro sabía que lo era